Son las 11, llegué a mi casa temprano y me dedico a rayar discos mientras en el radio suenan diversas páginas de libros que hoy sí llegué a acabar, a besar en el lomo como a las botellas que se desagotan generosas, tras mucho trajín, ajetreo, alegre entrechocar de copas y palabrerío. He llegado temprano, y mis zapatos de bruja del Este se niegan a dejarse encerrar, a guardarse en su cajita de celofán, a dormirse, en suma.
He llegado temprano, y aunque mis ojos se cierran y el jazz parece repetirse sin medida, el cigarrillo muere entre los deditos finos del cenicero con boca de mujer, las paredes retumban y allá afuera las estrellas insistan en afirmar que la noche es joven, y a pesar de todo todo todo esto que alcanzo a recontar y todo aquello que sólo en sueños lograré colocar en las gavetas incorrectas, a pesar del preludio de la noche y de mi cuerpo, que desea bostezar por todas sus bocas, apagarse, re-asumirse al día siguiente, yo estoy despierta y escribiendo.
Noctámbula, aleatoria, apenas consciente del flujo rojo de mis letras, sigo esperando.
(Quizás la señal está imbuida en el hecho de su no llegar, de este silencio adivinado).
Es probable, sin embargo, que esté aquí. Y yo, ocupada en escribir, me abstraiga de percibir por encima de mi hombro a quien me lee, a quien espero. Aquél que se repite en el infinito salto de aguja de mi accidentado entorno.
¿Cómo dormir con esta incertidumbre?
5 comentarios:
voy a encender un puchito en tu nombre!
y yo traere otra cerveza a la mesa.
mie! canchero!
los quiero un montonazo
Ese motivo para el insomnio es un placer bastante tormentoso..
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