No puedo decir en qué momento perdiste tu huella en este mundo. No han pasado veinte años, sino nueve. No has rozado la década, y aún así ya te veo deslizarte, irremisiblemente, detrás de la memoria.
No mi memoria, que es larga, ni la de quienes llenaron su existencia con parte de la tuya: tu mujer, tus hijos, tus amantes. Acaso, todavía, te recuerda alguien vivamente, acaso sabes a quiénes acudir, dónde brillar con tus ausencias.
Igual, hoy he sentido un vacío. Un hueco donde antes estaba el firme estar de tu recuerdo. Debo haber cambiado. Al no ser la misma que ayer te recordaba, al llenarse mi vida con otras existencias, mi memoria ha cambiado conmigo.
No te he olvidado, sigues allí y seguirás, quizá, en veinte años. Es que cada vez te siento más lejos de esta tierra, y no he podido atraparte con los lazos esperados.
¿Qué pasará en un año? ¿Seguirás ahí, cerca del parral, alimentando a las gallinas? ¿Podré oir tu sonrisa, escuchar cómo me enseñabas a encontrar, ojos cerrados, los caminos de la casa?
¿Dónde habré de hallarte? Mis recuerdos se almacenan solos, apilándose, y no sé cómo escogen retener el polvo, o defenderse de las inundaciones.
¿Dónde buscarte, ahora que he cambiado? La memoria no se pierde con los años, se intensifica o se diluye, se expande y se contrae, y estando en ella estás, existes.
Sólo espero no desencontrarte.
2 comentarios:
Que tristeza verdad... la memoria es asi como el destino, un tiempo predestinado, que corre el riesgo de llevarnos a taaaaaantos lugares, buenos y malos, ya depende de nosotros
pero lo malo es que a veces deja de depender y vive solita la memoria, amén de nosotros que queremos olvidar o se suicida en aquellos que quieren recordar...en fin,
Saludos Chapaquina
nos lleva donde quiere no? saludos tb! a ver si nos vemos en el comiquerío
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