viernes, febrero 23, 2007

un rastro

una huella ligera, detrás de la sombra, allá, adelante. La persigo, presintiéndome, rememorando,

golosa, tropiezo al caminar, me embarga, me subleva, me conduce.


Antes de avanzar, embriagada, sospecho algo.( Nada hay peor que el olor a bienestar añejo.

Aroma a lo que no pudo ser, y no fue. Delicioso por sutil, por imposible).


Me detengo. Instintivamente, reculo, cubro mis sentidos, me contraigo. La herida brilla a mi

costado, pulsa. Lacerante, acicatea mi huída.


Me repito: Sigo viva, por lo que no pudo ser. No voy a olvidarlo.

No obtener mi deseo me ha hecho la que soy. Me sospecho afortunada, y retrocedo.

Abandono

lentamente

tu rastro

(ya he aprendido)

viernes, febrero 16, 2007

The Pillow Book


Sei despierta, el viento vibra sobre su rostro, abre los ojos, recuerda. El jirón de nube, la añoranza por el amado, el crujir de la seda. Sei, toda ella bajo una mampara, se incorpora y febril, alcanza, bajo su mano: papel, tinta molida –mineral- pincel. Traza, impecable, caracteres. Celosía, viento, gota. Inmortal, abre para mí su mundo de ventanas y madera.
Desde la almohada.

sábado, febrero 10, 2007

La costura de la herida

Yo sinceramente creí que las puntadas iban a aguantar, aunque no es en serio. Yo lo vi sangrando sobre la mesa y me dolió el pánico, la ansiedad desesperada. Así que saqué hilo y aguja del bordado de la sala (que no sé tampoco si voy a terminar, o cuándo), sujeté como pude los dos costados de la herida, y le metí aguja. Creo que ni le dolió. Sinceramente, ambos queríamos que el sangrado se detuviera. Y lo hizo. Después, empezó a cicatrizar. Primero yo me equivocaba y traía a colación el tema, pero como se ponía temblar todo poco a poco dejé de hacerlo. En tres años, me mudé a otro país y logré, creí, olvidarlo. Hasta le saqué las puntadas, fíjese. Claro que después, encima, le coloqué barniz del grueso, uno que sólo en momentos muy tibios se desprendía un poquito, pero siempre un trozo, nunca entero. Ahora, que he vuelto, la cicatriz blanca parecía tranquila. Hasta que, es un decir, llegamos a la escena del crimen. Pues nada, tragué en seco y la vi enrojecer, a la herida, temblar entera, y derramar unas gotitas de sangre. Quise huir, antes de que reviente de nuevo, pero me toca permanecer. Y estoy perdida. Heridas y ojos son bocas que nunca mienten.

viernes, febrero 09, 2007

Presentación II

El genial autor de Potosí 1600 y ¡Qué solos se quedan los muertos! (Ramón Rocha Monroy) tuvo a bien presentar este textito en la noche del 7. Por supuesto también tiene blog. Gracias Ramón!

Columna ROSALBITA


BUENA LECHE

Los secretos de Rosalba


Nuevo Milenio presentará hoy "Los secretos de Rosalba", de la escritora tarijeña Mariana Ruiz Romero en el auditorio de Los Tiempos a las 19:30. Un libro doblemente incitante pues se define como un recetario poético.

Incitante al menos para este servidor, a quien el disfrute de la mesa, de la cama, de los sentidos y de la poesía, jamás le fue indiferente.

Comencemos uniendo ambos elementos y tendremos un atributo esencial de la obra: la construcción de una poética en torno al arte de la cocina de una mujer que, al cocinar, se guía por olores, por recuerdos, y nunca mide la proporción de las cosas. Aquí tenemos tres nuevos elementos: esa poética es no sólo coquinaria, sino también femenina, y ronda, husmea, ramonea, rochelea –para rescatar dos palabras añejas—en una zona desaforada, es decir, fuera del fuero de la Razón, esa institutriz inglesa que todos tenemos dentro. Esto debido a que los olores, los recuerdos, la inobservancia del precepto de medir la proporción de las cosas son elementos propios de la intuición, de la premonición, de la corazonada, del pálpito, del sexto sentido, del ritmo y el metrónomo y el diapasón que las mujeres parecen tener alojados lejos de la cabeza, en la zona limítrofe entre el corazón y el sexo, donde hospedan la vida.

Ahora podemos entender la magnitud cósmica de la apelación inicial de la novela: "Rosalba –la protagonista—posee secretos, secretos tan amplios que no cabrían extendidos sobre las llanuras donde cultivamos el té, secretos tan profundos que ni al pie del aljibe podríamos extraerlos. Se hacen visibles, en especial, cuando ella cocina: comer lo que venga de los dedos de Rosalba es casi comparable a rozar los secretos del universo." Estas frases postulan una filosofía femenina del equilibrio, pues mientras los hombres fabrican teorías y praxis sobre la guerra, el poder, el dinero, la política, la geopolítica, la hegemonía, la ciencia, las mujeres creen con todo su ser que el gesto de Rosalba de tomar con los dedos una pizca, un escrúpulo de ají, de ajonjolí o de hojas de eneldo para redondear un sabor es tan importante para el equilibrio del universo como la ley de la gravedad o la energía atómica. A Rosalba que no le vengan con esos frutos amargos o insípidos de la Razón porque de inmediato los corregirá con el ají, ese redentor de sabores, pues redime sabores inciertos o disimula la ausencia de ellos.

