domingo, octubre 30, 2005

la niña y el traidor

Cuando Miguel se despertó, ella ya se había ido. Pero volvería, lo probaban tres cosas: su billetera aún estaba llena, los ruidosos tacones que habían gritado sobre las mesas y sobre la calzada, -llenando de ecos y zarzuela las maderas del pequeño apartamento- estaban tirados en un rincón y eran sus sandalias de diario las que faltaban. Le dolía la cabeza, con ese retumbar propio del vodka mezclado con demasiadas copas. Quiso seguir durmiendo, antes de cerrar los ojos volvió a decirse que su pasión por las gitanas acabaría matándolo.
Lo despertó el olor del aceite mezclado con el humo de los fragmentos de Chavela Vargas que llegaban de la cocina. La Niña acababa de bañarse, su larga trenza dejaba un hilillo de agua que le lamía los senos. Sin interrumpir su canción, ella puso frente a él chorizo de Castilla, pan, tomates fritos y una copa de jerez. Ocultó, maliciosa, la botella de tinto que interrumpía de cuando en cuando sus arrebatos y boleros. Cuando Miguel no pudo resistir más tanta carne tersa dando vueltas, la sujetó de un diestro apretón bajo la falda y, tras morderla un poco, bruscamente la dejó sentarse.
Ella lo miraba comer aceptando su avidez y sus caricias con el mismo silencio burlón, la misma aceptación tranquila, animal, con la que recibía sus palabras duras, su maltrato. -"Hoy es domingo, cómo odio los domingos"- piensa él mientras engulle concentrado el almuerzo o desayuno. La Morena ya se ha quitado el rímel y el rojo de la boca, ¿o el rojo se lo había quitado él, la noche anterior? Se sintió miserable. El perfume de La Niña aún estaba enredado en sus cabellos, eso y todos los sucesos de la noche podrían borrarse en la ducha caliente.
Ese almuerzo, ¿o desayuno? Charlaron de guitarras flamencas y de cómo se adornaban las cunumis, aunque en general La Morena sólo abría la boca para comer o reírse, mostrando sus dientes anchos. El no olvidará la carcajada entre sorprendida y grosera que soltó La Niña cuando llegó a la parte en que describía el ritual por el que esas chicas indígenas de Bolivia debían perder la virginidad a la luz y solaz de toda la aldea. Su risa se hizo tan aguda que Miguel se acordó de los vecinos. Suspirando, se afirmó en su convicción de que hay ciertas cosas que no pueden ser. -"Voy a darme una ducha, linda, cuando salga no quiero saber si has estado aquí. Y guarda cuidado al volver, no vayan a enterarse dónde pasaste la noche esos tíos tuyos."- Ella no quiso suplicar y encajó la orden con un parpadeo rápido de grandes pestañas.- "Diablos, si al menos fuera menos ingenua. Si al menos se largara a llorar o armara escenas"- La ducha caliente produjo un ruido tibio, esclarecedor. La cambió a fría, para cuando cerró el grifo y terminó de frotarse enérgicamente la cabeza, ya estaba completamente despierto.
El apartamento olía a silencio y a sol de la tarde. Por un momento la imagen de La Niña apresurándose a través de la basura sin recoger, taconeando las calles absurdas del domingo antes de que anocheciera, se le escurrió como un rayo doloroso por la mente. Otro jerez le refrescó la tarde, empujando a sus problemas atrás, apagando el sonido de esos tacos-zumbido, acallando su resaca. Cuando esa noche avisaba a la poli del paradero del Morenito, del Tío y de Buñuel, repitió las exactas referencias con el tono cadencioso de quien ha sabido arrancar el secreto con caricias, con la brutalidad latente de quien ha convencido y ha tomado. Logró hacerlo sin pensar ni un momento en La Niña. A ella ya le tocaría llorar y sufrir, traficar influencias y heredar el negocio, olvidar amenazas y proferirlas. Le tocaría no aceptar, dejar de tragarse mierda por una caricia, le tocaría aprender a lágrima viva y restallazo de sangre cuándo desconfiar; y es que aún así no debiera haber abierto la boca.

