domingo, julio 31, 2005

ganas

Tengo ganas de una oscuridad completa, de un enamorado y ciego apasionarse, de un espejo de Venecia, una muerte por perfume, un goloso atragantarse de para conmigo; hoy me muero por cosquillas desde el cerco, por un “quiero” adivinándoseme, por temer y no temer eso de irse, cuando llega el sol, cuando el día da vuelta.
Quizás este temblor en mis talones, este vello erizado entre mis corvas, es apenas un frío y sordo testimonio de su ausencia. Sea esto como sea, hoy no puedo más que desbocarme.
(acaso, otro día, encuentre…)

sábado, julio 30, 2005

soledad

“Consíguete un amante”, uf, con lo difícil que se pone el asunto en estas noches flacas. “No se trata de alguien –exclusivamente- un amante puede ser una actividad, enamorarse de la vida, vamos.” Al borde de la pícara redundancia moral, la frase me sonó a hartazgo… la primera vez. Mi primer amante son los viajes. Como dependen de mí misma, sé que sólo abandonarán las rutas el momento en que mi cuerpo decida secarse. Tanto para ver, tanta gente fantástica que vive los caminos. Mi segundo amante son los libros, ¿o éstos también son viajes? A estas alturas, mis ojos no distinguen un amante del otro, devoran a ambos. Aún así, las tardes secas me aturden con su sonsonete, aunque esté por llegar la primavera. Cuando eso pasa, sólo sé ocuparme las manos y la mente, huirle a ese perfume que sabe perseguirme, aunque su nombre… de tan trillado, sea sólo ahora nombre de mujer y tema de esas músicas.

jueves, julio 28, 2005

Jabberwock

Se trata de un hombre-niño, quizás lo que dice karloz es cierto, un blog para cada uno de los seres de la tierra, al menos esa libertad.

miércoles, julio 27, 2005

instante

Tres hombres mantienen una conversación, una niña los mira. La mujer por la que están reunidos se ha ausentado un momento: sus silencios son tensos, incómodos, la niña se muere por saber qué pasa por sus mentes, pero los hombres no saben decir sin decir nada, como sabemos nosotras. “Si nosotras fuésemos mudas -piensa ella- ellos sólo cantarían”. Uno es rico, el otro hermoso, el tercero fuerte. Un cuarto, joven, se pasea afuera, no puede entrar. La niña no ha llegado a la edad de servir, tampoco habla.
El primero en romper el silencio es el rico, le pregunta algo al fuerte, parece directo, pero sabe ser discreto en sus palabras. La característica de todos estos hombres es su habilidad en medir las palabras, por ello tienen cabida en la casa y el corazón de la mujer ausente.
Ella ya viene, el momento pasa. Los hombres han medido sus fuerzas, restará su actuar, apenas. La niña no ha llegado a la edad de saber quién gana, ella aún cree que la ganancia de todos es posible. La mujer sabrá, llegar, decidiendo.
(una noche en la tierra...)

martes, julio 26, 2005

Miguel y Mariana

Nos publicaron en Opinión, así, los dos blogs juntos. No sé muy bien porqué, pero el pensar que aún estamos de alguna manera relacionados me llenó de una especial confianza por la vida. Este forastero supo venir y llevarme, cuando yo no sabía muy bien quién era, supo oírme, mirarme y reconocer cierta sustancia común. Estoy segura de que va en camino de ser un escritor, un Grande.