Estos elementos hacen que "Los secretos de Rosalba" sean un libro único, pues ha sido escrito en una prosa ceñida, por una mujer en pleno uso de sus sentidos, en homenaje a otra mujer en la plenitud de la sensualidad de la especie, a través de una poética irrepetible, porque contiene esa información genética y cultural que Rosalba y Mariana recibieron de las míticas mujeres de su familia siria, criadas y educadas por y para el disfrute, como querían los viejos poetas y pensadores árabes, que vivían días de vino y rosas, milenios antes de que el Profeta irrumpiera alfanje en mano para imponer una religión de estertores, de inmolaciones y preceptos capitales. Y que Alá me sea leve.

miércoles, febrero 07, 2007

Presentación

Re conocí a Rosalba en un momento muy agradable de mi vida. Juntas supimos aprovechar cada instante, y sabernos unidas nos ayudó a superar cualquier contrariedad, cualquier adversidad que intentara separarnos. Más tarde, luego, lejos en otro país, supe que aquellos momentos compartidos con alguien cercano habían dejado una profunda huella en mí, un rincón donde podía refugiarme con sólo cerrar los ojos. El simple eco de la voz de Rosalba, el aroma que supo darle a mis preparaciones, permaneció en mí, de un modo tal, que ahora soy capaz de transmitírselo a Ustedes.
Rosalba, que es más que un recuerdo y un personaje, (algo mayor incluso a la misma mujer que se esconde tras sus sabores y sus dichos), pretende actuar de catalizador. Rosalba es la puerta por la que supe saborear las tradiciones de mi tierra, y el modo mediante el cual pude ver con ojos nuevos los lazos entre familiares, amigos y amantes, entre todas las personas. Rosalba es mi testimonio de amor y es ese mismo amor el que se filtra a través de cada una de éstas, sus páginas y recetas. Si tengo tiempo, quisiera regalarles una receta inédita, que se me escondió y que quiere pertenecer a este libro (quizás en una segunda edición), motivo para invitarles a recordar a la sopita estrella de mi tierra, la sopa de maní:

Sobre sopas, frutas y estaciones
"Pocas cosas son tan buenas como comer mandarinas mientras el sol tuesta tu piel" me dice Rosalba, y no puedo sino coincidir y desperezarme. Es la hora de la siesta, junto a la fragancia cadenciosa de las frutas está el olor seco de las cáscaras de maní. Es el otoño, el sol apenas alcanza a regalar tibieza y nosotras vamos pelando el maní crudo para la sopa del día siguiente. "Naturalmente" me cuenta Rosalba "el maní es un producto adaptado a estas tierras, como son adaptadas las recetas españolas o francesas que conforman nuestra cocina. La mezcla de recetas y productos es la bendición gracias a la cual cada lugar posee una esencia propia. Aquí, en las recetas de avellanas y almendras interpusimos los maníes y las almendras del Beni, a las liebres las cambiamos por cuises –conejitos de la india- a los condimentos europeos añadimos los nuestros, por sobretodo el ají en vaina, colorado o amarillo. Y aquí" me dice, mientras me alcanza otra mandarina, con un gesto grácil, la blancura de sus dedos contrastando el verde de la cáscara "descubrieron nuestras frutas…" Pobres de espíritu los que suponen que en el mundo hay sólo una variedad de cada cosa: un solo tipo de arroz, una sola especie de papa. Mis ojos recorren mentalmente las coloridas pirámides de fruta que esta mañana vimos en el mercado, mi boca paladea el nombre de sus frutos: banana; plátano-manzana de cáscara roja; guineo; dulce cajita, el más pequeño y dulce de todos; papaya; sandía; ciruelo morado; ciruelo verde y dulzón; damasco; cereza; guinda; tuna; achachairú; chirimoya; carambolo; mandarina; toronja; lima; melón; melón rosado; melón pepino de cáscara a rayas; uva negra y moscatel; nuez fresca; tamarindo; tumbo; durazno frisco; nectarín; caqui; manga rosa; mango; manzana criolla; palta; coco; perita verde; higos; pasas: de uva, de ciruela, de higo; frutillas; frambuesas. La lista podría seguir. Todas frescas, todas apiladas bajo la mirada atenta de quienes te invitan a probar, para comprar luego. De este tipo de abundancia pocos saben en la tierra.

Para la sopa de maní Rosalba prepara un caldo espeso con patas de pollo, cebolla rallada y tomate ídem. Cuando éste ha tomado sabor y consistencia le añade una taza de maní crudo pelado en agua caliente y licuado, y espera con proverbial paciencia a que esté cocido. Casi al final, le añade palillo (cúrcuma) para teñirlo de amarillo y perfumarlo, y da un hervor a papas y zanahorias cortadas en bastones en el mismo caldo. Algunos deciden obviar el palillo y tostar fideo para que la sopa sea blanca pero no menos sabrosa, otros además le añaden arroz. Es plato apto para todo tipo de estación, se sirve espolvoreado de crocantes y diminutas papas fritas y acompaña bien cualquier almuerzo. La sopa, como las frutas, varía de estación a estación, pero es infaltable en cada mesa: redondea y completa el"segundo" o plato fuerte, prepara los estómagos y caldea los corazones. Un almuerzo sin sopa es para muchos, entre los que me incluyo, la triste sensación de que ese día las cosas van apresuradas, y el vacío que implica a la hora del condumio sólo puede compararse a la ausencia de un ser querido, tan necesaria es su presencia y acompañamiento.

lunes, febrero 05, 2007

avergonzada

Adentro estoy negra, negra, hecha
de gritos
Quiero llorar lágrimas de fuego
Lavarme toda
Olvidarme

Borrar el temblor de mi voz, (si te hablo)
El temor de mis ojos, (si te miro)

Aún
llena de amor

Y avergonzada.