En el marco del CircuitoCultural de Diversidades Sexuales y Genéricas – Igual + Arte, Mariana Ruiz,
escritora boliviana, analiza la obra de Puig.
Puesta en escena
La historia comienza con una mujer pantera, una mujer que no
puede ser besada por un hombre, no puede acostarse con nadie, ni siquiera con
su marido. Teme que, si alguien rompe su muralla y despierta su instinto
sexual, éste la sobrepase por completo. La mujer se convertirá en pantera y
devorará a su compañero, de la manera más sangrienta posible. A esta metáfora
inicial le seguirán otras.
La historia prosigue: hay mujeres que se sacrifican por amor
a pesar de que su amante sea un nazi; hay otras que se prostituyen para salvar
al amor de su vida; hay uienes escapan de un destino horrible, poblado de
rivales muertas en vida. Todas son mujeres defectuosas, llenas de glamur y de
agonía. Y es así como Manuel define a su personaje homosexual: Antonio Molina,
preso por corrupción de menores, una mujer defectuosa que nunca se sintió
hombre y detesta cuando lo tratan como tal. Para peor, Molina está inmerso en
la época argentina más oscura, la dictadura del 76, donde comparte celda con un
activista político, Valentín Arregui, a quien debe seducir para sacarle información.
Este es el trasfondo
de una de las más hermosas historias de amor imposible que se han producido en
el siglo XX, con una estética que acerca a la cultura popular con la literaria.
Su estructura es la de una radio novela, siendo el texto casi exclusivamente
diálogos entre los dos personajes. Una larga conversación que es, también, una
seducción. Para darle consistencia, los numerosos pies de página citan
incansablemente a Freud y a otros psicoanalistas en el tema del origen de la
homosexualidad y su lugar dentro el marxismo, que según algunos expertos, no
existe. (Esta visión recelosa de otros tipos de sexualidad pervive, por
ejemplo, en la eterna Cuba de Fidel Castro, que aprisiona y reprime a
homosexuales y lesbianas hasta el día de hoy).
Entonces, un homosexual y un activista político, compartiendo
la misma celda, donde uno comenzará a contarle películas al otro para pasar el
tiempo, para distraerse. La mesa está servida, comencemos hablando un poco del
autor.
Boquitas pintadas: la
vida de Manuel
Manuel nació en General
Villegas, provincia Argentina, en 1939.
Su afición por el cine y el uso paródico del habla coloquial le sirvieron para
crear una literatura singular. Fascinado por el séptimo arte, se vinculó en
Buenos Aires a las vanguardias artísticas; consiguiendo una beca para estudiar cine en Italia, carrera que no
terminó, consagrándose finalmente como escritor en Nueva York.
Su primer libro La
traición de Rita Hayworth (1968)
resultó finalista del premio Biblioteca Breve en España. La novela relata la
iniciación amorosa de un adolescente a través de escenas de comedia rosa de
Hollywood. Se trata de una evocación de su infancia pueblerina que superpone distintos
recursos manifestando las fantasías y alienaciones de los personajes. El
periódico francés Le Monde la proclamó una de las mejores novelas
del bienio 1968-1969.
La influencia del cine
sobre su narrativa no es sólo de orden técnico sino también social y temático.
El serial radiofónico, entre otros, sirve al autor como marco y modelo que encuadra
sentimentalmente la cursilería de la pequeña clase media. Su siguiente novela Boquitas Pintadas (1969), con estilo de folletín,
fue recibida con agrado por la crítica pero tuvo pésima recepción en su pueblo
natal, ya que muchos de sus personajes están basados en la vida real,
reproduciendo conversaciones oídas a escondidas, y retratando a numerosos
vecinos y familiares, incluida la madre del autor.
Con The Buenos Aires affair (1973), un policial con citas
cinematográficas, la crítica nacional le dio la espalda. Tuvo que exiliarse de
la Argentina, viajando primero a Brasil
y después a México. Posteriormente, El
beso de la mujer araña (1976) fue llevada al cine y adaptada para teatro.
Su siguiente obra Pubis Angelical
(1979) relata dos historias paralelas, una imaginaria situada en los años
treinta en Europa y luego en Hollywood y otra, la real, protagonizada por una
mujer enferma en una clínica.
Le siguieron Maldición eterna a quien lea estas páginas
(1980), Sangre de amor correspondido
(1982) y Cae la noche tropical (1988),
además de una pieza teatral y dos guiones cinematográficos. Murió en 1990 por
falta de atención médica adecuada, dejando inconclusa su novela Humedad Relativa: 95%.