martes, julio 19, 2005

un hombre-pájaro

Un hombre-pájaro llegó volando a mi ventana. El frío empañaba los vidrios,
así que apenas pude adivinar su sombra blanca. Venía desnudo y al principio
creí que se trataba de murciélagos buscando otro refugio, golpeando a mi
ventana.
Entró tiritando y cayó a lo largo de mi cama, los ojos enrojecidos, sin que
yo supiera muy bien qué decir o hacer. A esas horas de la noche todo puede
pasar, incluidos los espíritus. Llevaba yo días sola, sin hablar ni toparme
con nadie, ajena en mi mundo ilusorio de letras, ordenadores, cigarrillos;
lo primero que hice fue cubrirle las alas y el sexo con una manta,
abrazándolo –sólo los hombres-pájaro me inspiran ternura- luego calenté agua
para hacernos café.
“¿Vengo de lejos?”, me preguntó, venía volando entre la niebla, mi luz en
lo alto fue la primera que pudo hallar. Claramente en shock, me sonreía como
si me conociera, a pesar de mi cabello desmelenado y mis ojos ausentes. No
habló más, y no sabré yo si vino de lejos o de cerca, las ciudades impías
tienen ese gusto por ignorar a quienes las habitamos. Puse música de
tambores, pero él seguía temblando: los pies húmedos, la piel erizada, las
alas encogidas. Con un suspiro me desnudé, a estas alturas ya sé que el
cuerpo de mujer sirve para conducir calor a los hombres-pájaro.
Amanecía azul, helado, cuando pareció volver en sí. Con un grito saltó del
lecho, estirando las alas, (cuatro, rojas y leche, algo sucias en las
puntas), empezó a correr dando vueltas por el apartamento, tirando trastos y
flores al piso, desordenándome los cuadros, los libros y la vida. Se subió a
una ventana y por un momento creí que era un hombre normal, temí por su
vida, no en vano mi casa es un nido alto, lejano a los ruidos, a las calles.
Corrí hacia él -que saludaba al sol cantando- mi aspecto desnuda,
despeinada, temerosa, debió asustarle. Saltó hacia el cielo, olvidado de la
noche, del frío, de la niebla, olvidado también de mi absurdo refugio.
Cantaba mientras se dirigía al sol…cerré las ventanas suspirando, esta mi
manía de socorrer hombres-pájaro acabará por desgastarme. Volví a la cama,
pensando que el diario, que el trabajo, que el amanecer. Por suerte, mi
trabajo es a la tarde.

viernes, julio 15, 2005

hoy

Hoy tengo la libido por el suelo: en la planta de los pies. Allí, en el lugar exacto donde Peter Pan intenta pegar su sombra. Escondida.
Sin embargo, los que saben volar no buscan, ignoran. En mis sueños sólo un hombre en luna creciente besa, y encuentra.

domingo, julio 10, 2005

combinaciones

Ese niño ha robado una manzana. Sorprendido en el acto de cogerla, se ha llevado un sopapo y un verde premio a su audacia a uno de los rincones de la cocina. El fuego de las hornallas le ilumina apenas, brillan las lágrimas que recorren por el rostro, sabor salado que aprenderá a asociar con el de las manzanas verdes, dulces y agrias. Honestas contradicciones las que marcan los gustos de los seres humanos y sus pequeñas obsesiones. Este niño, por ejemplo, está destinado a ser un traficante pequeño en el mundo de las drogas fáciles. Nada puede tentarlo y por eso es un excelente pasador. Si las mujeres desesperadas por la cocaína supieran su secreto, conseguirían obtener unos gramos de más. Ignorándolo, sólo saben menear sus caderas como si no se hubiera acostumbrado ya a la piel gastada de las que atrapa el descontrol. A ninguna se le ha ocurrido ofrecerle una manzana asada, rociada con sus lágrimas, y ninguna consigue su deseo.
Alguna estuvo muy cerca, una vez, de lograrlo. El niño que llora y come, ya mayor, a desarrollado un cierto gusto por la sangre lacerada de las masoquistas. Ella incursionaba en los vicios y se había prestado a un juego que la sorprendió por su brutalidad, cuando supo que no iba a obtener nada, se largó a llorar en una cocina. Buscando algo para secarse las lágrimas, rozó con las largas y descuidadas uñas una manzana verde, apenas un instante. Si hubiese visto la expresión del que, hasta hace unos momentos impasible, la observaba, no hubiese perdido para siempre esa oportunidad. La sangre salpicó el frutero, como un detalle decorativo. El tampoco sabía que su debilidad estaba para siempre asociada al amargo dulzor de esa salada muestra de sacrificio. La vida es así de misteriosa.
Cbba sin nadie, octubre 2003