jueves, octubre 27, 2005

como ser una gran escritora, homenaje a Bukowski


(para karloz)


tienes que aferrarte a varios hombres
alados hombres
y escribir un par de cuentos eróticos decentes
y no te preocupes por la virginidad
y los nuevos talentos.
Sólo fuma un cigarrillo, y otro y otro cigarrillo.
Anda a la tómbola por lo menos una vez
a la semana
y gana
si es posible.
aprender a ganar es difícil,
cualquier idiota puede ser una buena perdedora.
y no te olvides tu mar
tu música y tu
cigarrillo.
no te exijas.
duerme hasta el mediodía,
evita las tarjetas de crédito
acuérdate que no hay una pija
en este mundo que valga más que un ofrecimiento de chupársela
(en el siglo XXI)
y si tienes capacidad de amar
ámate a ti misma primero
pero siempre sé consciente de la posibilidad de
la total derrota
ya sea por buenas o por malas razones.
un sabor temprano de la muerte no es necesariamente
una mala cosa.
quédate afuera de los colegios, los cafés y los museos
y como las arañas, sé
paciente,
el tiempo es la cruz de todas
más
el abandono
la ternura
la traición
toda esa basura.
quédate con el cigarrillo
el cigarrillo es alma en estado fijo.
un amante continuo.
agarra una buena computadora
y mientras los ruidos van y vienen
más allá de tu ventana
dale duro a esa cosa
dale duro
haz de esa pelea un abrazo pesado
haz como la leona en la primera acometida.
y recuerda a las viejas zorras,
que lucharon tan bien:
Plath, Woolf, Pizarnik, Storni.
si crees que no se volvieron locas en habitaciones minúsculas
sin hombres
sin amigas
sin esperanza…
entonces no estás lista
fuma otro cigarrillo
hay tiempo.
y si no hay,
está bien,
igual.

miércoles, octubre 26, 2005

Marea

Ahora que lo pienso, sin el aire, sin el agua y el polvo que constituyen la marea, el cielo es sólo el vacuo espacio negro donde rebota nuestro cuerpo (Yo sin un patio, condenada, no veo ni soy parte de la luz que reflejan mis espejos).

martes, octubre 25, 2005

Cielo

Sin un patio, la vida puede irse en una sucesión de imágenes que podrían ser artificiales. Las primaveras de mi infancia corrían entre plantas y baldosas, a cielo abierto. No soporto el encierro, que me hace ver las nubes sin que yo misma sea parte de ese afuera.

viernes, octubre 21, 2005

Los ciegos

Odio a los ciegos, esta ciudad está plagada de ciegos. Caminan haciendo ruido, sumidos en su impotencia. Caminan y una sabe que se sienten pobrecitos, que absorben las miradas de la gente, son tan pocos los dignos. Hay mendicantes, hay orgullosos, hay jóvenes ciegos que caminan golpeando nerviosos el suelo, hay pocas mujeres ciegas y todas son gordas. Hay ciegos que caminan en grupo, hay unos aprovechadores y otros egoístas, hay unos que además parecen sordos, porque hablan, sin cesar, continuamente. Los peores son los que alguna vez no fueron ciegos y siempre exclaman: “amarillo, sí, lo vi” o “yo supe ser pintor, antes”. No vi más que un hermoso ciego, y sólo sé de dos que supieron vivir más allá de su tiempo. (Uno escribió sobre el otro, el otro dicen que no escribió nunca). Lo más desagradable es ver sus ojos muertos. Lo más cómico es el ciego ese, terrible, que vende siempre a la puerta del cine: no tengo el morbo suficiente para comprarle algo, antes de regodearme en la siguiente película. Lo imposible es para mí un ciego contento de su suerte... no, la última frase es mentira. A fin de cuentas debe haber ciegos rematadamente locos, y esos nacen felices. Hoy, que hace calor, que están por todas partes, por todas las calles, tensos, incómodos por la humedad, cortando el aire, hoy, por una vez, quisiera que se abandonen a la luz, que miren y sepan interpretar todo lo que ven, que nos vean a nosotros. Nosotros, los que a pesar de ver, o por eso, padecemos. La hermosa vida.

