lunes, diciembre 26, 2005

Mi lejano

No vivo aquí, soy de otro lugar. No busco tus ojos, vengo de guarecer en mi alma otros, distintos, diferentes a los tuyos. Junto a otros rostros y otras voces, mi cuerpo fluye. Y sin embargo, no soy de más allá. La tierra redonda y azul es mi confín, junto con los cerros angulares y también azules. Mis tonos de voz, mis miradas, mis manos junto a los diversos fuegos, no alcanzan sino a repetir rituales que me pertenecen, aunque estos sean también parte del mundo que me observa. Yo soy el mundo, este mundo, nuestro mundo. Mi piel es la de todos. Por eso, aunque este no sea mi lugar, tampoco me es ajeno. Y tú, así como yo, no dejas de ser, a la vez, mi oposición; mi cercanía. Aquella parte mía que dejo y a la cual retorno, (sin apenas el derecho de llamarte mi lejano).

sábado, diciembre 17, 2005

Te quiero

Te quiero en silencio explorando mi costado, de pie, ante mí, con tu mano fuerte y tus dedos suaves. Tus dedos entre mis piernas, concentrados. Mis dedos en tu boca, sujetos a aquél gajo de naranja que introduzco por sobre tu lengua, lentamente, como te introduces tú, lentamente, hasta que un golpe seco marque las vibraciones de mi estómago y tu boca me bese, habiendo devorado ya la fruta introducida entre tus labios. Te quiero cerrando los ojos a ese instante, tu cuello sobre mi cuello, en el lapso breve que precede al arrojarnos en el lecho, o peor aún, al ir abandonándonos. Te quiero, antes de partir yo, acomodándome el cabello o el vestido, dándote la espalda, para no ver tu rostro encendiendo un cigarrillo, al dejarme partir, como he querido, apenas con esta imagen y mi nada, allá donde tú y yo nos despedimos. (Ese lugar arrinconado, donde nuestras batallas poblaron tantos campos, llenos de mutuos muertos y de heridos).

viernes, diciembre 02, 2005

Intermitencias

Como una hoja, como una imágen que cuenta con demasiados átomos para materializarse, estoy a punto de desaparecer. Dejarse llevar es también eso: estar y no estar, con las intermitencias que Saramago quiere escribir ahora de la muerte. Exagero, como siempre: apenas es un temblor de brazos, lo mío, un insomnio previo al gran viaje que me aguarda. Como si vivir no fuera un permanente ir viajando, yéndose.