Sometido/Dominador: la
Homosexualidad vs. el Activismo Político
Manuel Puig atravesó su
niñez en un contexto global marcado por la guerra. Las noticias llegaban a
través del periódico que su madre le leía a su padre en voz alta cada noche. La
situación mundial contrastaba altamente con la calma de General Villegas. Durante
su adolescencia comenzó a percibir un paralelo semejante en la relación entre
las personas: estaban quienes eran violentas y mandaban, y quienes eran
considerados débiles y eran despreciados por los
primeros. El paralelo activo/pasivo (tradicionalmente correspondido con
los roles masculino/femenino) sería una cuestión problemática durante toda su
vida. Ya maduro, acabará opinando que la sexualidad es demasiado banal como
para definir (incluso parte de) la identidad de una persona. Aún así, cuando
William Hurt le confesó que se inspiró en una golpiza que le dieron sus
compañeros de escuela para la formación del personaje de Molina en la película,
Puig contestó por lo bajo que Hurt nunca comprendería “cómo uno podía amar a
esos muchachos que te golpean en el patio”.
Es interesante cómo esta
dualidad sale a flote de manera permanente en la novela El beso…, desde mi perspectiva, que no es la de alguien
identificado con los ideales del marxismo, los roles que representan el macho
idealista y el homosexual afeminado alejado de la política no son claramente
antagónicos. No es que uno de ellos sea “mejor” que el otro, al contrario, cada
contradicción resalta como una discusión en la que dos seres que no se
entienden tratan de explicarse el uno al otro. Molina, a través de sus
películas, fantasea con una realidad que no puede alcanzar, la de una mujer que
desea ser amada, enamorarse para siempre, como una heroína del cine en blanco y
negro. Arregui, primero, no quiere saber nada del amor, no está dentro de sus ideales
revolucionarios, al contrario, practica la “liberación sexual” y comparte
sexualmente con sus compañeras pero tratando de no enamorarse. Por ejemplo, una
de ellas le escribe para avisarle que sigue en la lucha pero como él está preso
ya ha encontrado un nuevo “compañero”. A Arregui no le importa, porque a quien
quiere de verdad es a su novia burguesa, sufre por ella y está celoso por ella,
cuestionándose a cada rato la incoherencia de sus sentimientos respecto a su
perspectiva intelectual y política.
A Molina no le interesa
la política sino el amor. El plan de los militares que los han puesto a
compartir celda es simple, dado que Molina es homosexual, seguramente podrá
lograr un vínculo sexual y “sometido” con Arregui, porque es bien sabido “que
un macho debe ponerla donde sea, especialmente en aislamiento carcelario”. A Molina le ofrecen ponerlo en libertad si
logra sonsacarle datos a su compañero, y para ayudarlo a crear un “lazo
afectivo” vulneran la salud física de Arregui echándole laxantes a la comida.
El vínculo se crea, pero Molina se enamora. Sexualmente, Arregui utiliza a
Molina, sin participar de sus sentimientos, confirmando para mí la percepción
de que el “hombre nuevo” tan predicado por el marxismo no tomó en cuenta el
respeto por los sentimientos del otro, sea este mujer o compañero sexual de
cualquier índole, permitiendo a través de un discurso “liberal” una sexualidad
descontrolada que dejó hijos y compañer@s abandonad@s por doquier en nombre de
un ideal revolucionario que finalmente no se dio.
Esto ni implica que el
modelo católico que funciona como represor de la sexualidad y la confina al
matrimonio sea el mejor modelo a seguir, de ninguna manera. Gracias a la
“revolución sexual” y el uso de la píldora y el condón, las perspectivas y posibilidades
de las mujeres y también de todas las diferentes identidades sexuales pudieron
finalmente salir a la luz y reclamar un lugar “activo” dentro de las relaciones
de poder político.
Una de las
características de la novela es que cuestiona el hecho de que, más allá de su
moralidad, la sexualidad sea una forma de conectarse con el otro,
independientemente de sus posturas políticas o sentimentales, interfiriendo con
las percepciones que cada uno tiene de su compañero. Hasta el día de hoy, el
sexo dificulta nuestra percepción, impidiéndonos ver con objetividad al sujeto
deseado. Lo mismo puede decirse del amor, otra fantasía por la que es difícil
ver la realidad del otro.
El hecho de que Arregui
se aproveche de este vínculo para utilizar a Molina en una estratagema
revolucionaria que le acarreará la muerte – cuando lo liberan de su
confinamiento- fue mal visto por la crítica revolucionaria del momento. La ex esposa
de Cortázar recomendó a Gallimard no publicar la novela para no manchar los
ideales de la revolución (“deja mal parada la lucha de los revolucionarios
latinoamericanos”, dijo), actitud que prevaleció en las editoriales europeas, y
que confirma el machismo de muchos y muchas intelectuales de izquierda. Mientras
el “hombre nuevo” se la pasaba en reuniones para fomentar la revolución, muchas
compañeras terminaron asistiendo en los pocos ratos libres que podían
permitirse entre las labores del hogar –nunca asumidas por los compañeros de
lucha- y el cuidado de los hijos.