Los ojos mansos

Los ojos mansos

Los ojos mansos

Cómo me he atrevido
yo

infinita

valiente

irrepetible

a la mansedumbre?

No entiendo a mi joven corazón

miércoles, octubre 19, 2005

De las imprevisiones a la hora de pagar en un banco

Lenta, minuciosamente, Amalia trenza su cabello. Con histeria, con perfección, con rabia creciente, trenza y destrenza hasta que sus brazos le duelen, hasta terminar con la indomable mata de hebras negras y tupidas que son su cabello. Se mira en el espejo, envuelta en su furia, casi no recuerda porqué está hace cuatro horas frente a la luna que es el espejo. Parece la Gorgona, parece las amantes que el horror ha encrespado. Parece una escoba bruja, negra y de metales escondidos. Cuando la tijera empieza a cortar, el ritmo y el sonido recuerdan a las aves de Hitchcock. Pelada, su calva le otorga una belleza salvaje, el pelo esparcido en el cuarto vacío asemeja una turbia maraña de hormigas de hileras rotas sierpes de lúdicas e insidiosas arañas. Bufando aún, Amalia se pinta los ojos de negro espeso, las uñas de rosa triste, la boca de azules-plata. No satisfecha, no calma, desnuda como está, temblando desde hace seis horas, se saca uno por uno los tatuajes, que caen entre jirones de piel también negros, también rojos, y goteando. A las uñas de sus pies añade polvo de oro espesado con bencina. A los talones les añade espuelas y sobre ellos pisa los tacones. Antes de salir, a todo el apartamento le prende fuego. Para terminar de reírse (¿Es que reía antes?), añade gotas de perfume a cada una de las cicatrices de su pálida, hermosa piel. Entre el humo y el crepitar coge al vuelo un vestido malva, delgado sobre sus huesos finos. A la salida le espera un carruaje alado de caballos en sombras. Se ha olvidado las pestañas, pero acaso logrará encontrar otras en el transcurso del viaje.

Aquí termino, Amalia se niega a existir esta historia. Estoy de acuerdo con ella: conmover a los humanos es como haber hecho cola para pagar en el lugar equivocado. Toda la buena fe del mundo no basta para el ridículo de darse cuenta que una se ha ganado el lugar- paso a paso, persona tras persona, paciente turno tras turno- para contribuir a donde no la llaman. Nada basta.

lunes, octubre 17, 2005

el beso azul

Soñé que viajaba por una serie de rieles cruzando el Paraná o un río anchísimo rodeado de Ciudad. Soñé que me deslizaba como un paquete, que subía escaleras amarillas, que exploraba antiguos cuartos-cocinas enormes, patios gigantes. Soñé que deseaba confirmar que era mi elegido, aunque no fuese políticamente correcto. Dentro de mi boca mastiqué pintura y te besé, marcándote. El beso, teñido de azul, fue sobre tus ojos, que me persiguen desde que los vi y que me otorgaron el delicioso terror de saberme observada, yo, mis ojos, mi rostro, entre todos los otros rostros. ¿O eso también lo he soñado?