viernes, julio 08, 2005

bosques

“Cuentan los antiguos, pero Alá sabe más, que cerca de una ciudad rica e importante un bosque misterioso se elevaba. Oscuro, la luz sólo entraba atravesando las hojas y flores de los diversos árboles que allí convivían. Entre penumbras de colores, la particularidad del bosque – dicho sagrado- radicaba en los misteriosos ecos que le llenaban, por encima del canto de los pájaros y el murmullo del viento.
Sólo el Misericordioso sabe con exactitud quién descubrió que si le hablaba a un árbol, conectado a través de sus raíces al ignoto suelo, éste repetiría su mensaje a otro árbol. Estos mensajes fragmentados eran caprichosos e intermitentes, las voces –repetidas- eran tan dulces como las huríes en el paraíso. La costumbre de dejar mensajes empezó, como a de ser, con los enamorados que, en tardes iluminadas, se buscaban y repelían en los interiores del bosque. Con los muchos años, el carácter de los árboles fue cambiando, recordaban todos los fragmentos transmitidos, empezaron a sorprender con sus consejos. Extraño el murmullo de este bosque, que al paso de los hombres pronunciaba ya la sabiduría de años, ya la brillantez de instantes.
Nada dura, sólo el Inmortal y su profeta son eternos. Los jóvenes, los ancianos, las mujeres, los niños, los guerreros, los comerciantes, preferían ir a dejar y recibir mensajes al bosque. Las conversaciones dejaron de poseer calidez, encanto. Demasiadas veces los esposos resolvieron sus asuntos entre las coloridas sombras de los intermediarios arbóreos, demasiados niños se olvidaron de jugar con otros niños.
Alá destruyó el bosque y la ciudad, porque los seres humanos deben ser tacto y oído, vista y olfato, ternura y odio, no sombras de sí mismos o adelgazados fantasmas solitarios. Alabados sean Él y su profeta.

domingo, julio 03, 2005

Tripas

“Tripas” (Guts) de Chuck Palahniuk.
Primera cosa: NO LO LEAN. Bajo ningún concepto, más si son hombres. Fresán se equivoca y no se equivoca cuando denomina al autor de El club de la Pelea “Chucky”, diciendo que le da tristeza el hecho de que muchos crean que es primero en su género, olvidando a grandes terroríficos como Don de Lillo y Kurt Vonneguth.
La mente es nuestra tortura y nuestro regalo, el instrumento que procesa al mundo exterior y nos da, nunca mejor dicho, una “imagen” del universo donde somos. Sólo que el cerebro además te regala olores, sabores, texturas y recuerdos. Ninguna imagen viene sola. Los ilusos que censuran películas, censuran imágenes recreadas por otros, olvidan el inolvidable papel subversivo de la literatura,(comprender a la Santa Inquisición, a estas alturas, es poco).
Palahniuk leyó el relato en público, frente a diversas audiencias, tanto en USA como en Europa. 67 personas de todo el hemisferio norte se desmayaron antes de que decidiera dejar de leerlo en voz alta, encima -afirma el autor- no es el peor de los relatos que conforman “Haunted”, su última producción literaria.
El secreto de este nuevo abordar el terror radica, a mi modo de sentir, en dos elementos: la puesta en escena de secretos cotidianos ¿quién no se masturba? Y el complejo procedimiento de esconder una especie de moraleja en situaciones extremas, todo escrito. Es el hecho de interactuar con las palabras del escritor, de aportar con imágenes absolutamente individuales al relato lo que le hace escalofriante. No recuerdo haber sentido una emoción similar más que en los últimos segundos de Vértigo, LA producción de Hitchcock. Los vericuetos que llevaron a mi mente a este estado, corporal, en el que aún me encuentro –aterrorizada, el corazón latiendo, maravillada por la maestría del autor- fueron distintos en ambos casos, pero el efecto es el mismo.
Y es que hay situaciones donde sólo el arte puede empujarte a abismos –propios- tan secretos. Si se atreven a leerlo, no digan que no les advertí.

