Lo cual la llevará a actuar con energía e imaginación. Doy hoy la bienvenida a mi hermana Sabrina al clan. 26 años después... !tengo una hermana Libra!
lunes, septiembre 29, 2008
miércoles, septiembre 10, 2008
Curry
Curry.
Yo tranquila, cocinando, y se me ocurre usar curry. No, no te la creas. Está todo bien, yo estoy bien. Dormí pesado y no soñé contigo. Ya nunca sueño contigo. Todo porque sólo había pollo en el congelador, pierna y contra pierna. Odio el pollo, aunque sea versátil, aunque se le pueda poner todo tipo de condimentos y haya más maneras de prepararlo que de hacer el amor, en serio. Si hubiese conejo de Castilla no me pasaría esto.
Es que también había manzanas. De esas pequeñitas y rojas, para comer en dos bocados, semilla, piel, toda, entera. Entonces; pollo al curry, no me quedaba otra. Y todo estuvo bien: flamenco en la radio, arroz con ajo y sal, pollo —primero descongelado, luego dorado en mantequilla y aceite de maíz— cebolla en rodajas, azúcar, manzanas peladas y en trozos, singani para levantar el caramelo. Hasta que tocó: añadir curry en polvo, mezcla de cúrcuma y otras especies dulces e imprecisas. Condimento amarillo. Se consigue en cualquier supermercado. Peca de olor, de olor inconfundible.
Menos mal que al añadirlo, junto con la sal y la canela, no faltaba más. Cuando el vapor me golpeó la nariz, no hacía falta tocar más esa olla. Y menos mal, hubiese tenido que tirar todo a la basura.
Y no me digas que no es tu culpa, fue tu idea llevarme a ese chiringuito hindú, antes de que te/me fueras, para encontrar a tus futuros compañeros de trabajo. ¿Te acuerdas? Cebolla, mantequilla, huevo, curry, yogurt blanco, picante cítrico de ajíes y cáscara de lima. Arroz con ajo y sal. Te quedó la boca amarilla, y amenazaste con limpiarte la boca entre mi cuello y mis senos, embarrarme entera. Y lo hiciste, mal nacido, lo hiciste, mientras yo entrecerraba los ojos, y suspiraba quedito, envuelta en ese olor, aspirando apenas, sin tocar tus rizos, sin pasar mi mano por tu espalda, sin atreverme a nada, no fuera a interrumpirte.
Yo tranquila, cocinando, y se me ocurre usar curry. No, no te la creas. Está todo bien, yo estoy bien. Dormí pesado y no soñé contigo. Ya nunca sueño contigo. Todo porque sólo había pollo en el congelador, pierna y contra pierna. Odio el pollo, aunque sea versátil, aunque se le pueda poner todo tipo de condimentos y haya más maneras de prepararlo que de hacer el amor, en serio. Si hubiese conejo de Castilla no me pasaría esto.
Es que también había manzanas. De esas pequeñitas y rojas, para comer en dos bocados, semilla, piel, toda, entera. Entonces; pollo al curry, no me quedaba otra. Y todo estuvo bien: flamenco en la radio, arroz con ajo y sal, pollo —primero descongelado, luego dorado en mantequilla y aceite de maíz— cebolla en rodajas, azúcar, manzanas peladas y en trozos, singani para levantar el caramelo. Hasta que tocó: añadir curry en polvo, mezcla de cúrcuma y otras especies dulces e imprecisas. Condimento amarillo. Se consigue en cualquier supermercado. Peca de olor, de olor inconfundible.
Menos mal que al añadirlo, junto con la sal y la canela, no faltaba más. Cuando el vapor me golpeó la nariz, no hacía falta tocar más esa olla. Y menos mal, hubiese tenido que tirar todo a la basura.
Y no me digas que no es tu culpa, fue tu idea llevarme a ese chiringuito hindú, antes de que te/me fueras, para encontrar a tus futuros compañeros de trabajo. ¿Te acuerdas? Cebolla, mantequilla, huevo, curry, yogurt blanco, picante cítrico de ajíes y cáscara de lima. Arroz con ajo y sal. Te quedó la boca amarilla, y amenazaste con limpiarte la boca entre mi cuello y mis senos, embarrarme entera. Y lo hiciste, mal nacido, lo hiciste, mientras yo entrecerraba los ojos, y suspiraba quedito, envuelta en ese olor, aspirando apenas, sin tocar tus rizos, sin pasar mi mano por tu espalda, sin atreverme a nada, no fuera a interrumpirte.
lunes, septiembre 08, 2008
El mundo en una galleta
Y la infinidad en cada hora. Como cuando quieres dormir, y no puedes más que entrecerrar tus ojos, comiendo ballenas y koalas, camellos y perezosos, jugando a colocar sobre tu falda los continentes: ardillas para américa, leones para el áfrica, pandas para la china, pensando, justo antes de dormir, en una imágen: llamas cargadas de valiosos mashmallows, cual bloques de sal, cruzando un intrincado camino de chocolate y nieve en polvo. En un mundo de galleta, el mar, quizá, pueda pecar de dulce...
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