viernes, octubre 14, 2005

Para leer con "Gente Sola" de Pedro Guerra

Un hombre pasa todos los días por la esquina de su casa, en ella está la florista, que él siempre considera con una mezcla de deseo y animadversión. La florista no le mira, porque a esa hora suele pasar el repartidor de periódicos, que a su vez nunca se da cuenta porque al frente del quiosco de periódicos entra en ese momento la rubia que atiende el teléfono en la agencia de viajes. Ella siempre ingresa a trabajar algo nerviosa, porque en el segundo piso hay un gimnasio y a media mañana suele pasar el instructor, un hombre de ojos verdes que está cansado de despertarse temprano para atender a las necesidades de tantos de nosotros –"quiero verme, quiero verme,quiero verme"- lo único que le consuela es salir al puesto de golosinas al frente de la
calle, donde puede comprar un refresco mientras mira a la chica de la fotocopiadora, que está siempre ocupada en armar los textos de la facu a la vuelta de la esquina, mientras maldice su suerte porque es a la tarde que el profesor que le gusta viene a dejar sus trabajos. El profesor no puede ir a la mañana, entre otras razones porque a la tarde logra un espacio para tomar un café entre clase y clase, café que se toma a dos cuadras de la universidad, en un lugar donde intenta captar la atención de la chica que lava las copas. A esa hora de la tarde ella está siempre concentrada en lavar-secar-guardar con una especie de rabia seca, un poquito triste porque el hombre que vuelve de su trabajo no la ha visto al pasar, siempre parece mirar hacia el
puesto de flores, cerrado ya, puesto que la florista ha cruzado la calle para tomar el colectivo. Ella no sabe, ni cómo saber que el chico que le vende los cospeles en el quiosco está harto de sonreír y vender juguitos o cospeles a gente que en realidad no le mira nunca, que siempre parece estar mirando a otro lado, no debe ni sospechar que yo le veo siempre desde la ventana de mi apartamento, con una mezcla de deseo y animadversión que me hace estar siempre tan ocupada que no bajo nunca, ni a comprar el diario.
Cba, 29 de abril del 2005

martes, octubre 11, 2005

Agatha

Agatha, qui mourut les seins coupées

Dos tenazas candentes rodean los pechos de Agatha, mártir que mira al cielo en escorzo barroco, la piel blanca, el hierro negro y rojo. Los ojos tristes de dolor, de desapego. “Debí haber esperado siete años”, se dice entre los gritos, el humo, las imprecaciones. “Siete años y no estaría aquí, pero…- y la pregunta se la hace a sí misma antes de hundirse en el asombro, en el dolor, en el silencio previo a la escena de su propia muerte- ¿dónde estaría entonces?” se pregunta Agatha, mientras los lascivos hombres juguete le arrancan los pezones, gritando amor a Dios, tratándola de hereje. Agatha muere, sangrando entre las llamas, murmurando oraciones, ya sin ser ni mártir ni objeto pictórico para los pintores de Charcas en el Potosí del siglo XVI. Muere, y no será abadesa, ni superiora, ni iluminada. Castigada hasta hundirse en lo más hueco, sin senos, Agatha esconde entre suspiros su secreto.

domingo, octubre 09, 2005

Frente al reflejo

Contemplarme implica un proceso constante, creciente, de verme y descubrir que mi envase es esencialmente femenino. Además, cada día me sorprende el hecho de no ser, aún, vieja. Experimento el ahogo constante de los días por venir, de los cambios in imaginados por sutiles que me harán la mujer, la anciana, escondida en mi información genética. No me engaño, sé que la muerte está inscrita detrás de mis pupilas, sé que pocos sospechan de la edad, del momento, donde dejaremos de ser esta mezcla de carnes y de polvo. Aún así, mi rutina frente al espejo me empuja, constantemente, entre el deseo de ser otra y de sentirme cada vez más yo, a preguntarme cómo habré de sentirme ese día. Aquél cuando mi cuerpo deje de mandar por sobre mi cabeza, aquél donde una gota de sangre sobre el labio no refleje mi frustración apasionada, aquél donde al fin, madura, una con el universo, la intensidad de mi mirada supere al rumor de mis entrañas. Yo quiero ser vieja. Y sabia.

Publicaciones

Un fin de semana tan rico en vibraciones merece comentario. Hay días rojos, días azules, días en los que basta con sólo dar la cara, estar, presente. Y escuchar. Aíslada de la realidad, o atenta a los seres que viven y comparten lo de una. La amistad y la buena conversación, estos raros privilegios. Virtualmente, recomiendo discutir con Algernon sobre el sin sentido vital, de verdad es brillante ese post. Además, me entero que me publicaron en una revista virtual de muy buen nivel. Días de esperanza, que también los hay.

jueves, octubre 06, 2005

Proyecto Harmonía

Una ciudad donde todos podemos sonreír con la seguridad de que la sonrisa nos será devuelta. Un himno patrio sin un solo grito de guerra. Una ciudad donde Cortázar está en todas partes con un gato enredado entre las piernas, donde para divertirnos nos arrojamos recetas deliciosas, un lugar donde poder, al fin, dedicarse sólo a divertirse. La sociedad Harmonía libertaria abre sus puertas. Estamos todos invitados.

