jueves, junio 30, 2005

Ad-mirando a Gioconda

“El pergamino de la seducción. Juana La Loca ¿Qué oculta su historia?”
Gioconda Belli, Seix Barral Abril 2005.

Para las mujeres, las posiciones de poder siempre fueron peligrosas. Pocas fueron las que asumieron la tarea de forma exitosa, dejando en ello, en más de una forma, la piel y los atributos femeninos. Pienso en la Reina Isabel I de Inglaterra, pienso en la peligrosa Catalina de Médicis.
En una época donde los intereses en juego inspiraban obras como la de Maquiavelo, el caso de Juana de Castilla es un ejemplo extremo de hacia dónde podía conducir la combinación ambición-poder individual-constitución femenina. Hija de los reyes unificadores de España, Isabel y Fernando, esposa de Felipe el Hermoso, madre de Carlos I, madre de tantas otras cabezas reales; fue encerrada por más de 47 años, impedida de ejercer el poder, bajo el argumento de su locura. Hija, madre-esposa, loca: cautiverios eternos de las mujeres (quedan la monja y la prostituta en los extremos). Su función en la Historia asemeja a la del comodín, sin valor por sí mismo, intercambiable de acuerdo a los intereses y demandas de su Reino.
La perspectiva de la autora, famosa poeta que ha sabido estremecer muchas fibras en obras como Sobre la Grama(1974) o De la costilla de Eva(1986), añade a la intrigante vida de Juana el horizonte de una mirada nueva, aquella de la mujer que hace Historia. Ya decía Gadamer que uno no busca en los textos históricos más que algo donde verse reflejado, algo que aporte a nuestra propia manera de ver la vida, tal es la función de la hermenéutica. Las interpretaciones que se han dado sobre la vida de Juana de Castilla supieron provenir de hombres, que hasta hace poco se abrogaron el derecho de escribir la historia con mayúscula. La locura de Juana para muchos de ellos fue “evidente”, aunque cabe preguntarse si una hubiese actuado de manera diferente, apartada de sus hijos, sin dinero, envuelta en redes de mentiras. Basta un botón de muestra: durante cuatro años se le dijo a Juana que el rey su padre estaba enfermo, instándole para que le escribiera, cuando en realidad éste había muerto tiempo atrás.
Percepciones torcidas dan pie a las leyendas, que en el caso de Juana abundan: amó a su esposo de una manera carnal impensable en esas épocas inquisitoriales, anduvo con él por España, intentando llevar su cuerpo a Granada - donde por tradición enterraban a los reyes- supo hacer terribles huelgas de hambre donde por días no probaba bocado, ni se bañaba.
Extraño el entramado que escoge Gioconda Belli para envolvernos en esta historia. Mediante un lenguaje poderosamente seductor, la inserción dentro del personaje podrá escandalizar a muchos: las escenas de seducción entre los personajes de la novela son inusitadamente fuertes. No podía esperarse menos de quien, como poeta, ha sabido situar el cuerpo femenino como un territorio a ser trazado, un arma poderosa, resguardo último de las mujeres amenazadas. Juana de Castilla fue lúcida hasta en eso.
Córdoba, 30 de junio del 2005.

lunes, junio 27, 2005

Lo siento

Y sé que hay personas que por ahí en carne me serán desagradables, una no debería querer conocer a quienes admira, a quienes escriben bien y por ahi no viven mejor.
Pero sientan esto: "Uno, va por la vida puteando, cantando bajito, mirando los pajaritos, pensando cosas, decayendo y tocando el cielo con las manos... " cómo no decir... yo también. Es un gobernador que me ayuda a despreciar sobreviviendo, esta ciudad. Así que venga el orgullo a un lado, que ya escribiré luego sobre Gioconda Belli y el Ladrón de la Cañada.

miércoles, junio 22, 2005

Animales de los espejos

Los hombres somos animales extraños. Nos la pasamos hablando de nosotros, fascinados ante las perspectivas que el vivir nos ha dado. Ha sido así desde el principio de los tiempos: animales que podemos reír, animales que sabremos morir, dedicamos la mayor parte de nuestro tiempo a contemplarnos. Primero fue la mímica de nuestras propias acciones, luego la palabra. La palabra es imagen, nos dedicamos a bordar esas imágenes en historias, en épicas, en cuadros, en películas. Me pregunto qué otro animal ama tanto saber de sí mismo y de sus banales acciones. No deberíamos llamarnos humanos ni vanagloriarnos de nuestras gestas o sentimientos. No deberíamos pretender llegar al espacio exterior, ni esperar ser recordados. Nunca miramos a nuestro alrededor, ni aprendimos nada del mundo. Extraños somos, sólo animales de los espejos somos.

