miércoles, diciembre 27, 2006

recuerdos incluídos

Tengo que irme. No estoy donde debería estar y la urgencia de partir me remueve entera. Escribo, porque-no-queda-más-que-escribir, porque-no-sabría-hacer-otra-cosa, antes de mandarme a mudar, de hacerme aire, de huir con mi nombre y mi piel a cuestas. Es tan lindo estar en otra parte, ser una desconocida de pelo negro y ojos distraídos. Sonreír y pensar, ah, nadie sabe a quién me parezco cuando sonrío, ni quienes son mis padres. Nadie sospecha con quien duermo abrazada, ni se lo inventa si no sabe. A nadie, y este es el alivio más profundo, le afecta mi soledad, mis cambios de humor, mis desalientos. Puedo, sin chistar ni ofrecer explicaciones, desnudarme en una plaza, besar las esquinas de sombra, bailar al son de música en balcones. Puedo atracarme de galletas, no comer una semana, beber sólo agua y no doblar mis pantalones por la línea del medio. Puedo puedo puedo. Y este sol, y cielo azul, y ésta cerveza fría, no alcanzan a convencerme de lo contrario. Todos ellos, diferentes, se pueden hallar en otras partes, los dioses saben que lo particular es universal, sólo que está en un lugar distinto al anterior. Así, disfrazada, parto pronto. Las faldas recogidas, los senos escondidos, temprano una mañana. Aunque mi pasado me persiga, da lo mismo. Toda forastera lleva a cuestas lo suyo. Recuerdos incluídos.

miércoles, diciembre 20, 2006

tablas de náufrago

Tablas de salvación.

Manotazos cuando el aire se torna irrespirable.

(la honda inhalación de los otros mundos)

Letras en horizontal

¿Quién no tiene una manera secreta de salvarse del abismo?

Cuidadosamente, al azar

Pequeños parapetos

Objetos de cábala

En contra del destino

De días y noches sucesorias

Nuestras armas

Nuestro oficio

(resignados a nuestras propias invenciones, vivimos)

Tras los objetos, a la espera de la muerte

En los objetos, escondidos de la vida.

sábado, diciembre 16, 2006

saberse

¿Dónde, exactamente, se sitúa en nosotros la emoción? ¿En qué parte de mis talones, la avaricia? ¿Dónde en el estómago, la tristeza? Mis costillas podrían ser el espacio que escoge la alegría, para presentarse. Mis orejas, quizá, dibujan en sus arcos los recovecos de mi fidelidad. ¿Dónde, amor, sientes que me extrañas? ¿En tus riñones, en tu entrepierna, entre tus dos brazos, ahí, donde reposaba mi cabeza? ¿Dónde, madre, me recuerdas? El cuerpo, manifiesta y escoge, epitomiza y susurra, adentro suyo, todo lo que es, percibe, opina. En mi piel están mis temblores, en mis costados, mis afectos, en mis piernas, el apego voluble que siento por la realidad. Pero no toda manifestación es evidente. Aún desconozco qué hace mi estómago para licuar mi rabia, porqué mi espalda gime a veces, qué quieren decir los lunares de mis brazos. Aún no sé leerme toda. ¿Quién puede sentirse sabio, si no sabe, todavía, leerse? ¿Quién, verdaderamente, enterado?

miércoles, diciembre 13, 2006

Descansan

En sus sueños no se disculpan

No se arrepienten

No extrañana a nadie

En sus ojos vela la noche

En sus oidos arrulla el silencio

Su manto no es pesado, es invisible

(La existencia puede seguir
ya no importa)

Descansan, su nuca en toda la tierra que está debajo

También de nosotros

(Santa Fe)

sábado, diciembre 09, 2006

octubre

Se da la vuelta, y es como si acabara de aterrizar, los brazos húmedos de aire, descendiendo hacia sus costados, los pies recién posados en el suelo, la mirada ausente, de quien aún no se sabe en tierra. Me mira, y en su mirar comprendo está todo el paisaje, yo un elemento más, me mira y siento diluirme entre las paredes de la casa, la verja de hierro, los perros durmiendo. “Es tarde” le digo, tratando de sonar normal desde mi pegajoso entorno, ya no única sino mezclada a todo, como su mirada me ve. “Deberíamos tomar algo” le digo, “una taza de té, comer alguna cosa”.Ella me escucha silenciosa, la cabeza quieta en mi dirección, como olfateando cuidadosamente mi registro de voz. (Que no huela preocupación, ruego, que no vea más que mis ojos fijos en ella, lejos del acantilado donde parece acabar de posarse, que no se voltee) “Hay tarta de limón, la que te gusta. Y estamos todos esperándote”. Odio su silencio, siento que me escrutina, que desea sacarme toda la intención detrás de mis palabras. Quieta, una ella también con el paisaje, el mensaje al fin golpea su parte consciente, una fracción de segundo más tarde que lo habitual. “Bueno” dice, con la naturalidad más rara. “Vamos”. Cojo su brazo y la siento a mi lado, caminando insegura, su pelo corto dándole un aspecto de muchacho, sus ojos fijos. “Vamos” repito, y soy yo la que se quiere apoyar en ella, seguirla en su silencio, perderme allá donde ella está, viendo lo que ve. Sin llorar, entramos a la casa.