miércoles, diciembre 27, 2006

recuerdos incluídos

Tengo que irme. No estoy donde debería estar y la urgencia de partir me remueve entera. Escribo, porque-no-queda-más-que-escribir, porque-no-sabría-hacer-otra-cosa, antes de mandarme a mudar, de hacerme aire, de huir con mi nombre y mi piel a cuestas. Es tan lindo estar en otra parte, ser una desconocida de pelo negro y ojos distraídos. Sonreír y pensar, ah, nadie sabe a quién me parezco cuando sonrío, ni quienes son mis padres. Nadie sospecha con quien duermo abrazada, ni se lo inventa si no sabe. A nadie, y este es el alivio más profundo, le afecta mi soledad, mis cambios de humor, mis desalientos. Puedo, sin chistar ni ofrecer explicaciones, desnudarme en una plaza, besar las esquinas de sombra, bailar al son de música en balcones. Puedo atracarme de galletas, no comer una semana, beber sólo agua y no doblar mis pantalones por la línea del medio. Puedo puedo puedo. Y este sol, y cielo azul, y ésta cerveza fría, no alcanzan a convencerme de lo contrario. Todos ellos, diferentes, se pueden hallar en otras partes, los dioses saben que lo particular es universal, sólo que está en un lugar distinto al anterior. Así, disfrazada, parto pronto. Las faldas recogidas, los senos escondidos, temprano una mañana. Aunque mi pasado me persiga, da lo mismo. Toda forastera lleva a cuestas lo suyo. Recuerdos incluídos.

miércoles, diciembre 20, 2006

tablas de náufrago

Tablas de salvación.

Manotazos cuando el aire se torna irrespirable.

(la honda inhalación de los otros mundos)

Letras en horizontal

¿Quién no tiene una manera secreta de salvarse del abismo?

Cuidadosamente, al azar

Pequeños parapetos

Objetos de cábala

En contra del destino

De días y noches sucesorias

Nuestras armas

Nuestro oficio

(resignados a nuestras propias invenciones, vivimos)

Tras los objetos, a la espera de la muerte

En los objetos, escondidos de la vida.

sábado, diciembre 16, 2006

saberse

¿Dónde, exactamente, se sitúa en nosotros la emoción? ¿En qué parte de mis talones, la avaricia? ¿Dónde en el estómago, la tristeza? Mis costillas podrían ser el espacio que escoge la alegría, para presentarse. Mis orejas, quizá, dibujan en sus arcos los recovecos de mi fidelidad. ¿Dónde, amor, sientes que me extrañas? ¿En tus riñones, en tu entrepierna, entre tus dos brazos, ahí, donde reposaba mi cabeza? ¿Dónde, madre, me recuerdas? El cuerpo, manifiesta y escoge, epitomiza y susurra, adentro suyo, todo lo que es, percibe, opina. En mi piel están mis temblores, en mis costados, mis afectos, en mis piernas, el apego voluble que siento por la realidad. Pero no toda manifestación es evidente. Aún desconozco qué hace mi estómago para licuar mi rabia, porqué mi espalda gime a veces, qué quieren decir los lunares de mis brazos. Aún no sé leerme toda. ¿Quién puede sentirse sabio, si no sabe, todavía, leerse? ¿Quién, verdaderamente, enterado?

miércoles, diciembre 13, 2006

Descansan

En sus sueños no se disculpan

No se arrepienten

No extrañana a nadie

En sus ojos vela la noche

En sus oidos arrulla el silencio

Su manto no es pesado, es invisible

(La existencia puede seguir
ya no importa)

Descansan, su nuca en toda la tierra que está debajo

También de nosotros

(Santa Fe)

sábado, diciembre 09, 2006

octubre

Se da la vuelta, y es como si acabara de aterrizar, los brazos húmedos de aire, descendiendo hacia sus costados, los pies recién posados en el suelo, la mirada ausente, de quien aún no se sabe en tierra. Me mira, y en su mirar comprendo está todo el paisaje, yo un elemento más, me mira y siento diluirme entre las paredes de la casa, la verja de hierro, los perros durmiendo. “Es tarde” le digo, tratando de sonar normal desde mi pegajoso entorno, ya no única sino mezclada a todo, como su mirada me ve. “Deberíamos tomar algo” le digo, “una taza de té, comer alguna cosa”.Ella me escucha silenciosa, la cabeza quieta en mi dirección, como olfateando cuidadosamente mi registro de voz. (Que no huela preocupación, ruego, que no vea más que mis ojos fijos en ella, lejos del acantilado donde parece acabar de posarse, que no se voltee) “Hay tarta de limón, la que te gusta. Y estamos todos esperándote”. Odio su silencio, siento que me escrutina, que desea sacarme toda la intención detrás de mis palabras. Quieta, una ella también con el paisaje, el mensaje al fin golpea su parte consciente, una fracción de segundo más tarde que lo habitual. “Bueno” dice, con la naturalidad más rara. “Vamos”. Cojo su brazo y la siento a mi lado, caminando insegura, su pelo corto dándole un aspecto de muchacho, sus ojos fijos. “Vamos” repito, y soy yo la que se quiere apoyar en ella, seguirla en su silencio, perderme allá donde ella está, viendo lo que ve. Sin llorar, entramos a la casa.

jueves, noviembre 30, 2006

confesiones de noche, luna creciente y vino menguante

Una escribe un cuento y el momento de su compleción es similar al de la presentación de un plato culinario. El plato tibio, la salsa cuidadosamente dispuesta, la pieza principal al centro, el remate de hierbas airosamente sobre la guarnición de turno. Una escribe un cuento, e inmediatamente quiere convidárselo a todo el mundo: presentarlo y servirlo, todavía tibio, todavía emitiendo su fragancia. Al par de días, sin embargo, el recuerdo de su prosa se hace borroso. Una se llena de dudas, como cuando nos asalta la pregunta de si la salsa de ese plato pasado ligó como debía. Si se abre el refrigerador del recuerdo, el resultado es nefasto. Ninguna confección aguanta, por principio, más de cuatro días. La salsa pierde su color original, la pieza apesta. En el caso del relato, el proceso es idéntico. Los detalles son superfluos, la ilación resulta pobre. Asqueada, dan ganas de tirarlo todo, soporte incluido. Es en ese momento cuando irrumpen los amigos, a detenerte. Que el plato estuvo bien, que en su momento la salsa cuajó con el acompañamiento, que la sensación despertada fue gratificante. Y una no les cree, no puede creerles. Pero, y en esto radica la salvación, para no decepcionarles, no se arrojan los restos visibles de la obra. Una los congela, los entierra en un lugar alejado de la vista y el olfato. Guarda, por así decir, la receta (Aunque esto no es correcto, un cuento nunca, nunca, se hace siguiendo con receta, más bien es el fósil del cuento lo que se preserva).

A veces, una los des-destierra, los atrae hacia sí de nuevo, probando otra vez –jugando a ser ajena al preparado- los sabores y tonos del constructo. Si pasa, si una puede tragar, sin soltar una lágrima, si se digiere, una se reconcilia. No siempre es el caso. A veces la degustación es insalubre, deja un regusto terrible a innecesario. A ésos, como al plato rancio que supo permanecer mejor en el recuerdo, lo mejor es tirarlos. Por el bien de todos, vale arrojar ciertas creaciones a la basura.

Sólo así, el alma ligeramente aliviada, puede una ensayar de nuevo, apilando en alacenas oscuras lo que el tiempo dirá si supieron ser preparaciones, acaso felices, o testimonios semi-amargos del acierto o el fracaso.

viernes, noviembre 24, 2006

vacíos que se resisten a ser llenados

Una mujer desnuda se trepa a un vaso de licor, su sexo diminuto se ve agigantado a través del vidrio. Morena, la cabellera al viento, sus piernas extendidas rodean el vaso, sus brazos presionándolo, lentamente asciende hasta el borde. El vaso es pequeño, ancho de base y amplio de copa, no es sencilla su tarea pero ella persiste, asciende. Misteriosa ¿Porqué asciende por el vaso de licor? ¿Qué busca? Acaso desea ahogarse. Saltar como en una piscina, hundirse, dejarse llevar y ser bebida. Acaso busca diluirse. Como una gota que es llorada por el cielo y va hasta el mar. La mujer ignora mis preguntas y continúa, ya está por llegar, se impulsa y salta, como una rana de piel clara a un pozo oscuro. Es efervescente, y produce espuma en su caída. Se hunde, vuelve a salir, sobrenada, juega con el líquido. No sé si bebérmela ¿Quién soy yo para consumir mujeres de botella? Exacto, no soy nadie. Aún así lo hago, y sus pies son lo último que paladea mi garganta, sobre mi lengua siento sus dedos diminutos, su cabellera, la trago entera, y extiendo el brazo para que otros escancien lo que sea. Otra mujer se materializa por el vaso -a estas alturas ya son líneas sucesivas de mujeres- y al devorarlas apenas siento el leve crujir de sus rodillas. Ay, suicidas, ¿Quién soy yo para negarme a consumirlas? Exacto, no soy nadie, y por eso brindo con vosotras.

lunes, noviembre 20, 2006

Murakami me saluda

Murakami me saluda, deferente, estoy paseando cerca de un lago y él anda en bicicleta. Acabo de dejar a Rosalba sonriendo, chispeante como su inteligencia, la boca roja, los aretes largos, la pose atenta, sé que estará bien y cómoda centre los otros escritores, Rosalba es así. Yo no estoy cómoda, y por eso he decidido salir a tomar el fresco. Murakami está de acuerdo conmigo. Puesto que no se decide aún a entrar, desciende de la bicicleta y se dispone a acompañarme. Así, agarrados ambos del manubrio, conversamos. Nada en especial cruza nuestras bocas: el clima, los otros escritores, la anfitriona. Siento que le agrado, y eso me llena de orgullo, como si la química entre dos personas fuera indicador de la calidad de sus escritos. Al despertar, busco a Kafka on The Shore y empiezo a leerlo. No me equivoco, los sueños como el que tuve sobre él, son para Murakami de una importancia enorme. Alejados de la casualidad, no nos separan los unos de los otros. Me abandono a su manera de observar el universo, y siento que es correcta, adentro.