sábado, junio 18, 2005

On writing

" El proceso de escribir es una cosa misteriosa. Primero, uno tiene
que sacarse la cabeza y ponerla cerca de la ventana, para que le dé el
aire mientras observa cuidadosamente las ideas que van saliendo de las
manos. Segundo, hay que cuidar que el vapor de las cacerolas no le
llegue, porque eso no es aire, son mil olores recargados que tiñen y
distorsionan el trabajo de las manos. Las manos son siempre las
mismas. Cuando hay que preparar una historia, lo mejor son los días
con sol escondido, la luz es difusa y el aire penetra todos los
rincones, sin por ello hacer que la cabeza en la ventana tambalee.
Cuando se pueda escribir, se recomienda cerrarle los ojos a la cabeza
y abrirle las narices a la imaginación, hacer oídos sordos a los
fantasmas de la calle, dejar a los pies apoltronados contra cualquier
objeto de cuero y/o gamuza. Un poco de saliva en la comisura de los
labios no está nunca de más, porque marca la diferencia de los vientos
y humedece las palabras, eso sí, nunca se debe intentar el rayano acto
de escritura cerca de cualquier fuente de inspiración autoproclamada.
Esas generalmenten vienen envueltas en demasiados colores y lo único
que hacen es distraer al cuerpo que sostiene toda la estructura, de
modo tal que las manos terminan rascándole a la nuca su punto de
equilibrio, terminando todo el proceso con otro escritor suicida por
los alrededores."
Cba, abril 2005

martes, junio 14, 2005

Suficiente

Basta. Ya no podemos más, nuestro cerebro se niega a escuchar razones, nuestra región está tan tensa que una risa fuera de escena parece histérica, ciertas palabras constituyen una presión cuasi gaseosa, ciertos odios resquebrajan y dejan exhaustos a personas que podrían haber jugado a olvidarlo todo por un momento. En todo el mundo, la noticia; en toda Latinoamérica la especulación, todo escritor con algo de nombrecillo se creyó con derecho a opinar, todos nosotros tuvimos algo que decir del tema, mientras los extranjeros nos miraban ávidos, recordando a nuestro país desde sus almuerzos y sus televisores, para que les explicáramos concisamente nuestro punto de vista, nuestro parecer, dolor y sentimentalismo a un lado.
Ya sé, la unidad nacional está en peligro. Yo, tras el último reportaje, tras el alto al fuego y las últimas resoluciones, he encontrado la respuesta. Con el monto que ahorraremos por que nos perdonaron la deuda –somos el único país no africano que lo “logró”- ya que no alcanza para combatir la pobreza según nuestros periódicos nacionales, llamemos a Azkargorta de nuevo. Invirtamos esos millones en fortalecer las filas del equipo nacional, con vistas a ganar el Mundial del 2010. El ’94, cuando clasificamos, todos gritábamos eufóricos, nos abrazábamos a extraños, cantábamos el nombre del país, ¿se acuerdan?.
El fútbol no es el opio de los pueblos, es el espejo de su autoestima. Miren a los brasileros, no podían ser más alegres.
No necesitamos esas soluciones democráticas, esos discursos economicistas, esas explicaciones sociológicas. Abro la discusión para seleccionar a quienes nos llevarán a amar a nuestra Bo Bo Bo Li Li Li Via Via Via. Con el rostro pintado de rojo, amarillo y verde, olvidaremos cualquier diferencia, material y étnica.
Yo quiero Curva.

sábado, junio 11, 2005

Los caminos

La primera vez que dejé a alguien porque lo decidí yo, lloré. No me pregunten las razones, sólo intuía que lo hacía apostando a un futuro que todavía no existe pero se acerca, dejando atrás a alguien que prometía acompañarme en el camino. Los caminos. El mío está signado, no insisto ni insistireís vosotros. Ni la astrología, ni el brujerío de las que leen el deseo ha sabido decirme otra cosa: “Naciste para el desapego”, “Aprenderás, en esta vida, a dejar y a ser libre”. No voy a llorar por eso, hoy también abandoné yo. Pero no puedo evitar recordar las lágrimas que se me agolpaban en los ojos, por ese callejón - cercano al pueblito chichero que tú sabes- la primera vez que perdí a una persona maravillosa.