Narrativa como seducción:
la tela de araña
La seducción se da como una transferencia. Molina comienza
narrando películas de clase B, en blanco y negro, que lo han marcado dejándole
impresiones subjetivas acerca de lo que es ser amada. Arregui sigue el juego,
primero distanciándose y analizando desde la perspectiva política e intelectual
la inconsistencia de los modelos representados. Luego, de manera progresiva, va
identificando fragmentos narrativos que repercuten con su propia experiencia
personal. Cuando una de las heroínas está en peligro, piensa en su compañera.
Cuando se habla del sacrificio por amor de otra mujer, piensa en su amada novia
burguesa. Teme por ellas, entra en conflictos consigo mismo y se deprime.
Molina lo cuida y atiende, primero luchando contra sus
protestas y desconfianza inicial, luego, ayudado por los laxantes que ponen a
Arregui en una situación de indefensión y vulnerabilidad, tomando un
lugar “activo” en la relación. Cuando tiene sexo, sin embargo, su lugar será
siempre “pasivo”, hecho que Arregui le cuestiona constantemente, llegándole a
decir, cuando Molina le explica que “la
gracia está en que cuando un hombre te abraza… le tengas un poco de miedo”
que ése lugar en el que se coloca es uno de explotación. “Si no fuera porque debe doler mucho te pediría que me lo hicieras vos
a mí, para demostrarte que eso, ser macho, no da derecho a nada”. La
contradicción entre el actuar de Arregui y su discurso es muy palpable.
La narración, entonces, juega el papel de una tela de araña,
una hilera de palabras que nos envuelve e inmoviliza en un tipo de discurso, en
una forma de autoengaño. Más aún, también nos da un lugar en el mundo: mi
discurso me define, muestra quién soy y dónde estoy parado. Si mi discurso es
seductor, llego a atraparte dentro de mi fantasía. Molina es la mujer araña, la
que atrapa a sus amantes en su tela de palabras. Arregui, sin embargo, se
aprovecha de esa fantasía para sus propios fines de autosatisfacción, tanto
sexual como política. Por eso este amor es imposible, Molina se enamora patas
(de araña) y todo, pero si se sabe utilizado no le importa, lo toma como parte
del “sacrificio” necesario para el amor.
La maldición de la mujer
defectuosa: la adaptación al cine y al teatro
A Puig no le gustó la adaptación al cine. Ni se presentó a la
premiación de los Oscar cuando ésta ganó. En una carta que le escribe a Cabrera
Infante opina: “Mataron el núcleo de la historia, que era la alegría de vivir y
el humor de Molina. Hurt está tan torturado y neurótico como en la vida real.
El pobre Juliá está mejor, a pesar de que su personaje casi no existe. Dudo que
lo poco que queda conmueva a la gente”. En su sentir, Hurt no representa a la
mujer defectuosa: “Ese tipo de homosexual
identificado con el cliché de la mujer dominada pero heroica del cine de los
años ’40, que no quiere o no puede cambiar su identificación con esa fantasía”.
Sonia Braga, que hace los cameos corporizando los melodramas
que Molina le cuenta a Arregui, se robará el show. Cuando adaptaron la novela
para un musical del Broadway, ése también será el papel descollante: el que
tiene los mejores cuadros, las mejores canciones, el vestuario más impactante,
el máximo tiempo sobre el escenario. Como cuenta Juan Forn:
“todo lo
que hacía inolvidable a Molina en la novela, en el musical lo hace no una mujer
defectuosa sino una potra, y esa paradoja es el triste final, el castigo que
sufrió El Beso de la Mujer Araña. La obra,
que celebraba como ninguna otra el encanto, el coraje y la nobleza de los gays
feos, patéticos y anónimos terminará teniendo como protagonista-fetiche a una
mujer despampanante”.
Secuencia final
Una operación de vesícula mató a Puig en Cuernavaca, antes de
la presentación de su novela en Broadway. La mujer defectuosa que él quiso ver
interpretada en la pantalla, como él mismo definía a Molina, se vio traicionada
en el teatro, al igual que en el cine. La tergiversación será palpable, pero no
infinita. Todavía queda la novela, para volver a ella y reconocer de nuevo a
Molina, un hombre que nunca quiso mirarse a sí mismo como tal, una mujer en el
cuerpo equivocado, protagonista de un amor imposible, dispuesta a vivir de
forma dramática y morir de manera trágica. Una mujer que forjó su propio
destino desesperado. La maldición de la mujer defectuosa, sí, pero también el
nacimiento de una nueva identidad, sin ataduras, merecedora de un final más
esperanzado que ése.