Camino detrás de mi madre por el mercado, las bolsas con distintos productos se apilan a mi alrededor. Primero están los pollitos, apiñados y piando en una cerca pequeña al lado de la entrada. Luego están los camiones de papa, después los cereales y ajíes, el queso está antes de lo de las verduleras. Tomate, berenjena, cebolla, lechuga, todos compiten por atraer el color hacia sí. Antes de entrar al galpón de la carne –donde los huevos se encumbran en cartones detrás de las gallinas desplumadas y los corderos colgando de los ganchos- están los curanderos. Hierbas, canelas de 12 vueltas, conchas de algún mar, imanes con sexos diferenciados. Después, por fin, en la otra entrada, las flores. Lilas, amarillas, blancas, rosas, y moteadas. Rojas y liláceas. Dejo que mis sentidos se ahoguen en la luz de las telas y los pétalos. Invariablemente detrás de las faldas de mi madre, cargo ramos y me detengo cerca de los panes. Si mi abuela se cruza con alguna anciana conocida, le regalo una sonrisa y me alejo, antes de que se sorprenda por cuánto he crecido. Amo este lugar, y me figuro que marca mi relación con lo que me alimenta, “la vida es este mercado” le explico, “transformada, dentro mío, soy la que consume las miradas y los objetos aquí presentes, para ser”.

Murakami parece no estar de acuerdo. Vivamente le explico las delicias de este espejismo, pero él se limita a observarme. Es mi sueño, después de todo, y él no puede penetrarlo sin hacerme daño. Me esfuerzo en vano, quizás. De todos modos, japonés hasta el fin, agradece nuestra conversación y estas imágenes.
Se retira luego, y va hacia la casa donde está Rosalba. “Lo encontraré de nuevo”, me consuelo, y agito mi mano en señal de despedida.

martes, noviembre 07, 2006

tiempo de mudar

Un ratón duerme abrigado entre mi ropa. Cuando abro el cajón, salta desesperado y se escurre hacia la cocina. Todos sabemos lo que eso significa: es tiempo de mudanza. Pronto las macetas de mi madre se apiñaran junto a mis cajas de libros, y partiremos sin mirar atrás. Tenemos miedo, pero, como el ratón, más tememos esperar a que los eventos nos alcancen.
Miro mi rostro en el espejo, y sé que no es el mismo. Aún, sin embargo, no lo reconozco como el que será (así pasa siempre, cuando todo alrededor cambia).
No soy la única en partir. Hace días que pergeño y borroneo cartas de despedida para aquél que se me va. Como mi rostro, las líneas son indecisas, y tú no recibes nada.
Acepta esta disculpa. Cuando vuelva de la bruma sabré decir y desdecir aquello que deba ser pronunciado, si retorno

martes, octubre 31, 2006

a dream

Un hombre me busca sin saber porqué me busca.

Una mujer me abraza intentando no soñar por mí.

Otros rostros, múltiples, borrosos, casi sin prestar atención, me miran o sonríen.

Lenta, no puedo saber exactamente qué es el tiempo. Agua de minutos, dejo pasar las horas y los libros.

A ratos estoy viva.

Gracias por haberme permitido soñar contigo. Un sueño de ti, de nos, de mañana.

Eso me ha traído hasta hoy, dispuesta, abierta, flotante.

El resto tampoco es real...

jueves, octubre 19, 2006

ella se ha ido

Desespero, en su hogar, acecha. Busca encontrarnos, a veces para siempre. Su casa está compuesta de espejos, niebla y ratas. Allí Ella, pesada, desnuda, con grandes mamas flojas, camina, observándonos, acompañándonos. Mirarle la cara a Desespero es siempre como mirar al propio rostro, pero con la sorpresa de encontrarnos extraños a nosotros mismos. Febril o vacua, nuestra mirada, cuando Desespero está cerca, no parece nuestra.

Ayer, esto quiere decir, antes, hace mucho, aunque recién me doy cuenta, Desespero me abandonó. Una ligereza inusitada, un sentir huecos mis huesos, gallardos mis pasos, me lo vino anunciando. Pero no fue hasta que encontré mi propio rostro en el espejo, que lo supe. Desespero se ha ido. Y una enorme necesidad de llorar abrazada a las mantas mientras llueve afuera se me vino encima. Un sueño enorme, relajadísimo, me invadió los ojos. Puedo volver a pretender estar triste, mientras las mantas tibias me rodean, mientras la lluvia tibia me protege. Como antes.

Igual, abandonar a Desespero es extraño. Tu rostro, luego de haber permanecido tan ajeno, es similar al rostro de alguien amado, perdido y vuelto a encontrar. Su hallazgo está presente en cada mueca, en cada línea. Ni a él, ni a mi piel, que sola ruega a por sol y brisa y helados, como un cachorrito humano, he sabido mirar con la debida atención, con el debido cuidado.

Hoy, la necesidad de descansar no contempla en ningún resquicio dormir. (Desespero, sentada sobre mi pecho, se encargaba de hacerme padecer el sueño). Hoy, la necesidad de vida me tiene caminando, temerosa, buscando el afuera. Sigo preguntándome si mis pasos son firmes. Y esa sola pregunta ocupa mi cabeza, sin necesidad de futuro ni pasado, esa sola inquietud avanza con mi día, ansiando tan sólo este presente. Hoy, Desespero se ha ido, y yo puedo avanzar conmigo misma.

viernes, octubre 13, 2006

pretendidamente ajena

Una miríada de pequeños corpúsculos en tregua con mi cuerpo, eso soy yo. No puedo pretender ser otra cosa: sola de piel, humores y vacíos.

No tengo, en ningún recodo, vacíos.

En mi vientre pululan legiones, en mi sexo brigadas, en mis conductos trillones. Números-infinitos-de-vida-ínfima/ Sagaces-crustáceos-de-mis-retinas/
Valientes-protectores-de-mi-gobierno. ¿Qué soy yo sin los etéreos que detentan mi equilibrio?
¿Quién, sino la informe amalgama de éstos, miles de seres?

Una y trina, si tres es símbolo para lo incontable. Una y muchas, si he de creer a mi otra-yo, la que aparece con las fiebres. Una y todas, completa en mí, con los que hay adentro mío, todo apenas cierto, todo apenas sujeto a creer que en algún lugar los límites se corresponden a aquellos que trazan mis sentidos.

Yo, constelación absurda, bordeada de mi piel, separada del resto. Yo, Gota de Universo ¿inmersa, quizá, en otro, Vastísimo, Universo? Yo, también en tregua con el todo que me engloba. También, como ellos, pretendidamente ajena.

jueves, octubre 05, 2006

para

Sentada sobre barro, mi madre levanta
Un hombre de barro
Para adorarlo

Ojos ciegos como perlas
Pies perfectos
Viril
Se eleva

Mi príncipe de alabastro no sabe elevarse
Cabe perfecto en mi abrazo
Duerme, no sabe prometer, descansa
Es mío hasta el asombro
Puebla mis mañanas
Canta

Recostada sobre mármol
modelo
Un niño de mármol
Para

jueves, septiembre 28, 2006

Prácticas amatorias

Para E.

Un hombre burbuja posee un ciclo de vida efímero. Nacido de una pastilla de jabón, pervive desde las primeras gotas tibias hasta el final de un baño en la tina, esto es, de media hora hasta tres, dependiendo de la resistencia y desempeño del espécimen. Irisado, turgente, múltiple, despliega inmediatamente su perfume, para demarcar su territorio. Luego, se extiende por toda la superficie, contorneando los muslos y los senos de aquella que lo ha criado, delicadamente, en noches de deseo y confección.
Su ciclo sexual es por demás breve, aunque para él implica consumir la mayor parte de su existencia. Una vez localizado el útero y los labios, construye una pared. Es muy difícil para el hombre burbuja construir esta pared. Sus muros son frágiles, y debe esperar, pacientemente, para apilarse y parapetarse, hasta abrazar y rodear a su objetivo. La recipiente, cruel y divertida, experimenta esta agónica pelea por la vida del hombre burbuja como un leve cosquilleo, una agradable sensación preparatoria. Cuando el hombre burbuja logra ingresar, rozar las carnosas murallas con las suyas propias, en fricción, lucha y permisión, estalla. Goza al estallar, y goza aquella que lo presiente dentro. El éxtasis se eleva como una marea de espuma, abandonándolos lánguidos, a la tibieza de la compleción. Húmeda, ella al final se levanta -los restos del hombre burbuja esparcidos por su cuerpo como otras tantas escamas- y, la piel reluciente, los ojos vacuos, se aboca al resto de sus tareas. Sin embargo, la emergencia y lucha del hombre burbuja no pasan en vano. En su interior, ella comienza a materializar al próximo, a transubstanciarlo. Pronto surgirá otra pastilla de jabón, suave y cálida, cerca del aparador de la hembra. Y la naturaleza seguirá su curso.

domingo, septiembre 24, 2006

ella

Los grillos, con su chirriar de conservatorio. Las aceras, los pétalos, las gotas, los océanos. La felicidad lenta de ir acomodando las canciones a la vida. El amor, las pastillas de chocolate, los colores de uñas, las mariposas, el sexo, las películas. El atardecer cantándole al vino bajo una parra. Las muecas, los besos, las lágrimas de asombro y de felicidad. Las otras lágrimas. Las palabras natalicio, convexo, extraordinario, subte y roto. Los ojos de quienes se quieren. Las embarazadas acarreando distraídas sus hijitos a casette. Los perros despeinados y los gatos gordos. Las pelotas de fútbol. Las brisas. La certeza incontestable de que el frío no está más para quedarse. Las tristezas de dos minutos 40 segundos.
La primavera, por todas partes.
La primavera.

lo que necesitamos

Tengo una salamandra viviendo en mi estufa. El diccionario me dice que es un batracio urodelo parecido al lagarto, de piel lisa de color negro intenso con manchas amarillas simétricas. Especie de estufa de combustión lenta. La red me dice que es el espíritu del fuego y por lo general se la representa envuelta en llamaradas, lanzando fuego. La salamandra tiene la sangre tan fría que las llamas no la dañan en absoluto. O sea, una combinación de las dos anteriores.

Naranja a la llama azul de mis inviernos –con manchas negras y ojitos vivaces- gris en el calor de mis veranos, a veces hace ruido y me molesta, como una mísera ratita atrapada en mi alacena. Y sin embargo, se trata de mi salamandra, resguardada en mi estufita de tiro balanceado. Sospecho que se coló una noche de luna y tibieza, allá por el 2004. Las ciudades, como a todo, se estaban comiendo su terreno. Ya casi no hay fuegos de combustión perenne donde guarecerse, ni fogatas espontáneas.

Así que mi salamandra se limita a estarse quieta, en la mísera llamita que, por piedad, escojo no apagar cuando el frío cesa. ¿Cuántos años puede una salamandra sobrevivir en estas condiciones? ¿Dónde y cómo debería liberarla? ¿Es acaso posible, liberarla?

Temo que se sienta sola, su sexo minúsculo vacío de esperanza, ya que la posibilidad de un salamandro en el edificio, en la ciudad, es remota. Y por eso, cuando la escucho moverse, ahí en la llamita, pido por ella y su futuro. Necesitamos de todos los seres en la tierra.