sábado, julio 02, 2005

Síndrome Pre Menstrual

A mi bendita madre, cada cuarto creciente, le empezaban los dolores: se inflaba como un globo, la cabeza se convertía en una campana al son de las migrañas, las caderas le gritaban, la cintura se le encogía –todo intenso- hasta que a ese goteo rojizo se le ocurría aparecer, derramarse e irse, mes tras mes, año tras año.
Cómo la envidiaba: la menstruación se lleva tan bien con mi cuerpo que podría hasta no darme cuenta de que la boca de abajo está embargada en rituales sangrientos. Yo no sufro de dolores “pre”, sufro de hechos.
La veo venir cuando la luz de la luna, en creciente, toca el lavabo del baño, que es verde, y lo va destiñendo a verde pálido. Al baño le sigue la cocina, que de ser crema empieza a inundarse de un rojo fuego que me impide cortar tomates, preparar llajuas o ajíes, distinguir los pimientos de la heladera o la carne del asador. Las mangas rosas brillan a ratos, todos los cereales se camuflan, los limones hieren la vista y las bananas juegan a paisaje de Gauguin. El living comienza a levitar y los libros susurran frases que consideran importantes, si cometí el craso error de alguna vez subrayar algo, esa oración se escucha a gritos, toda la noche (ya no subrayo nada), impidiéndome el descanso con sus discusiones gramaticales y meditaciones literarias.
Deambulo entonces, con la cara larga y el pensamiento atribulado, obsesionada por el descubrimiento del que se jactaba una antología erótica respecto del amor, o el recuerdo obscuro de algún libro de terror recuperando sus mejores escenas. Peor aún, ciertos libros de filosofía y autoayuda lograban, a veces, dibujar mis ideas como suyas, proponiendo mis dudas como dogmas irrefutables y consiguiendo que al día siguiente me palmearan el hombro y me dijeran:
_Estás en “uno de esos días”, se te nota, ¿Porqué no te tomas un analgésico?.
Analgésicos quisiera yo, para los tazones en los que la leche se me pone azul, para las tortas que aparecen pegadas al techo, para el baño, que de verde pálido se destiñe a blanco y luego a nada, a mera línea por la que corren agua y cañerías de tinta china; para ese hombre que me hace el amor repitiéndome los susurros de los libros y que, con el cambio de luna, desaparece; como se van perdiendo los sonidos en la noche y el rojo vivo del cubículo donde intento cocinar, como se pierde esa certeza de saber de dónde y qué agua me viene al baño cuando los colores y muebles toman forma; volviendo al ritual normal, o desbarajuste cotidiano, que no parece ser lo que siempre fue tras esas experiencias provocadas por mis jugos y cristales mensuales.
Así cada vez, así cada mes, mientras envidio a mi madre y al resto de las mujeres en la tierra. El ginecólogo me asegura que todo desajuste es hormonal, que con el primer hijo todo se arregla, que dejas de pasar calores y sudores y que, al menos, se dará una certeza de días exactos y tranquilidad que sabe a idilio desde ya. Pero me asalta la duda. Si mi cuerpo reacciona cada vez a las hormonas cambiando mi entorno. ¿Cómo reaccionará ante el tremendo lío de alojar un cuerpo extraño? Temo, y me preocupo, no vaya a ser que genere una reacción en cadena y mañana me despierte con flores lilas surgiendo de las paredes, con luces blancas que surjan de las sombras... no quiero ser responsable de un segundo sol en los atardeceres.
Octubre del 2001