La tarde, los cerros, el suave ronroneo de los gatos en el alfeizar de la ventana. Tú la abrazas deseando dormir, para que ese momento no cese, para que se quede fijo, suspendido en tu recuerdo.
La noche, las luces, el suelto divagar de los que grillan. Ella lo abraza, con la lenta desesperación de quien no desea despertar, para que sus senos contra su espalda permanezcan así, como ellos, unidos, acompasados, perennes.
Otra te abraza a ti, y tú te dejas estar, porque la tranquilidad que te depara se aproxima mucho a la gratuidad, a la libre entrega. Cierras los ojos y te niegas a oír el ruego que su piel transmite a la tuya. Ignoras, decides evitar, cuidadosamente, cualquier ramalazo de melancolía. Ella no piensa en ti, él no piensa en ella, tú no piensas en quien busca con sus labios la base de tu nuca.
A ninguno le importa.
lunes, abril 24, 2006
domingo, abril 16, 2006
Carne que además puede leer filosofía
Como lo sabe caperucita feroz el secreto está en el silencio, en la atávica capacidad de aislarnos del ruido circundante y permanecer dentro de nosotros, así, callados. Lujo cada vez más esquivo, el silencio es el que nos permite de veras ser, escucharnos de manera profunda, dejar de mentirnos o aturdirnos con toda la serie de sonidos y pantallas. Ahí somos, baste decir que el ritmo del corazón se equipara con la sordina absoluta de nuestro universo, baste decir que el mejor beso es aquel que gime como dos bocas a presión, baste escuchar la nada de vez en cuando, para imaginarnos como algo mejor, como carne que además puede leer filosofía.
domingo, abril 09, 2006
Consideraciones sobre "V" de Pynchon
¿Pero, quién o qué es V? A través de toda la novela, la inicial V emerge como un símbolo de algo a ser perseguido, cortejado y conquistado, algo a ser querido, poseído o reganado, pero nunca para algún motivo en especial. De acuerdo a los “episodios”, V podría ser una mujer misteriosa, que persigue deliberadamente el camino de lo Inanimado mientras el antiguo orden da en doloroso parto luz a los horrores y sinsabores de la Modernidad. Como una sirena, ejerciendo una influencia esclavizadora sobre hombres y mujeres por igual, ella parece contener en sí misma las fuerzas opuestas del estancamiento y la rebeldía en alambicada presión, apareciendo en momentos históricos de decadencia y revolución. Y aún así sus motivos son oscuros; e incluso su naturaleza e identidad parecen indeterminadas, como una partícula quántica que contiene en sí los secretos de la onda y la partícula, subvirtiendo cualquier intento de definición por el hecho de poseer propiedades indistintas. Al final, él mismo admite: “V era ya en ese momento un concepto enormemente disperso”. Amante, prostituta, madre, monja, mujer: aún cuando podría ser el Edén perdido llamado Vheissu, ella debe ser siempre considerada en términos femeninos. Como la exilada Shekina, o la mitad femenina de Dios que los gnósticos llamaban Sophia y los cabalistas creían encarcelada en la matriz del universo físico, V parece más una promesa perdida que una figura real. ¿Quizás, el hecho de crear a V fue algo maravilloso y maravillante? Es posible que V sólo sea una suerte de ilusión, que representa solamente al deseo mismo. Quizás nos lleva -como el impiadoso intento de converger dos líneas paralelas- a la búsqueda de la posesión de algo inalcanzable. O, para verlo del revés, es V el símbolo de las múltiples maneras en que los caminos se bifurcan y difuminan al irradiarse desde un punto en particular…
martes, abril 04, 2006
ellas o yo?
Mujeres derrotadas, mujeres maravillosas donde el cuerpo y los ojos se mantienen a la par, brillando con luz propia. Mujeres que se atrevieron a vivir sin desafiar a nadie más que así mismas, sabiendo que el verdadero desafío se encuentra dentro de nosotras. Mujeres que supieron ser y ahora son. A pesar de la fragilidad, a pesar del eterno desamparo. Ellas, que merecen un lugar en esta buena, fértil, desconocida tierra. Es tan fácil hablar bien de ellas, desde la tranquila distancia del ordenador, las tres comidas, las píldoras anticonceptivas. El feminismo.
Vamos, ¿quién me da una moneda para aliviar su alma? ¿Quién financia mi próxima novela sobre las rebeldes de Alasia? Os lo juro: llorarán los irresueltos morales, se compadecerán las ecologistas de carné, me denostarán en la tele los antifeministas. Po_Le_Mi_Ca. Así se llama ahora la promesa de quien vende su alma al diablo por fama y dinero, en estos días (y se deletrea a f r i c a a f h g a n i s t a n o m a s u y o s h e r z e g o b i n a m a l a s y a m e x i c o a m a z o n i a hasta que las letras se agoten, hasta que ya no demos más, hasta que se nos ocurra una solución o den algo mejor en la tele ¡ shhh ! )
el amado
Soñé con el amado. Lenta, reflexivamente, esas palabras vienen a mi boca, al instante de despertar. Es mi constatación lenta, mínima aunque firme: eso es lo que resume los periplos de mi noche. Una sola frase, y el destello de sangre y sudor que aconteció entre sueños. Caminé con él, calibrándolo. Y mi certeza marcó al instante más allá de toda duda posible. Esta vez, no he sido yo quien te ha escogido. Está bien así. Tú tampoco supiste bien porqué yo y no otra. Inescrutable el designio, queda la sensibilidad, acaso extrema: bien está que yo sea tuya, puesto que no puedo basarme en otra desazón para saberte mío.