Pombo es mi nuevo chocolate



jueves, septiembre 21, 2006

el azar de las ciudades

Pasan por mi ventana, una tras otra. No puedo decir, como Marco Polo “ellas son así y no de otra manera”, no puedo describirlas. Impávidas, podrían no existir. Podría yo pasar a través de un túnel oscuro, y ellas deslizarse sin complejas maquinarias atravesándoseles.
Pronto será así: yo deslizándome de un punto a otro, para salir sin más a donde me digo, quiero estar. (El azar de las ciudades perdido para siempre). Sin sospecharlas, sin olerlas, sin ver sus nombres pasar como manchas en la niebla. Vacía de ellas…¿ qué interés posible podrá deparar un viaje?

jueves, septiembre 14, 2006

conjuro a por la gracia

Tomo una lapicera de tinta roja y temblorosamente, comienzo la lista de defectos de mi padre. No lo hago de manera ennumerativa, ni me ensaño en los detalles. Me limito a escribir todo lo que deseé que él fuera, en términos de carácter, de atención, de comprensión y de integridad. No quiero obviar ninguna posibilidad, ningún mito, ninguna imagen ensalzada e imposible. No es larga -al final- la tinta corre en líneas breves y yo suspiro, caminando, mientras busco un buen lugar para enterrarla.

Mientras cavo con mis manos, recuerdo, todas las imágenes brillantes, todas las ansias, todas las alegrías. También recuerdo la tradición del grito, que se esconde bajo tierra, y así salva a quien lo esgrime en contra de su propio silencio. ‘Esto es lo que va a liberarme de la tristeza’ me digo ‘este es el primer paso en contra de la pesadez, del desencanto’.

Luego, aliviada, confecciono una lista de los detalles que hacen a mi padre. Atuendos, manías, errores, virtudes. Todo lo que mi mano, las uñas sucias de tierra, puede conjurar para elevar una imagen veraz, absoluta, real, de mi padre. Y mirándola, lento, hago una reverencia.

Te debo la vida, papá. Todo eso, y nada más.

Nada más.

martes, septiembre 12, 2006

lejos del paraiso

“Todos conocemos el árbol del Bien y del Mal, aunque, como en toda leyenda, tendemos a considerar como metáforas y simbología a esas antiguas y útiles descripciones realistas.
Verdaderamente, gustar del fruto del bien y del mal debió entenderse como exactamente eso: lograr el discernimiento orgánico de las cosas correctas y el orden correcto. Lo que entendimos mal fue el asunto de la serpiente: en realidad, el árbol mismo fue quien convenció a Eva de probarlo. La mismísima Docta Medicina, aún cuando ostenta un “árbol del saber” con dos serpientes a los costados en cada membrete e institución, no llega a entender el exacto significado de ese dibujo del Saber.
En fin, que el árbol del Saber tenga escamas y hable, no debería sorprender a nadie. Eso es lo que yo digo: que sangre al ser cortado, que engendre frutos de naturaleza iluminadora, que hable o que se mueva, que argumente o se desplace, no es más que una posibilidad más dentro de las perfectas posibilidades de lo Eterno. Además, otros árboles caminantes y sentientes han sabido ser registrados por los siempre despistados humanos. Aunque se da por supuesto que cualquier cosa que no se adapte al común tiende a pasar desapercibida. Apuesto a que ni siquiera sabeís qué facultades poseen los hierbajos de vuestro propio patio trasero. No se puede esperar mucho de quienes adoran a sus mascotas desde hace milenios y hasta ahora no saben qué quiere decir ‘guau’.
A lo que iba: tengo en mi casa un pequeño matorral del Discernimiento. Su existencia ha sido muy breve, no debe estar ahí más de cien años, lo que le hace un bebé de pecho en comparación a sus hermanos mayores. Brilla como el cuarzo, puesto que también posee algo el reino mineral, y supo camuflarse bastante bien hasta que las primeras hojas-iguana comenzaron a brotarle. Estas hojas son los primeros asomos del Árbol a la realidad circundante. Se pegan a todo, y con sus grandes ojos observan y transmiten al tronco todo lo que alcanzan a ver. Si se alejan mucho de él y no encuentran agua, rápidamente se secan y mueren, para luego ser dispersadas po el viento con el resto del follaje.
Una de ellas cayó sobre la punta de mi bota, hace un tiempo. Alcancé a verla sacudirse antes de que se secara y, hombre atento a lo Ordinario como me vanaglorio de ser, decidí investigar su origen en el acto. Siguiendo la estela de hojas-iguana no tardé mucho en vislumbrarlo. El Árbol se movía detrás de un antiguo seto que ha pertenecido a mi familia por generaciones. Como también soy educado, le saludé en voz alta y le insté a que se detuviera, para poder entretenernos con un poco de conversación. Veréis, el Árbol del Bien y del Mal es un poco suspicaz, pero su curiosidad puede más que su prudencia. Sin más preámbulo, agitó sus flores-labios en señal de reconocimiento, y emitió un silbido musical con ellos. Lo primero que hice fue empezar con un consejo, como signo de buena voluntad por mi parte: ‘Tus hojas-iguana empezarán a llamar la atención tarde o temprano’, le advertí, ‘puedo ver que estás curioso por el entorno que te rodea, pero los tiempos han cambiado mucho, los últimos cientos de años’.
Se podía ver que el Árbol me presentía con exactitud, y que estaba atento a mis palabras. Sin embargo, el hecho de saberlo todo respecto del Bien y del Mal no implicaba que el joven tronco hubiese experimentado la variada gama de emociones que conlleva ejercer tal conocimiento. Veréis, su castigo fue precisamente no ser expulsado, y está condenado –en general- a quedarse confinado a un rincón de la Tierra nada más. El pacto que logró ejercer con mis Antepasados Primeros, a espaldas del Creador, tal vez, fue que ellos vendrían a depositar a su sombra las experiencias habidas. Algunos pueblos han sabido mantener la costumbre mejor que otros, y aún se reúnen a cotillear bajo su sombra. Otros, más egoístas y desatentos, andan por ahí con sus barrigas llenas de experiencias atoradas, guardando todo para sí mismos. En cuanto a mi linaje, ya os lo dije, sabemos mantener las maneras, y las promesas, por generaciones.
Luego de una larga conversación, el Árbol me indicó que deseaba marcharse. Yo, a mi vez, me encontraba cansado y decidí retirarme, no sin agradecerle sinceramente su compañía. Esperaba verle una vez más, aunque se dice que todo hombre tiene sólo una chance para hacerlo en esta vida. Bastante sé yo de estas cosas, lo cierto es que charlar con el Árbol del Conocimiento te da una buena perspectiva.
Aún así, tal visión es intransferible y no se porqué pierdo el tiempo al intentar transmitirosla. Quizás se deba a que mis viejos huesos ya no son los de antes, aunque mi espíritu se mantenga joven. Era un buen Árbol, y aún doy una vuelta por el seto, a la vera del Bosque Viejo, esperando verle. Sí, es verdad, hacéis bien en señalarme que la esperanza no es una forma del discernimiento, pero, qué queréis, es lo que a fin de cuentas nos impulsa a caminar aquí afuera, lejos del Paraíso".

sábado, septiembre 09, 2006

ellas desean

50 años y un cuerpo espectacular, ningún novio oficial, el miedo de la familia es que la viuda llame a un hombre casado, su miedo es aburrirse sola.

40 años y un espíritu incansable, su novio es un hombre diez años menor, el miedo del ex marido es que ella esté mejor sin él, su miedo es no confiar nunca más en ninguno.

30 años y el mismo rincón se enciende cuando la miras por más de un minuto, casada y separada, el miedo de él es que la deje, su miedo es no poder hacerlo.

Todas todas ellas tuvieron 20 años, ganas de tener hijos, ganas de tener historias, ansias de tener carreras.

Todas aseguran que ellos sólo saben detenerte y enredar temiendo.

Y yo sólo sé que no quiero eso. Conciliadora, imprudente, loca, deseo.

Que no por ser así quedemos mancas de mundo masculino, que no por no querer o querer demás queden ustedes sin mundo femenino.

Sin alguien que, al despertar, cada única mañana, sepa de la inmensa suerte de tenerte, y viceversa.

domingo, septiembre 03, 2006

de la casa amarilla

Te amé en la penumbra azul, tras paredes amarillas.
Con toda el alma y cada-escama-de-mi-cuerpo

Te fuiste, y yo persigo

el susurro de pasos,
el murmullo de risas,
sola al sol, adentro

apacible, entre las sombras, una nostalgia, desaforada, pequeña, encuentro

Esto es mío,
de la casa amarilla
esto me llevo.

jueves, agosto 31, 2006

31log day

faltando a mi constumbre de no andar con memes, toca mencionar un par (ejem, cinco) de blogs nuevos, de ésos que alegran el recorrido por la nete:

_Euge si bien no se actualiza mucho, lo que siente es fuerte y claro, anti espirituales abstenerse.

_Le.mon.grass ella es realmente creativa, y una de l@s pocas paceñ@s que tolero leer en inglés, con la sola excepción de MABB probablemente.

_Mi meme Rodrigo Antezana y artículos varios sobre cine,literatura y afines

_Gato diversos temasde un bloguero cordobés especializado en diseño,pero no sólo

_Angel el amable español que me motivó al meme, gracias che, y un saludo!

miércoles, agosto 30, 2006

verla pasar

Si pudiese, me quedaría trenzando mis cabellos, en la puerta de mi casa, mirando pasar la vida.
Hacedora de los amaneceres, de las múltiples mañanas, esperaría.

Lluvias, arco iris, nietos, flores, arrayanes.
Sin embargo, aún no es mi tiempo para.
Aún mi cabello no es gris viejo, ni mis manos han acariciado la frente de mis hijos.

Aún no sé, aunque he sabido sospecharlo, de haber tenido y haber perdido; aún mis músicas no se componen de tangos, boleros y memorias.

Aún no puedo ver pasar la vida.

jueves, agosto 24, 2006

tanto deseo

Hay momentos en los que no puedo más que detenerme a contemplar la luz. Dorada, me impulsa a dormir, blanquecina, me impulsa a alimentarme. Como si mis ojos estuviesen recubiertos de finísimas láminas de verde, la luz me permite respirar.

Hoy, en el patio, recordé que a veces, de noche, cuando insomne recorro las baldosas, deseo al rey del sueño: sus ojos son dos carbones encendidos, su piel es de alabastro, su traje está cubierto del polvo de las hadas. De niña, era para mí, idéntico, aunque pequeño y desmelenado. Ahora, es a él a donde voy, cuando la luz me empuja...