miércoles, octubre 05, 2005

Homenaje a girondo

Leyendo a Violetta
traigo aquí este texto:Cambio Mi Corazón Por Un Par De Alas

No sé,
se me da muy poco que un hombre pueda mirarte a los ojos como
si fueras para él un milagro o
como si sólo fueras un cuerpo entre los otros;
que sepan acariciarte hasta el gemido o
que cuando lo hagan sientas en el cuerpo un papel de lija.
Menos importancia le doy al hecho de que
amanezcan como gatos acurrucados en tu cama o
a que dejen un hueco como señal de despedida.
Soy capaz de soportarles un ego del tamaño de un campo de fútbol;
¡pero eso sí!
–y en esto soy irreductible-
no les perdono,
bajo ningún pretexto,
que no sepan volar.
Si no saben volar
¡gastan su aliento los que pretenden seducirme!
Esta es
–y no otra-
la razón de que me enamorase tan apasionadamente de Lucas Santiago.
¿Qué me importan sus ojos como perlas y sus recelos insidiosos?
¿Qué me importan sus rodillas torcidas y sus silencios de tiempo inacabado?

¡Lucas Santiago es un ser alado!
Desde la mañana vuela del dormitorio al comedor, de la cocina al balcón.
Vuela cuando se despide, cuando llega.
Vuela haciendo sus cosas, sus placeres.
¡Cómo esperaba yo verle, volando de algún concierto en los alrededores!
Allá lejos, perdido entre las nubes, una mota oscura.
“Lucas Santiago!”… y a los pocos segundos,
ya me envolvía con sus brazos alados, para llevarme, volando, a cualquier parte.
Durante kilómetros de silencio planeamos una caricia que nos aproxima al paraíso;
durante horas enteras nos anidamos en una nube, como dos ángeles,
y de repente, en tirabuzón, en hoja muerta,
el aterrizaje forzoso de un espasmo, de una carcajada.

¡Delicioso tener un hombre tan impredecible…
aunque me haga ver, de vez en cuando, los planetas!
¡Voluptuoso pasarse los días entre las nubes… las noches en un solo vuelo!
Después de conocer un hombre efímero
¿puede pensarse en algún tipo de placer de cualquier tipo terrestre?
¿Verdad que no hay una diferencia sustancial entre vivir con un caballo o
con un hombre que tenga el pito a ochenta centímetros del suelo?

Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de un hombre pedestre,
y por más empeño que ponga en conseguirlo,
no me es posible sino cambiar mi corazón por un par de alas...
sin tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más que volando.
Córdoba, 7 de abril, 2005

lunes, octubre 03, 2005

aprende de una vez

Sospechas de mis billetes

Por cada tantos verdaderos debe haber uno falso

No lo niego



Aprende de una vez

La descarnada no esconde cuchillos.

sábado, octubre 01, 2005

La realidad

La realidad es una perra que se esconde y se lame las heridas,
producidas por tanto perro empeñado en traer más canes al mundo. La
realidad admite los dolores y no se queja, se queda a mi lado
procurando atenuar las hinchazones, los mordiscos, se apresta igual y
de todos modos a traer más perros y más perritas solapadas a este
mundo, el mejor de los mundos posibles. No se trata de impedir la
vida, parece decirme, se trata de poder al fin traerla con un poco de
dignidad. Triste mensaje, que parece derrotado desde ya. ¿Cómo
continuar la lucha? La respuesta vendrá con mis hijos, me dice. Hijos
que sabrán olvidar los rencores y las prisas, que sabrán amarse sin
tanto jadeo y tanta violencia. Nosotras también parimos hijos,
prometimos no ahogarlos como a machos, prometimos enseñarles desde la
cuna a ver con otros ojos. Todos son jóvenes, todos son niños, y andan
por este desierto jugando con las ramas y aprendiendo a vernos como
las que somos. Aquellas que decidieron que hay y existe en
construcción una historia perfecta y posible.
Que el sol brille para todas, desde las cuevas del este medio,
La vocera, que habla esperando ser escuchada.