lunes, mayo 29, 2006

en el jardin

Tiniebla, entre velo de sangre y otros tonos del sueño. Tocan a mi puerta y estoy dormida, no atino a responder. Envuelta en amarillo tibio, en rosado y gris, espero, detenida ¿Tocan a mi puerta? Inmersa en mi cuerpo, dada vuelta, mis párpados en el fondo de mí misma, no son abiertos. Mis pies cuelgan dentro, levantarme es algo que no puedo. Respiro líquido, mi boca ha olvidado el roce anaranjado de tu boca.
Tocan, rozan con los dedos la madera de mi puerta, y yo, doblada entre penumbras, no puedo ofrecer mi piel a la tibieza de esas manos que insisten a mi vera.
Cesan, y el ruido de esa ausencia deviene insoportable. Cuando despierto, ojos abiertos atravesando esferas, agua corriendo derramando puentes, vidrios de luz, ya no están al otro lado. Exploto al respirar. En el jardín, otro capullo cae abierto.

domingo, mayo 21, 2006

poseedora de los hilos

Echarse y desear, estar casi dormida, casi inconsciente, y aún así percibir, esperar, establecer un imaginado cordón con el futuro. El cielo todo está entrecruzado así, pleno de nuestros absurdos y mínimos antojos. Tan espesa y vaporosa su trama, la llamamos viento, masa azul, firmamento o nubes, ya que es invisible. Junto con el vapor se eleva, estableciendo uno y otro mapa indefinido, mínimo y fluctuante como nuestro anhelo.
Y ahí está. Siendo la mal llamada simetría el simple desgarro de la luz en la entretela. Y nosotros, que ignoramos, sólo sabemos respirar con desenfrenada impaciencia. Ah de aquel nuevo día ya urdido y desentrañado tantas veces, ay del previo tejer de lo que quisimos, ay del miedo, íntimo y cuidadoso de saberme, poseedora de los hilos. Dueña y cómplice de mis siempre realizados deseos.

viernes, mayo 19, 2006

Mariposas

Me mira, los ojos le brillan como si ya me tuvieran dentro. Y yo me quedo quieta, como cazada, sin atreverme a moverme ni corresponder, de sùbito envuelta en la cristalina pared de esa mirada; como una criatura fragil o alborotada, detenida de pronto.
Mi mundo confinado al cerrado entorno de ese instante, solo me resta observar: quién sabe por cuanto tiempo mi alma sabra mantener su pausa, yo-sobre-grava-sobre-verde, antes de desesperar y agitarme toda, reaccionando ante ésa, la soberana percepcion de quien me embarga.
La temporada ha empezado.

lunes, mayo 15, 2006

La luna no esta en su lugar

ni los acentos, ni yo. Tardare en hallarlos y mas aun, no sabre ser hasta. Nadie hay obligado a esperar: volver implica para mi sola la posibilidad del retorno. Tampoco el desierto es igual aqui, rosa profundo; lila; me empuja entre el mar y su sombra roja. Pronto, pronto, pero no de inmediato. Asi como todo.

jueves, mayo 11, 2006

Días Antes

Tras el ruido del ascensor al cerrarse sólo queda la nota oscura de sus pasos en el corredor. Abre la puerta con un gesto cansino, aún se reflejan en el los sucesos del día, del afuera. Va dejando caer su ropa mientras ingresa al apartamento. Cuando encuentra la botella de vino semivacía ya solamente le restan las bragas y una blusa ligeramente rosa. Con una copa en la mano se reclina perezosamente el sofá, estirando y admirando sus piernas, que a esta hora de la tarde brillan de un modo parejo, apenas resaltando la tenue cicatriz del muslo izquierdo. No va a pensar, no va a pensar ni recordar nada, durante al menos media hora. Porque lo que tiene por delante es enorme en su continuidad y dejadez, porque ya se ha embarcado en ello y no hay vuelta que darle. Sólo el frío de la madrugada logrará despertarla: otra vez se ha quedado dormida en el sofá y sus bellas piernas se estremecen, no teniendo quién las cubra después de que su dueña haya caído vencida por el sueño. “Hay que ir a buscar a Mikele” se dice, cuando sus enormes ojos verdes se abren a la luz. Aún estremecida, se levanta para enfundarse en un vestido rosa, gris en ésta, la hora azul del día. “Seguro llueve en Barcelona” se dice, antes de abandonar el apartamento frío, lleno aún de los sonidos de la noche, a los que se mezcla, ahora, el ruido sus pasos, y de un ascensor.

viernes, mayo 05, 2006

cualquier apetitoso contenido

Una redonda gota de materia se desliza en mi interior, pequeña y metálica. Las cavidades rugosas de mi ser la dejan pasar, balanceándola gentilmente de un extremo a otro de mi cuerpo. No hay nada más. Ella sola rueda a través del silencio, resonándolo. La imagino sin brillo, quizás porque su recorrido se me representa en tonos apagados: gira alrededor de murmullos rojos como la madera antigua, atraviesa huecos cálidos, oscuros como las sombras de la tarde. Duda entre un rumbo y los otros. Y está bien así. Sin esa gota, esa dureza ajena a mi cuerpo, yo apenas soy una vulva vacía. Carente de cualquier apetitoso contenido.

martes, mayo 02, 2006

Nada somos

Nada eres. Sentada, con un libro entre las manos, ajena estás al mundo y sus vaivenes. Cuando eras niña, cargabas libros en los brazos como si fueran un talismán. Ahora, sintiendo el frío roce de la piedra, a veces levantas la mirada de las palabras y ves, más allá, a los otros. En eso has cambiado. Sigues, sin embargo, ausente. “Nadie existe de verdad” murmuras, “son más reales los caracteres que leo, las voces y llantos que imagino dentro del papel”. Esperas. No sabes bien porqué, pero lo haces. Y en tu espera, late, firme, tu certeza: nada eres. Sólo entonces puedes dar vuelta a la página, y diluirte tras el fondo de los signos. Alguien hará lo mismo con los otros. De esa certera salvación estás segura. Nada somos.