Nunca quiso llevarme. A veces, temo que cambie de opinión, y lo haga. Pero cuando me pesan los huesos, las pasiones, el estómago y los labios, miro al tibio resplandor de la tarde, al sordo titilar de la noche, y ruego. Aunque una humana no pueda atreverse a rozar al infinito, aunque no sea de este mundo pedir por el siguiente, yo, en esas tardes donde la luz diluye los objetos, imploro.
¿Porqué, pesada, no alcanzo con beber toda esta maravilla? ¿Porqué tanto deseo?

martes, agosto 15, 2006

la ciudad los otros

Una podría sentarse ante sí misma y afirmar: la ciudad existe fuera de nosotros. Una podría, también, querer creer en las promesas hechas al calor de la nada, y vivir sufriendo. Mentirse, es algo que una puede y hace, a cada rato.

Sin embargo, o por eso mismo, porque una no puede soportarlo, planteárselo de frente, aceptarlo, es que la realidad es otra. La ciudad es apenas una suerte de paredes que separan una persona de la siguiente (¿qué pared separa mis sueños de quien duerme, muro de por medio? ¿cómo sé que él no sueña también, acaso lo mismo? ¿quién dirime qué sueño pertenece a quién?), las promesas no deben creerse, requerirse ni esperarse; la mujer que yo soy debe saber buscarse adentro y mirar para sí misma, sin miedo a lo que encuentre.

O también: una podría animarse de una vez a configurar su realidad, a admitir la lluvia que permea el campo de esmeraldas, a decirse que esperar del otro no es igual a poseer esperanza, porque una es inútil, y la otra bien puede sostenerte viva.

Una podría, de una vez, empezar a considerar la ciudad junto a los otros.

sábado, agosto 05, 2006

pedido de mudanza

Quiero hablar con las paredes, y que ellas me respondan. Quiero que cambien de forma, textura y de color, de acuerdo a cómo voy y siento. Quiero ser capaz de pintar ángeles parlantes en los muros, y de beber jugos rosas de los cálices. Quiero pintar bajo un ventanal inmenso, cuadros sucesivos de historias. Quiero un piso de madera y flores en las ventanas, trenzas largas y pecas en las piernas, quiero todo el tiempo rezumar música. Todo eso quiero y más, allá cuando sepa permitir a mis deseos avizorar el horizonte, plasmar mis escenarios, ampliar mis existencias: descubrirme, cada vez, capaz de nuevos textos, de nuevas realidades. Quiero, de forma permanente, crear y revivir los eternos tablados de la vida y de la muerte, y nunca, nunca más, temerles.

lunes, julio 31, 2006

tiempo de dragones

Una entra, belicosa, consciente del sol y la calidez de afuera, irritada ante la gruta, la caverna, el marasmo fétido que se percibe aún antes de entrar, la bocanada pútrida que inmediatamente separa la realidad externa de ese desamparo, esa humedad acechante, esa batalla que la espera dentro.
Pero una entra igual, a los gritos, dando mandobles, protegiendo el estómago y el corazón con el escudo, cortando lenguas, segando cuellos, atravesando escamas y colas de tamaños varios, trozos de colmillos, jirones de piel, hasta llegar al centro y enfrentarse -con el escudo, hay miradas que congelan o matan- a él, gordo de tanto chupar huesos, pesado, lleno de bilis, de hiel, de mierda contenida. Enferma de asco, una no olvida que ha venido a matarlo, ni cómo hacerlo. La sangre gris estalla y el bicho, el monstruo, muere, furioso en su agonía, y no olvidamos tampoco revolcarnos en su muerte, protegernos de todo mal, encaminarnos victoriosas a la puerta.
Allí, al fin, una, aliviada, saca la cabeza, piensa en el amor (ahora una es capaz de pensar en el amor), y sueña: en lo lindo que será mañana escribirte, saber de ti, mirarte a los ojos y la boca, mirar tan insistentemente tu boca, poder de una vez, quererte, haberlo deseado tanto.

martes, julio 25, 2006

mundo vario

Suelo despertar segura de que, frente a cualquier eventualidad, no me espera aquí adentro más experiencia que la que yo desee ver ante mis ojos. En efecto, habito varios mundos, y en todos ellos estoy enteramente sola. De nada sirve que ustedes crean que me perciben y que participan de mi tiempo. Cuando comparto contigo la mesa y el café, cuando te miro dormir, cuando te escucho cantar, cuando me río de tus bromas, aún ahí sé de mi ulterior soledad. Tampoco me angustia: hace ya mucho que así llegamos, por intermedio de otros que supieron o se negaron el hecho de ser, a su vez, solos y solas. No tengan miedo, amo mi soledad, y es a la alegría a la cual abro mis párpados, todos los días. Sólo quien sabe estar solo sabe acompañar, de modo verdadero. Y es todo lo que tengo que decir por el momento.

martes, julio 18, 2006

Ayer

Ayer, por fin, logré conciliarme con el sueño. Tengo un fantasma en casa que juguetea con los periódicos y se para ante mi puerta, todas las noches. En vano me repito esa letanía boba de que “nadie” puede estar allí afuera. Es un caballero y me respeta, nunca entraría a mi cuarto. Pero en su insistencia de velar mi sueño, consigue desvelarme. ¿Quién es? ¿Acaso es mi abuelo, urgido de salvarme, cuando yo ya me abandonaba? ¿Acaso mi tío, recién muerto, apegado lealmente a la casa de mi padre? ¿O soy yo misma, exorcizada, liberada en capucha y bigote fino, hecha materia de tristeza?
Quizás abandone esta fase de mi vida sin saberlo (tantas cosas que no sé). ¿Cuándo lo haga, seguirá él mi camino? La experiencia me lo niega: duermo bien en todas partes, menos aquí, en esta mi cama.
Impotente es una frente a lo que se desconoce, de sí misma y de su entorno. A veces, sospecho que él se alimenta de mis emociones. Puesto que ya no soy (ni seré) desgraciada, bebe de mí eso que me marca –aunque en el proceso sabe a veces robarme, también, el sueño– esos tres sentimientos con los cuales nunca más me he podido aburrir. Quizás él ha sabido degustarlos, como mi olor, como la percusión intermitente de mis pasos, y ya no sabe vivir de otra cosa. No está hecho de ellos, ¿o sí? ¿Puede un fantasma conformarse enteramente de tristeza, amor y agradecimiento?

viernes, julio 14, 2006

Nos pongamos místicos

Un caballero verde musgo y blanco, para recordar el alba.
Un caballero rojo y sobredorado, para alcanzar el día.
Un caballero oscuro, para celebrar la noche.
Vapores de sangre, sombras oscuras de un dios.
Espadas.

Todo eso, antes de mis alas y mis ojos, quiero ver en este mundo.

lunes, julio 10, 2006

Sapere aude (o samba que K. Dick podía tocar y Lovecraft no)

Mi mundo se ha dedicado a repetir, en un circuito infinito e invariable de representaciones, el ciclo de enfrentamiento entre el ser libre y la nada opresiva, entre el algo que se enfrenta al todo, lo que llamamos devenir y que conforma esas tres o cuatro emociones básicas: humor, pasión, esperanza, miedo a la muerte.
Amor/Odio. Eros/Thanatos. Dualidad.
Quizás lo repetimos así porque no acabamos de entenderlo.
Cuando agotemos todas sus posibilidades ¿dejaremos de ser? ¿O, simplemente, mudaremos de fase, hacia un mundo que prefigure algo más que 10101010101, capaz de incorporar una trialidad, una multiplicidad de factores interconectados, más allá de lo binario?
Sin duda, como los sospechó Wittgenstein, el lenguaje no alcanza a describir esta posibilidad: se queda en la ilusión de poder ver al otro lado del límite, tan sólo por el hecho de reconocer ese infranqueable borde como tal. (¿O venimos de ahí? ¿El aymara, las lenguas signadas por la triple posibilidad –sí, no y algo otro, impreciso, en el medio- no son fósiles vivos, residuos, de esa otra percepción de la realidad? ¿De ese otro mundo?) Mi sangre, mi muerte, doy, a cambio de ojos de vidente, para ver más allá de mi sospecha. Yo, la intempestiva, deseo abrir esa puerta, destrabar esa caja, morir por curiosa, pero un instante antes ¡saber!

jueves, junio 29, 2006

hechizo

De greda y fuego
Estoy hecha

( recipiente-quebrado
Leche-derramada
fuimos)

Vuelve Tiempo Atrás

Previa al estallido
Antes de la sed

Antes

domingo, junio 25, 2006

No soy quién

A veces, la inspiración me sujeta los dedos, impulsándome a correr tras un delirio de letras y frases que se suceden sin respiro. En breve, casi sin aviso previo, el impulso disminuye, el borbotón mengua, el teclear frenético se acompasa. Todo sucede en un espacio atemporal, que me impide medir de manera científica el ritmo y el tiempo que invierto en el proceso. Mi cabeza se sacude, mis piernas se doblan, mi cuerpo se contorsiona. Para cuando me descubro examinando el esmalte de mis uñas, la realidad de la pantalla ha retornado a mí: pero ya he cesado de escribir. ¿Cuántos minutos, segundos, pedazos de hora? ¿Qué ha sucedido? Muchas de las veces, decido eliminar, olvidar, lo expresado. No las suficientes. Vuelvo a ello, ojos cerrados y manotazos de ciega, e insisto, a pesar mío. Ella es más fuerte. Esa impotencia mía, esa obcecada inclinación a obedecerla, me hunden. Y no soy quién para separar esa parte de mí misma.

jueves, junio 22, 2006

Traición al cangrejo


No fue asunto de seguir sus pasos en la playa, mientras esquivaba trozos enteros de materia. Eso lo hice. Tampoco fue cuestión de acompañarle sobre las duras baldosas de la realidad, esto también lo hice. Lo enrevesado fue cuando desapareció y perdí su rastro. Desesperada, tras esperar un rato decidí alejarme. Ahora, que me encontró, ¿cómo hacerle entender que no quise abandonarle? Nos carcome la duda...

sábado, junio 17, 2006

Lejos de la sed

Altiva
detrás de los adornos
Te miro

(mis ojos apenas espejo de tus ojos)

Húmeda de raíz
tensa de recodos
Te espero

Lejos de la sed, nuestro lecho brilla.

miércoles, junio 14, 2006

La vida no es, si no se la alumbra

Cuerpo de sombra
ojos que absorben calles
ruido de fondo
Letras

Sólo eso me resta ser
tu cuerpo lejos de mi luz
(mi fuego sujeto a tus incendios)

Hoy no estoy viva

sábado, junio 10, 2006

el recuerdo de tu entrega

Madre, una luna entera estuve acompañada, pegada noche y día a un joven admirable. Y aún así, los años que te llevo me impidieron admirarlo sin reservas. Otra vez no me he dejado ir, madre, otra vez estuve a punto, y me detuve. Como tú buscabas a tu padre en el mío, me descubrí hallando trozos en él en cada gesto. A pedazos, insistente, el recuerdo de tu entrega coartó la mía. Y eso es todo. Ayer, colgados los dos, llorando de gozo, no atinamos a murmurar una sola frase de querencia. Me vi, incapaz de articular mi sentimiento. Impronunciado, madre, este desaparecerá, alejándose con él, tu pasado en mi, rechazando ese futuro.