sábado, abril 01, 2006
Sin permiso
Tocaban a la puerta, afuera Barcelona estaba envuelta en una niebla espesa. Por un momento a Mikele no le cupo la menor duda, era la lluvia y el batir desvencijado de la puerta. “Nada más, jotío, ni siquiera un cuervo”. Cuando el batir se hizo más insistente y se pusieron a gritar su nombre, sin ningún respeto por la hora ni los vecinos, no tuvo más remedio que apresurarse hacia la puerta, para dar paso a la mojada criatura, vestida enteramente de rosado, que le estampó un húmedo beso en la mejilla.
_¡Raspa! ¿Hace cuánto que no te afeitas?
Mikele en un gesto automático se pasó la mano por la barba, mientras intentaba dilucidar si aquella niña con botas rosa añejo, impermeable fucsia, cofia, aretes y boca rosa encendido era una aparición o un mal recuerdo. Se decidió por lo segundo.
_Preciosa, han pasado unos años –le dijo Mikele mientras la conducía adentro- aún así, te ves exactamente igual a cuando nos conocimos.
_Lamento no poder decir lo mismo- dijo ella- y Mikele sintió que sus ojos verdes le medían de pies a cabeza. Intentó ser amable.
_Adelante, linda, ponte cómoda. ¿Tequila, como siempre?
Ella se limitó a asentir con la cabeza, se había quitado el impermeable y ahora sólo mostraba un delicado vestido rosa, de esos que a Mikele le traían aún los recuerdos de tambores y velas en Brasil, en las playas, antes de asistir a los exorcismos.
_Dime que no vienes a eso, guapa. Más bien, dime que no has venido, confírmame que estoy imaginando cosas, y por sobre todo (no tomas limón ¿verdad? ¿sal?) entiende que ya hace mucho que intento no hacerlo.
_Mikele, esta vez es serio, no estamos hablando de ninguna especie conocida de condenados.
_Ya no soy cura, cariño, de qué voy a servirte. Demonios, incluso he estado casado y no...
_Estamos casi seguras de que fue ella... esta criatura, quien mató a tu esposa. Debes creerme Mikele.
Sus ojos tristes, como siempre. Una inmensa muñeca de ojos tristes (verde víbora, pensó el) y cuerpo de porcelana le miraba seriamente. “No olvides -se dijo a sí mismo Mikele- que aún así esta criatura lleva la marca de la serpiente, por más que ahora utilice esas piernas enfundadas de rosado para ayudar a nuestro bando...' Le alcanzó un segundo vaso de tequila mientras mentalmente se preparaba para abandonar el apartamento, la ciudad, este lado del Atlántico.
_Veo que estamos apelando a mi buena fe- le dijo. Y sonaron dos copas.
Cba, abril 2005
_¡Raspa! ¿Hace cuánto que no te afeitas?
Mikele en un gesto automático se pasó la mano por la barba, mientras intentaba dilucidar si aquella niña con botas rosa añejo, impermeable fucsia, cofia, aretes y boca rosa encendido era una aparición o un mal recuerdo. Se decidió por lo segundo.
_Preciosa, han pasado unos años –le dijo Mikele mientras la conducía adentro- aún así, te ves exactamente igual a cuando nos conocimos.
_Lamento no poder decir lo mismo- dijo ella- y Mikele sintió que sus ojos verdes le medían de pies a cabeza. Intentó ser amable.
_Adelante, linda, ponte cómoda. ¿Tequila, como siempre?
Ella se limitó a asentir con la cabeza, se había quitado el impermeable y ahora sólo mostraba un delicado vestido rosa, de esos que a Mikele le traían aún los recuerdos de tambores y velas en Brasil, en las playas, antes de asistir a los exorcismos.
_Dime que no vienes a eso, guapa. Más bien, dime que no has venido, confírmame que estoy imaginando cosas, y por sobre todo (no tomas limón ¿verdad? ¿sal?) entiende que ya hace mucho que intento no hacerlo.
_Mikele, esta vez es serio, no estamos hablando de ninguna especie conocida de condenados.
_Ya no soy cura, cariño, de qué voy a servirte. Demonios, incluso he estado casado y no...
_Estamos casi seguras de que fue ella... esta criatura, quien mató a tu esposa. Debes creerme Mikele.
Sus ojos tristes, como siempre. Una inmensa muñeca de ojos tristes (verde víbora, pensó el) y cuerpo de porcelana le miraba seriamente. “No olvides -se dijo a sí mismo Mikele- que aún así esta criatura lleva la marca de la serpiente, por más que ahora utilice esas piernas enfundadas de rosado para ayudar a nuestro bando...' Le alcanzó un segundo vaso de tequila mientras mentalmente se preparaba para abandonar el apartamento, la ciudad, este lado del Atlántico.
_Veo que estamos apelando a mi buena fe- le dijo. Y sonaron dos copas.
Cba, abril 2005
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