lunes, junio 06, 2005

Otra vez golpeada

Linda, hermosa María Galindo:
Dicen que te han golpeado. Han golpeado en ti tantas cosas juntas, tantas cargas. Quienes te cubrían de chicote, de cuero restallando, golpeaban en ti a la mestiza blanca, a la mujer, a la lesbiana. Nos golpeaban a todas un poquito, María, cuando te humillaron en las calles, cuando lloraste mojada de dolor, Galindo. Las masas son ciegas, golpean lo que temen, se enardecen con los gritos de la víctima. Luego, siempre lloran, el corazón ya un poco más duro, la consigna un poco más adentro. Terminan, sin saber porqué lo hicieron, presos de esa violencia que tú combates, Galindo, siempre tan contestataria. Las crisis hacen eso, nos enceguecen para desgarrarnos la carne entre iguales, atentos al olor de la propia sangre, olvidando al que nos azuza, abusándonos en el proceso. Malaya a ese poder maldito, que nunca duerme.
(Parte del grupo Mujeres Creando María Galindo interviene en Bolivia defendiendo los derechos de las mujeres lesbianas, ha sufrido numerosos ataques por su actitud desafiante a las normas establecidas.)

viernes, junio 03, 2005

Waldo

Agobiada, creyó ver en ella el medio de sanar espiritualmente. La llamó Waldo, para que un ente masculino estuviera en la casa. Idiota, no supo ver que ése era el nombre de un ganso ahogado en alcohol. Y cuando se trata de la sanación mágica, todos los detalles, todos los nombres, son importantes. Cuando la planta empezó a morir, el proceso de su propia caída había ya comenzado. La luz excesiva fue para ella lo que el agua para Waldo. Se levantaban ambos seres ya enfermos, pero con fuerza, ciegos al proceso que les carcomía. Ella, flaca, distraída, dejaba vasos a medio beber por toda la casa y olvidaba cuándo había regado por última vez a su objeto mágico. Este dejó gradualmente de dar flores, de dar hojas, enflaqueciendo a la par de su dueña. Cuando el insomnio pudo más y ella huía del sol en noches sin sentido, él apenas lograba sacar a la luz botones, promesas de vida. No sirvió de ayuda, el nombre incorrecto le había perdido. El día en el que el psiquiatra ingresó a buscarla, la planta ya había sucumbido. Murió seca por la podredumbre de sus raíces, incapaz de drenar la presión como lo había esperanzado su dueña. Hay quienes dicen que la sanación fue más sabia que la mujer que pidió su propia cura; que el nombre fue correcto y que la planta debió absorber muriendo lo que carcomía el alma de su dueña. Quizás sea cierto. Ella logró alcanzar, otra vez, al alma que quiso escapársele. Pero aprendió una cosa –secreta- ahora sabe que si ha de tener una nueva planta la llamará Walda. Toda de nuevo.

miércoles, junio 01, 2005

ya no temo

Le temo a los ríos, porque nunca sabré cuánto de mí se llevan consigo, cada vez que dejo correr mi mirada sobre sus aguas, o permito a mis oídos seguir su gorgoteo. No es algo nuevo en mí, todo aquello que representa esa amenaza me causa este malestar: el viento que parece escoger entre mis cabellos algo que robar, la luz de la luna cuando intenta derretirme la piel, el canto de los pájaros cuando anuncian su partida –como si con ellos también partiera algo mío- los besos ardientes del que busca llevarse mi recuerdo.
Mas mi temor principal son los ríos, su capacidad de arrebatar es casi tangible; fue mi infancia un largo pelear contra cualquier posibilidad de sumergirse, incluso de rozar esas superficies que nunca se hacen estáticas, que siempre corren, que siempre roban. Podía haberme alejado, escondiéndome en el desierto o en las suaves rocas de hielo de la Antártida, pero aquellas arenas siempre cambiantes, ese pequeño polvo que es la nieve me despertaban igual desconfianza.
Por eso, para escapar de esa ominosa sensación, vivo aquí. Algunos seres queridos han intentado disuadirme, me dicen que lo mío es apenas un banal terror a la muerte y a la decadencia, al desaparecer sin dejar huella alguna de mi paso por la Tierra. Aducen que por recogerme en esta vida interior, cuidadosa de todo lo que puede desgastarse en mi cuerpo, estoy muerta en vida y que mi segura morada no es más que una lóbrega tumba. He decidido ignorarlos, pocos son ahora los que insisten.
Yo he de quedarme aquí, amo ya este paraje frío. Las rocas que lo pueblan se asientan en láminas de granito, el agua se encuentra tan lejos que su rumor perdura sólo en alguna de mis pesadillas, poco a poco hasta esa sensación se ha ido perdiendo. He dejado de moverme, cada movimiento supone el desgaste que tanto temo provocar, siento que mi cuerpo ha aceptado esta forzada inactividad, que va adaptándose a ella. La última vez que bajé la mirada descubrí que mi tono de piel se confundía con el cenizo de la piedra. No me molesta, amo esas tonalidades grises y perpetuas. Mi destino se va forjando lentamente, concentrado en mí y en lo que me rodea. Son las estatuas lo único que seguirá habitando en esta Tierra, cuando el recuerdo de los hombres haya desaparecido.