lunes, mayo 29, 2006

en el jardin

Tiniebla, entre velo de sangre y otros tonos del sueño. Tocan a mi puerta y estoy dormida, no atino a responder. Envuelta en amarillo tibio, en rosado y gris, espero, detenida ¿Tocan a mi puerta? Inmersa en mi cuerpo, dada vuelta, mis párpados en el fondo de mí misma, no son abiertos. Mis pies cuelgan dentro, levantarme es algo que no puedo. Respiro líquido, mi boca ha olvidado el roce anaranjado de tu boca.
Tocan, rozan con los dedos la madera de mi puerta, y yo, doblada entre penumbras, no puedo ofrecer mi piel a la tibieza de esas manos que insisten a mi vera.
Cesan, y el ruido de esa ausencia deviene insoportable. Cuando despierto, ojos abiertos atravesando esferas, agua corriendo derramando puentes, vidrios de luz, ya no están al otro lado. Exploto al respirar. En el jardín, otro capullo cae abierto.

domingo, mayo 21, 2006

poseedora de los hilos

Echarse y desear, estar casi dormida, casi inconsciente, y aún así percibir, esperar, establecer un imaginado cordón con el futuro. El cielo todo está entrecruzado así, pleno de nuestros absurdos y mínimos antojos. Tan espesa y vaporosa su trama, la llamamos viento, masa azul, firmamento o nubes, ya que es invisible. Junto con el vapor se eleva, estableciendo uno y otro mapa indefinido, mínimo y fluctuante como nuestro anhelo.
Y ahí está. Siendo la mal llamada simetría el simple desgarro de la luz en la entretela. Y nosotros, que ignoramos, sólo sabemos respirar con desenfrenada impaciencia. Ah de aquel nuevo día ya urdido y desentrañado tantas veces, ay del previo tejer de lo que quisimos, ay del miedo, íntimo y cuidadoso de saberme, poseedora de los hilos. Dueña y cómplice de mis siempre realizados deseos.

viernes, mayo 19, 2006

Mariposas

Me mira, los ojos le brillan como si ya me tuvieran dentro. Y yo me quedo quieta, como cazada, sin atreverme a moverme ni corresponder, de sùbito envuelta en la cristalina pared de esa mirada; como una criatura fragil o alborotada, detenida de pronto.
Mi mundo confinado al cerrado entorno de ese instante, solo me resta observar: quién sabe por cuanto tiempo mi alma sabra mantener su pausa, yo-sobre-grava-sobre-verde, antes de desesperar y agitarme toda, reaccionando ante ésa, la soberana percepcion de quien me embarga.
La temporada ha empezado.

lunes, mayo 15, 2006

La luna no esta en su lugar

ni los acentos, ni yo. Tardare en hallarlos y mas aun, no sabre ser hasta. Nadie hay obligado a esperar: volver implica para mi sola la posibilidad del retorno. Tampoco el desierto es igual aqui, rosa profundo; lila; me empuja entre el mar y su sombra roja. Pronto, pronto, pero no de inmediato. Asi como todo.

jueves, mayo 11, 2006

Días Antes

Tras el ruido del ascensor al cerrarse sólo queda la nota oscura de sus pasos en el corredor. Abre la puerta con un gesto cansino, aún se reflejan en el los sucesos del día, del afuera. Va dejando caer su ropa mientras ingresa al apartamento. Cuando encuentra la botella de vino semivacía ya solamente le restan las bragas y una blusa ligeramente rosa. Con una copa en la mano se reclina perezosamente el sofá, estirando y admirando sus piernas, que a esta hora de la tarde brillan de un modo parejo, apenas resaltando la tenue cicatriz del muslo izquierdo. No va a pensar, no va a pensar ni recordar nada, durante al menos media hora. Porque lo que tiene por delante es enorme en su continuidad y dejadez, porque ya se ha embarcado en ello y no hay vuelta que darle. Sólo el frío de la madrugada logrará despertarla: otra vez se ha quedado dormida en el sofá y sus bellas piernas se estremecen, no teniendo quién las cubra después de que su dueña haya caído vencida por el sueño. “Hay que ir a buscar a Mikele” se dice, cuando sus enormes ojos verdes se abren a la luz. Aún estremecida, se levanta para enfundarse en un vestido rosa, gris en ésta, la hora azul del día. “Seguro llueve en Barcelona” se dice, antes de abandonar el apartamento frío, lleno aún de los sonidos de la noche, a los que se mezcla, ahora, el ruido sus pasos, y de un ascensor.

viernes, mayo 05, 2006

cualquier apetitoso contenido

Una redonda gota de materia se desliza en mi interior, pequeña y metálica. Las cavidades rugosas de mi ser la dejan pasar, balanceándola gentilmente de un extremo a otro de mi cuerpo. No hay nada más. Ella sola rueda a través del silencio, resonándolo. La imagino sin brillo, quizás porque su recorrido se me representa en tonos apagados: gira alrededor de murmullos rojos como la madera antigua, atraviesa huecos cálidos, oscuros como las sombras de la tarde. Duda entre un rumbo y los otros. Y está bien así. Sin esa gota, esa dureza ajena a mi cuerpo, yo apenas soy una vulva vacía. Carente de cualquier apetitoso contenido.

martes, mayo 02, 2006

Nada somos

Nada eres. Sentada, con un libro entre las manos, ajena estás al mundo y sus vaivenes. Cuando eras niña, cargabas libros en los brazos como si fueran un talismán. Ahora, sintiendo el frío roce de la piedra, a veces levantas la mirada de las palabras y ves, más allá, a los otros. En eso has cambiado. Sigues, sin embargo, ausente. “Nadie existe de verdad” murmuras, “son más reales los caracteres que leo, las voces y llantos que imagino dentro del papel”. Esperas. No sabes bien porqué, pero lo haces. Y en tu espera, late, firme, tu certeza: nada eres. Sólo entonces puedes dar vuelta a la página, y diluirte tras el fondo de los signos. Alguien hará lo mismo con los otros. De esa certera salvación estás segura. Nada somos.

lunes, abril 24, 2006

eso que preferimos ignorar

La tarde, los cerros, el suave ronroneo de los gatos en el alfeizar de la ventana. Tú la abrazas deseando dormir, para que ese momento no cese, para que se quede fijo, suspendido en tu recuerdo.

La noche, las luces, el suelto divagar de los que grillan. Ella lo abraza, con la lenta desesperación de quien no desea despertar, para que sus senos contra su espalda permanezcan así, como ellos, unidos, acompasados, perennes.

Otra te abraza a ti, y tú te dejas estar, porque la tranquilidad que te depara se aproxima mucho a la gratuidad, a la libre entrega. Cierras los ojos y te niegas a oír el ruego que su piel transmite a la tuya. Ignoras, decides evitar, cuidadosamente, cualquier ramalazo de melancolía. Ella no piensa en ti, él no piensa en ella, tú no piensas en quien busca con sus labios la base de tu nuca.

A ninguno le importa.

domingo, abril 16, 2006

Carne que además puede leer filosofía

Como lo sabe caperucita feroz el secreto está en el silencio, en la atávica capacidad de aislarnos del ruido circundante y permanecer dentro de nosotros, así, callados. Lujo cada vez más esquivo, el silencio es el que nos permite de veras ser, escucharnos de manera profunda, dejar de mentirnos o aturdirnos con toda la serie de sonidos y pantallas. Ahí somos, baste decir que el ritmo del corazón se equipara con la sordina absoluta de nuestro universo, baste decir que el mejor beso es aquel que gime como dos bocas a presión, baste escuchar la nada de vez en cuando, para imaginarnos como algo mejor, como carne que además puede leer filosofía.

domingo, abril 09, 2006

Consideraciones sobre "V" de Pynchon


¿Pero, quién o qué es V? A través de toda la novela, la inicial V emerge como un símbolo de algo a ser perseguido, cortejado y conquistado, algo a ser querido, poseído o reganado, pero nunca para algún motivo en especial. De acuerdo a los “episodios”, V podría ser una mujer misteriosa, que persigue deliberadamente el camino de lo Inanimado mientras el antiguo orden da en doloroso parto luz a los horrores y sinsabores de la Modernidad. Como una sirena, ejerciendo una influencia esclavizadora sobre hombres y mujeres por igual, ella parece contener en sí misma las fuerzas opuestas del estancamiento y la rebeldía en alambicada presión, apareciendo en momentos históricos de decadencia y revolución. Y aún así sus motivos son oscuros; e incluso su naturaleza e identidad parecen indeterminadas, como una partícula quántica que contiene en sí los secretos de la onda y la partícula, subvirtiendo cualquier intento de definición por el hecho de poseer propiedades indistintas. Al final, él mismo admite: “V era ya en ese momento un concepto enormemente disperso”. Amante, prostituta, madre, monja, mujer: aún cuando podría ser el Edén perdido llamado Vheissu, ella debe ser siempre considerada en términos femeninos. Como la exilada Shekina, o la mitad femenina de Dios que los gnósticos llamaban Sophia y los cabalistas creían encarcelada en la matriz del universo físico, V parece más una promesa perdida que una figura real. ¿Quizás, el hecho de crear a V fue algo maravilloso y maravillante? Es posible que V sólo sea una suerte de ilusión, que representa solamente al deseo mismo. Quizás nos lleva -como el impiadoso intento de converger dos líneas paralelas- a la búsqueda de la posesión de algo inalcanzable. O, para verlo del revés, es V el símbolo de las múltiples maneras en que los caminos se bifurcan y difuminan al irradiarse desde un punto en particular…

martes, abril 04, 2006

ellas o yo?


Mujeres derrotadas, mujeres maravillosas donde el cuerpo y los ojos se mantienen a la par, brillando con luz propia. Mujeres que se atrevieron a vivir sin desafiar a nadie más que así mismas, sabiendo que el verdadero desafío se encuentra dentro de nosotras. Mujeres que supieron ser y ahora son. A pesar de la fragilidad, a pesar del eterno desamparo. Ellas, que merecen un lugar en esta buena, fértil, desconocida tierra. Es tan fácil hablar bien de ellas, desde la tranquila distancia del ordenador, las tres comidas, las píldoras anticonceptivas. El feminismo.
Vamos, ¿quién me da una moneda para aliviar su alma? ¿Quién financia mi próxima novela sobre las rebeldes de Alasia? Os lo juro: llorarán los irresueltos morales, se compadecerán las ecologistas de carné, me denostarán en la tele los antifeministas. Po_Le_Mi_Ca. Así se llama ahora la promesa de quien vende su alma al diablo por fama y dinero, en estos días (y se deletrea a f r i c a a f h g a n i s t a n o m a s u y o s h e r z e g o b i n a m a l a s y a m e x i c o a m a z o n i a hasta que las letras se agoten, hasta que ya no demos más, hasta que se nos ocurra una solución o den algo mejor en la tele ¡ shhh ! )

el amado

Soñé con el amado. Lenta, reflexivamente, esas palabras vienen a mi boca, al instante de despertar. Es mi constatación lenta, mínima aunque firme: eso es lo que resume los periplos de mi noche. Una sola frase, y el destello de sangre y sudor que aconteció entre sueños. Caminé con él, calibrándolo. Y mi certeza marcó al instante más allá de toda duda posible. Esta vez, no he sido yo quien te ha escogido. Está bien así. Tú tampoco supiste bien porqué yo y no otra. Inescrutable el designio, queda la sensibilidad, acaso extrema: bien está que yo sea tuya, puesto que no puedo basarme en otra desazón para saberte mío.

sábado, abril 01, 2006

Sin permiso

Tocaban a la puerta, afuera Barcelona estaba envuelta en una niebla espesa. Por un momento a Mikele no le cupo la menor duda, era la lluvia y el batir desvencijado de la puerta. “Nada más, jotío, ni siquiera un cuervo”. Cuando el batir se hizo más insistente y se pusieron a gritar su nombre, sin ningún respeto por la hora ni los vecinos, no tuvo más remedio que apresurarse hacia la puerta, para dar paso a la mojada criatura, vestida enteramente de rosado, que le estampó un húmedo beso en la mejilla.
_¡Raspa! ¿Hace cuánto que no te afeitas?
Mikele en un gesto automático se pasó la mano por la barba, mientras intentaba dilucidar si aquella niña con botas rosa añejo, impermeable fucsia, cofia, aretes y boca rosa encendido era una aparición o un mal recuerdo. Se decidió por lo segundo.
_Preciosa, han pasado unos años –le dijo Mikele mientras la conducía adentro- aún así, te ves exactamente igual a cuando nos conocimos.
_Lamento no poder decir lo mismo- dijo ella- y Mikele sintió que sus ojos verdes le medían de pies a cabeza. Intentó ser amable.
_Adelante, linda, ponte cómoda. ¿Tequila, como siempre?
Ella se limitó a asentir con la cabeza, se había quitado el impermeable y ahora sólo mostraba un delicado vestido rosa, de esos que a Mikele le traían aún los recuerdos de tambores y velas en Brasil, en las playas, antes de asistir a los exorcismos.
_Dime que no vienes a eso, guapa. Más bien, dime que no has venido, confírmame que estoy imaginando cosas, y por sobre todo (no tomas limón ¿verdad? ¿sal?) entiende que ya hace mucho que intento no hacerlo.
_Mikele, esta vez es serio, no estamos hablando de ninguna especie conocida de condenados.
_Ya no soy cura, cariño, de qué voy a servirte. Demonios, incluso he estado casado y no...
_Estamos casi seguras de que fue ella... esta criatura, quien mató a tu esposa. Debes creerme Mikele.
Sus ojos tristes, como siempre. Una inmensa muñeca de ojos tristes (verde víbora, pensó el) y cuerpo de porcelana le miraba seriamente. “No olvides -se dijo a sí mismo Mikele- que aún así esta criatura lleva la marca de la serpiente, por más que ahora utilice esas piernas enfundadas de rosado para ayudar a nuestro bando...' Le alcanzó un segundo vaso de tequila mientras mentalmente se preparaba para abandonar el apartamento, la ciudad, este lado del Atlántico.
_Veo que estamos apelando a mi buena fe- le dijo. Y sonaron dos copas.

Cba, abril 2005

domingo, marzo 26, 2006

Las hormigas y el destino

Las hormigas aparecen todos los años en mi cama, y no están anunciando lluvia. Las sábanas cubiertas de su ansioso moverse me empujan a destinos inverosímiles, desde hace ya mucho tiempo. Como un ritual inesperado: así ellas me empujan a mudar mi cuerpo de colchón. Aunque las circunstancias varíen, a pesar de que el espacio físico donde duermo, a veces, no cuente con un plan secundario, aunque no siempre (lo sabemos) haya otro lecho que te espere, aún así ellas deciden invadirme.
Quizás persiguen mi olor. El lento rezumar del cuerpo que cambia y se diluye, que tal vez posee una nota en especial atractiva, una vez cada año, en un ciclo por demás conjetural, insospechado. Acaso ellas beben de mí algo que yo no me sé.
Igual, no puedo evitar pensar en dos destinos: ese día posible donde me pierda definitivamente, y me abandone al lento gritar de quien ve hormigas salir de sus ojos, delirante de soledad y copas. O el de acabar llevada por las reales, marrones y chicas, como quien arrastra al último de una dinastía. Y cada año mi inquietud se acrecienta, ¿cuál será pues, el punto final de estas periódicas apariciones? ¿Cuál mi destino?

lunes, marzo 20, 2006

El perfume

El perfume es la primera medida de mi tiempo. Sobre los recodos de mi piel, como quien imita el silencio de mis células, el rumor de mis huesos al cambiarse a sí mismos por otros; lentamente: así los vapores con mi esencia envuelven y marcan mi paso por los días. Es en vano tratar de acelerar su uso, después de cierta cantidad, inevitable, el aroma me satura. Inútil agotar mi frasco en unos días, absurdo también
-aunque más común- guardarlo y reservarlo, como quien vive un día sí y el otro no. Quizás, cuando el momento llegue y el recipiente esté vacío, me atreva a cambiar de perfume.
No se extrañen. En mi esencia está el creer que la gente cambia, aunque el proceso sea tan lerdo y delicado como la lenta gestación de un frasco de fragancia. Algunas notas permanecerán –no deseo negar quien soy- otras se adecuarán a la madurez de mi propio cuerpo. Así, hasta que la vida decida dejarme seca, como la botella a la que no se le puede extraer ya nada, ni siquiera una parsimoniosa gota.

martes, marzo 14, 2006

También en Rapa Nui

Hotu Matua no se imaginó que iba a morir allí, cuando la tormenta lo depositó en sus arenas. Los doscientos polinesios en éxodo que conformaban su desesperado séquito, tampoco.
Nadie se imagina dónde exactamente va a morir, ni qué obsesiones heredarán sus hijos.
En Rano Raraku, decían que tan absurdo como saber el futuro, era pretender adivinar a dónde miraban los moais. De espaldas al mar, nueve cientos de éllos miraban al cielo, las orejas largas, escuchando el gemir de quienes los esculpían, en la absurda cantera de Rano Raraku.
Cuando el hambre pudo más que la costumbre, los Orejas Cortas mataron a los Orejas Largas, y tiraron a los moais de bruces al suelo, con los ojos arrancados. Ese fue su triunfo, después de haber hecho, hambrientos, un moais por año. Por casi mil años, Hotu Matua, tus hijos marcaron su encierro y tu obsesión.
Después, el mundo no se hizo esperar mucho. En botes llegaron para tomar a sus mujeres, para secuestrarlos, para llevárselos y devolverlos con lepra o sífilis. Casi al final, volvieron al curioso número de doscientos.
Así pasó en Rapa Nui, isla pequeña, en el abrir y cerrar de ojos de un milenio.

sábado, marzo 11, 2006

pequeño cuento de terror a las diez de la mañana

Toda la noche soñé contigo. Entero, hermoso, como siempre pude verte. Eras tan fuerte que no te permitían jugar con los otros porque podías hacerles daño, tan especial que podías volar, y cómo lo hacías. Comenzábamos el sueño conmigo dispuesta a saltar, a dejar la cama para salir aunque estuviese durmiendo, con ese nervioso corazón que te esperaba y tú también, con “eso” haciendo eco ligeramente en tu voz. Después, el clima alrededor se hizo frío, apenas luminoso. De la nada tus problemas empezaron a aparecer y en los sueños los líos se hacen tramas, armas, imágenes feroces: tú querías cortarte los brazos, las piernas, cortarte y abandonarlo todo, vender tu alma y recostarte a amar a otra, alguna que deseara estar contigo, nunca yo, yo condenada a mirarte porque era tu amiga, acompañando lo que fuese aquello que te hacía tanto daño, despertando para sentir que nunca te había mirado tanto, amado tanto. Y de pronto, tu suicidio. Yo llevaba trenzas y me había peleado con mi padre por ser desconsiderado al opinar sobre tu muerte, cuando en realidad y como siempre la equivocación era mía por malinterpretarlo. Serenas, fumando en un salón cerca de una piscina que antes no existía, mujeres me explicaban que primero te tiraste a la piscina sin avisar a nadie y que te sacaron, que ya hacía un par de días que estabas inestable, que te encerraron en un cuarto para serenarte y tú... aprovechaste algún descuido para acabar, ahogado y fuera de esta vida. Entre mis lágrimas, atiné a balbucear, con esa lógica del ensoñar, que alguien al menos te había sabido mirar con ojos llenos, alguien que te deseaba en las noches y quería entender todos tus tiempos. En mi arrebato no supe detenerme un segundo y observar, segundos antes de la opresión en el pecho, del agitado abrir los ojos, que en el fondo...ya había aceptado tu muerte. El despertar se me hizo paralizado, imposible por su inercia, desde ese entonces.

sábado, marzo 04, 2006

una pequeña historia

Aquí en Alasia, en la zona liberada, hubo una aldea y un castillo sobre el muro de roca. El nombre no es importante, pero, irónicamente, era de mujer. La aldea era grande y las mujeres se levantaban a la mañana cantando –siempre supimos cantar para ocultar nuestras desventuras- tempranito, antes que los hombres. Antes que el sol. Recolectaban leña, buscaban agua lejos, rezaban oraciones, cuidaban a los chicos, preparaban la comida, soportaban los golpes. Mucho caminaban. En el castillo había un solo hombre y varias esposas. Ellas debían pelear por los derechos de sus hijos, soportar las rencillas internas, compartir al dueño de la aldea. Todas ellas eran nuestras madres y nuestras abuelas. Hace 15 años, los hombres de la aldea partieron para una de las muchas guerras absurdas que ellos hacen. Quedaron sólo algunos soldados, salvajes, y el dueño del castillo. Estos soldados comenzaron a desarrollar un gusto por la violencia, por el abuso, que desgastó la mente sumisa de nuestras mujeres. Cuando ellas querían ir a por agua, un soldado las obligaba a desnudarse, cuando una se alejaba sola por leña, tardaba más de la cuenta en regresar, y volvía llorosa y dolida. Comían a los animales, dejándolas famélicas, hasta que aprendieron a comer solamente frutos de la tierra. Así fue, no ha sido ni será la primera vez que hombres vejaron a mujeres de este modo.

Las mujeres entonces se reunieron en asamblea y pidieron una plática con el dueño del castillo. Fue la comisión a hablar con él y le plantearon, humildes, que los soldados cesaran de abusarlas. El señor nunca entró en razones ni les hizo caso. Se burló de ellas, las maltrató, las amenazó y las corrió. Al otro día los soldados las abusaron con saña renovada. No hay otra palabra para esto que explotación.
Las mujeres se reunieron otra vez e hicieron cuentas. De un lado, estaban cientos de mujeres, con unas cuantas leguas de malas tierras, llenas de piedras, secas.
Del otro lado estaban un puñado de hombres armados, y un lugar con buena agua, con animales. Hicieron cuentas, nuestras madres, y supieron que en la guerra no podrían solicitar justicia que no viniera desde ellas mismas.
Llegó entonces, a esta aldea, una anciana. Pobre como ellas, desvalida como ellas, pero algo bruja. Brujas son apenas las que saben de yuyos que curan y de palabras que salvan. Habló en noches de luna sobre rebeldía y organización, mitigando los miedos. Las mujeres reconocieron que lo que ella decía era secreto y que había que cuidarlo. Ella caminaba de noche, hablaba de noche, se aparecía de noche. Algunas temerosas creían que era una djinn, una curiosa mezcla de Lilith y demonio. Pero sólo era una mujer como nosotras, acaso más sabia, más dura. Quienes la escucharon esa vez, antes de la hora donde los hombres se despiertan, dijeron que estaban de acuerdo. Supimos que había caminado otras noches, en otras aldeas, en otras madrugadas. Supimos que la rabia y la indignación eran de muchas. Muchas, pero por una vez, decididas en colectivo. Yo la conocí, y le conté la historia de Lilith, la mujer hecha a semejanza del hombre, que decidió salirse de los planes de su dios y su paraíso. Ella se rió cuando le dije que ella se fue porque quería hacer el amor arriba. Entre sus arrugas, sus ojos brillaron como dos perlas negras, sus mejillas siempre se arrebolaban como las de una niña. "Sabes, Vocera, ya va siendo hora de que las mujeres estén arriba."
Como ella hubo entonces decenas de compañeras, de líderes naturales en sus aldeas, abandonadas de todo hombre. Ellas también decían que era la hora de las mujeres arriba. Era el año 2005, hicimos entonces una consulta, y se votó la rebelión.
El año del 2006 se nos fue en preparativos. Llegó el mes de las tormentas. Nuestras mujeres se levantaron, cantando, pero no a seguir recibiendo golpes, sino a darlos. Emborracharon a los soldados y les robaron las armas, algunas murieron, pero lograron replegarse hasta una zona segura.
Todas se replegaron entonces. Sabemos de la capacidad de estos hombres para luchar y enfrentarse, pero también sabemos del miedo que una mujer fuerte inspira. Por eso nos temen. El 2007, tomamos esa primera aldea, junto con el castillo empotrado en la roca.
Las mujeres de ese jefe nos ayudaron, y decidieron quedarse con nosotras. Después pasó lo que pasó, y vosotros sabéis, habiendo sido parte de esta nuestra lucha.
Todas las fincas en esta zona fueron recuperadas y, después del 2007, sus tierras fueron repartidas. Entonces las mujeres se reunieron y volvieron a hacer cuentas, no de justicia esta vez, sino de muertas.
Nuestros nombres no serán aquellos de la muerte, sino los de la lucha.

lunes, febrero 27, 2006

otra vez el príncipe y la princesa

...una historia que me ronda la cabeza desde ayer, un par de imágenes, antes que nada: Se trata de un príncipe, que por milagros de la vida tiene la piel de un erizo o puerco espín y anda montado en un gallo enorme, es poderoso, pero nadie quiere casarse con él por su apariencia. Le salva la vida a un rey, y éste le da a su hija. Él la toma, pidiendole que por tres días no le pregunte de dónde viene ni toque la piel espinosa que se quita cada noche de nupcias, al dormir con ella. Pero esa tonta, arrobada porque sin piel el príncipe es hermoso, la lanza a la chimenea. El príncipe-puercoespín la abandona, adolorido y furioso. Ella se arrepiente, cómo no hacerlo, decide lanzarse en su búsqueda. Agotará caminando tres sayos de tela dura y tres pares de zapatos, unos de bronce, otros de hierro, otros de acero... su cabeza se tornará blanca, y verá muchas cosas, hasta cambiar internamente y merecer hallarlo. El resto, como los cuentos no son las historias, no te dice cómo viven las personas felices, quizás porque ellas mismas no se dan cuenta en qué consiste su felicidad. Quizás, lo que me pasa es que yo sé que necesito cierto orden de procesos,ciertos desafíos a lo largo del tiempo, antes de saberme merecedora de algo, de alguien

lunes, febrero 20, 2006

Irlanda

Mataron a todos, los mabinogios: guerreros, pastores, marineros, mujeres. Hubo sangre, huesos rotos, y desolación. Cinco de ellas, encintas, quedaron. En una cueva, en un desierto, lejos de todos aquellos que ebrios buscaban la muerte. Cinco hijos tuvieron, salvajes, que se hicieron como si el mundo entero fuese suyo. “Al ser hombres, al interesarse por las mujeres” dice el Mabinogi, como si una cosa implicara la otra, “cada uno desposó a la madre del otro”. Y poblaron, así, cinco reinados.
Meath y Ulster aún conservan su nombre. Conacht, Leinsten y Murster deben estar escondidos tras las denominaciones geográficas del siglo… Ni la loba que alimentó a Rómulo y Remo, ni la pareja que fundo el Tahuantinsuyo, al bajar del cielo, me llegaron tanto como la imagen de éstas abandonadas, valientes, capaces de sobrevivir para parir un reino. Dios salva a las reinas…sin duda

viernes, febrero 17, 2006

bestiario


Bajan a comer los fríos cadáveres de los seres del mar salado. Melenas al viento, fauces cerradas y ojos avizores, están escondidos tras los árboles oscuros, en lugares sin nombre...

lunes, febrero 13, 2006

cuando me hablan del mundo

Tengo una idea del mar que se reduce a los diversos azules y relieves dentro del celuloide, armado en mi memoria a base de comparaciones y recuerdos de horizontes blanqui-azules, salados, fríos y tibios, de un par de orillas donde me he zambullido y zarandeado en los dos costados del continente.
Tengo una idea más difusa aún de los territorios que bordean el Pacífico y el Atlántico, reducidos a una serie de clichés televisivos y a una impresión brumosa, producto de las horas de andar revisando mapas y nomenclaturas en mi, atribulada, cabeza.
Cuando me hablan del mundo, mi mente escucha la lluvia incesante de datos que conforman mi experiencia.
En cuanto a las relaciones intra humanas, mi comprensión va amoldándose: dentro y fuera de mi cuerpo laten todos al unísono, debajo de los 37º C que definen la cálida masa amorfa que constituimos.
Y aún así, con toda esta confusa serie de imaginarios en mi cuerpo y mi cerebro, dicen que soy una persona seria y coherente, de la que se pueden esperar sensibles opiniones sobre lo que nos rodea y acontece.

lunes, febrero 06, 2006

formas de llegar

Abres la puerta, hay cucarachas por todo el piso, muertas, y huele a encierro. “He estado afuera demasiado tiempo”, murmuras, mientras te pones a barrer.

Llegas y lo primero con lo que te topas son las cuentas sin pagar, lo segundo: con que te han cortado la luz. Hay tantas cosas rotas y tú vienes tan cansada que sabes que hasta no ver otro día no tendrás ánimo para enfrentarte a ellas. Así que no te queda otra que arreglar el primer colchón que encuentras hasta que te da hambre y decides salir, tras una ducha.

No quieres que nadie sepa donde estás o que llegaste, así que evitas el teléfono por un rato. Es un lunes –esa tu manía de llegar los lunes- y tu hambre combinada con la noche borrascosa te empujan a un café chico, de moda pero en estas circunstancias vacío, y tus ganas de gastar un poco de dinero y saciar tu apetito te empujan a pedir spaghetti a la gorgonzola. Afuera, llueve.

Sales corriendo a hacer cola para pagar todas las cuentas atrasadas, porque quieres luz y gas y una ducha tibia mientras escuchas a Drexler. Hasta más allá de las doce no te haces un espacio para comer un sándwich francés, antes de hacer otra cola y conseguir dos entradas para Sabina. Menos mal que llegaste a tiempo, son casi las últimas medianamente vivibles. Luego, sin querer llamar a nadie –pocos son los que te llamarían, en realidad- te metes a ver Old Boy (la escena del calamar vivo es impresionante como decían, el resto no) y luego tratas de comprar un poco para paliar tus ganas mal atendidas de comer.

Con el spaghetti y una vela como compañía, escuchas llover. En tu abstracción (eso que haces siempre, cuando tienes dos segundos de sosiego) no te das cuenta de que la calle se está inundando. Al salir, no podrás hallar taxi por un buen par de cuadras, y estás mojada, con las sandalias beige plataforma en una mano y el cabello corto humedecido, mientras sonríes feliz pateando el agua sucia. No está mal llegar así, después de todo.

Hay mucho en oferta, pero aquí no te dan ganas locas de flan como cuando estas en tu país, ni los yogures te parecen tan apetecibles. Además, cada trozo de queso vale lo que dos entradas al cine y si te preguntan, “cine o sardina” tú deberías responder, como el Gran Caín Cabrera Infante, que o cine o cine. Debe de tener algo que ver con eso de que la comida embrutece y el alcohol ilumina, debe ser algo como el alcohol, el cine. Antes de dormir con el estómago más vacío que lleno, seguro agradecerás al cielo y a la vida. Oportunidades de llegar así de satisfactoriamente a un lugar ajeno son difíciles, en verdad.

“Quizá” te dices, mientras te metes a la cama solitaria, “la cuestión está en saber llegar, como dice la ranchera”. Otra manía tuya, aparte de la abstracción, es pensar boludeces como ésa.

jueves, febrero 02, 2006

A mi costado

“No tengo alas para llevarte, pero si faltas, cómo salvarme” (Ismael Serrano)
Todavía no le pregunté si se quedará, temo mucho la respuesta de un jamás, de un imposible. Temo, por sobre todas las cosas, que ella reflexione y considere su actuación, su comportamiento, como algo descabellado e irracional. Aún, por suerte, me mira como la primera vez, con esa mezcla de voluptuosidad y amansamiento que la caracteriza. No olvidaré yo, nunca, la manera en que una noche apareció en mi cama y decidió quedarse. Desde ese primer desayuno mi escrutinio no cesó en la búsqueda de una razón para su estadía, sin hallar nada que me distinga del resto, de los otros. Con el tiempo y la calidez de sus manos, con la rutina y el amor de sus comidas, me fui calmando. Aún, a veces, la miro con aprensión: temiendo el día en el que vuelva a “nuestro” lugar y no la encuentre, temiendo esos días frenéticos de ir buscándola, sufriendo como si ninguna otra mujer pudiese reemplazarla. Acaso ninguna puede. Mientras tanto, consciente del milagro de su permanencia, no ceso de llevarle flores, regalos y comida, para que se acostumbre y sienta -¿es que pido demasiado?- que éste es su lugar en el mundo. No quiero imaginarme mis noches con su ausencia, el día en que ella despierte y decida, a la fría luz de los hechos y los días, que no soy quién para hacer, (de mi persona, de mi compañía), la razón de su demorarse aquí, a mi lado.

viernes, enero 27, 2006

eso que no puedo dilucidar

Estoy en el boliche, rodeada, atravesada por ojos y miradas, por roces y espaldas, telas y músicas. De un humor tan peligroso que al día siguiente sé que voy a tener que pesar mis palabras, calibrarlas, con la vana esperanza de que me crean borracha, incapaz de herir sobriamente a nadie. Estoy con varios vasos, aunque pronto serán sólo vasos llenos de agua, (pretendo convencer, ¿a quién? en vano, que se trata de vodka aguado o algo similar), estoy conversando con varias personas, estoy bromeando y mirando a los ojos a un escritor muy conocido. No puedo evitar pretender, desear, conocer cómo piensa éste del que se habla tanto. Le conozco a través de tantas amigas y amigos en común, de tantas situaciones próximas, que no distingo bien a la persona de los recuerdos compartidos que conforman la información, las imágenes y sonidos que poseo de él. Mi humor, ácido como el limón que acompaña los tequilas, no alcanza para cuestionarlo como verdaderamente quiero. Una sensación extraña me embarga, a ratos, sin que yo sepa porqué, mientras ella pasea y saluda en un proceso similar al nuestro, bromea en un proceso similar al nuestro, divinamente hermosa y segura de sí misma. Cuando desaparecen juntos, en primer lugar, no pareció que desaparecieron juntos y de común acuerdo. Cuando nos llamaron desde otro boliche para acompañarlos, en segundo lugar, no pareció que lo hicieron porque sabían lo que estaban haciendo. Cuando llegué yo y la vi, besándolo, (olvidada de los ojos, las miradas, los roces, las espaldas, las telas y las músicas), me pareció que no me correspondía el tercer lugar. Así que mi humor y yo partimos, junto a románticos y apasionados amigos, a mirar los puentes y la noche, a dilucidar los misterios de los recuerdos, mientras arrojábamos botellas a los ríos. Por suerte, logré que el sentimiento que me embargó al momento de verlo se diluyera, junto a mi humor, antes de que el cielo se llenara del azul de este amanecer. Y a pesar de todo lo descrito, no alcanzo a explicarme, a entender, porqué la sensación que me ronda y cuida a ésta, nuestra amiga en común, es una sensación de derrota, como si su error –besarlo, tener una relación, siendo él famoso, casado, inalcanzable- fuese mío en parte, como si mi circunstancial entrada a ese boliche tuviese algo que ver, en parte, cuando las vidas y recuerdos de los que me rodean apenas alcanzan a definirme como la que soy, con copas o sin ellas, y no permite, de ninguna manera, apresar lo que exactamente siente, desea o percibe el otro. (Apenas un temblor, unas posibilidades, me circundan).

miércoles, enero 25, 2006

O

Sonrisa campesina

Manto de cuento

Ojos traviesos

Y olor a tabaco


Mi abuelo…

Z

Una osamenta pesada

Una elefanta

Una grande ojos verdes

Y flor cerrada



Mi abuela…

miércoles, enero 18, 2006

Toda emoción pasa

Y una está, indiferente, con su café de las nueve, leyendo porque hay que leer, porque toca Milanés, porque la comida todavía no debe ponerse a las hornallas. De pronto, así como puede llegar la incoherencia, caen los ojos sobre las páginas manchadas de suciedad, de sudor, de la represión de Todos los Santos en 1979. Todos Santos, día de muertes. Natusch y los tanques. Los tanques absurdos en el Prado, los tiros, mi gente que en Navidad del 2005 no puede desear felicidades y recuerda –riendo, llorando- que murió el de al lado con un tiro en el pecho, que escapó el hermano menor, que el mayor no se imaginó lo que iba a costar el enfrentamiento. De golpe, todas a la vez, las imágenes de civiles corriendo, de manifestaciones y de paros, de huelgas y de llanto, me emborrachan. No he terminado el café y no ha terminado el gobierno de García Meza, en las páginas de mi libro. Estoy yo quieta, como congelada, susceptible de todo tipo de estremecimiento. Mi hermana toca mi hombro, me pregunta cuándo nos vamos de viaje, de vacaciones; sorprendida de verme casi llorando. Y yo, la mujer menos indicada para explicarle todo esto, sólo atino a balbucear, como tantas otras cobardes: “No es nada…debo estar lábil, por mi período menstrual, por mis hormonas, por mi tendencia a la melancolía. Nada más”. Con el paso de las horas, Natusch, Lidia, Siles Suazo, Marcelo –también él- se irán diluyendo, como los vapores de mi cocina, este mediodía. Toda emoción pasa… y desaparece.

martes, enero 10, 2006

La iglesia barbada, el mantel y su sombra

Soñé con una iglesia, recuerdo que deseaba llorar por lo bella que era, abombada y con un aire que extrañamente parecía rodearla de líquenes grises, ajados, como cuando no se pueden ver bien ciertas formaciones arbóreas, porque hay cierta distancia y además está oscureciendo al momento de posar nuestra mirada en ellas. La iglesia estaba llena de arcos y me producía sensaciones que no recuerdo haber poseído en otros sueños, como si últimamente me estuviera volviendo más sensible a las cosas que siento en oposición a las cosas que pienso, dentro de los sueños, por supuesto. También soñé con las preocupaciones del día, con mi madre que dormía a mi lado y con algunas de las ideas que me rondan y me atenazan, a veces. Me sorprende no soñar con las muertas, cuando todo lo que hago es bordar y comer y leerme cientos de páginas de muertas, un listado tan absurdo e interminable que suena a hueco, a casilla vacía, cuando es en realidad un goteo incesante de vidas arrancadas, allá, en Sonora. Pareciera que las odian, que las desprecian y las temen, de tanto que las matan a mis pobrecitas hermanas. Bolaño es tan sensible que tengo la sensación, al leerlo, de que se fue muriendo él también, de tanto averiguar los pormenores violentos de aquél absurdo. Y no debo estar lejos de la verdad, ya que murió sin alcanzar a publicar esto que me come las tardes 2666…ya vendrá una reseña más trabajadita cuando lo termine, que no es poca la tarea a la que me enfrento (casi como terminar de bordar un mantel ya comenzado, díriase).

lunes, enero 09, 2006

Estar a tiempo

“Lo que pasa con las mujeres, es que no llegan a considerarse del todo humanas”. Caminábamos a tientas, adivinando el suelo con los pies, guiados apenas por el rumor del agua. No hacía frío, solamente las luciérnagas, jugando a disfrazar los montes de cielo, tiritaban. La noche agrisada, vivaz, atrapada por la luna -esa otra mujer, que vive tomando sol- nos imponía temas un poco borrosos, como los contornos de un recuerdo. “Muchas veces las buscas por trozos, de a pedazos. Absorben las cualidades de las cosas, a veces son sólo grandes conocedoras de música, a veces besan bien, a veces te miran y sólo quieres que la vida se te vaya correspondiendo a esa mirada”. Yo camino apoyándome en su hombro, deseando cuidar para siempre una imagen que parte sólo de mí misma (una boca tersa, humedecida, unos ojos jóvenes que envuelven, como brazos muy calientes), algo que supo ser inefable o atrayente y que va redondeándose, pulido por los días que pasan y hacen a las mujeres retratos, fijaciones, máscaras del misterio que encierran, que ya olvidaron. “¿Nunca supiste querer a alguna como ella misma, como a un ser auténtico, irrepetido e irrepetible?”. “Claro, la quise. Como a alguien que posee además, su juego propio”. Las estrellas parecen querer bajar hasta nosotros, mientras yo lamento la desaparición de aquello que supo hacerlo mío, hace tantos instantes. “Tal vez el secreto radica en mirarlas de una vez, enteras, bien al frente”, me dice, sus palabras se pierden entre los susurros del silencio . “Como antes”. “Como antes, sí, cuando nosotros fuimos a construir ciudades y ustedes se fueron a conocer los misterios de los cuerpos, de las plantas, cuando nuestra pasión era cuidarlas y el vuestro era guarecernos”. No nos miramos, una luz roja atrae a las luciérnagas, anunciando el final de un recorrido. Queremos abrazarnos, prometer, quizá absurdamente, que volveremos a ser, él y yo, humanos que supieron mirarse, cara a cara, sin caer en lo aparente. Tus ojos y mis ojos, deseando por fin lo que realmente ven. “Quizás las mujeres estemos volviendo a ser”. Sonríe como quien ha sido descubierto, en el momento exacto de pronunciar algo compartido. “Quizás su llegada resulta no ser demasiado tardía”. Entrando a la puerta roja, sin tocarnos, subimos a la luz como quienes creen, aún, estar a tiempo.

martes, enero 03, 2006

Alejandra Dorado "Oh! Dolorosa pequeña niña" (Tragedia en XIV actos) Collage digital, impresión sobre canvas 110x66 cm, busco desesperadamente

Dolorosa pequeña niña qué imagen amable tengo de mí misma me miro en el espejo y no recuerdo porqué dijeron lo que dijeron la verdad no importa todos los hombres son lobos incluyéndote a ti que te acercaste prometiéndome tocar la luna y a dios pero sólo sentí un líquido caliente blanco rojo todos los hombres son fieras son jueces me miran me persiguen me torturan yo escapo pero vas comiéndome de adentro los hombres se lavan las manos vas creciéndome dentro las mujeres me gritan pequeñas muertes soy sagrada recojo hilos de tinta me arrojan agujas planchas máquinas de coser mamaderas tú vas llorando saliendo y aunque te hagas hombre me arrancaste ya el pecho el corazón soy santa te amo aún te amé nunca yo también seré hombre mujer niña los ángeles me levantan a pesar de la carnicería de la sangre de los gritos las espinas pobrecita mártir puta iluminada he sufrido pequeñas muertes soy sagrada los hombres perecen en el polvo ya nada es catorce suelta un filósofo tu cuna
“Seré daga” para Alejandra, agosto 2003