sábado, febrero 10, 2007

La costura de la herida

Yo sinceramente creí que las puntadas iban a aguantar, aunque no es en serio. Yo lo vi sangrando sobre la mesa y me dolió el pánico, la ansiedad desesperada. Así que saqué hilo y aguja del bordado de la sala (que no sé tampoco si voy a terminar, o cuándo), sujeté como pude los dos costados de la herida, y le metí aguja. Creo que ni le dolió. Sinceramente, ambos queríamos que el sangrado se detuviera. Y lo hizo. Después, empezó a cicatrizar. Primero yo me equivocaba y traía a colación el tema, pero como se ponía temblar todo poco a poco dejé de hacerlo. En tres años, me mudé a otro país y logré, creí, olvidarlo. Hasta le saqué las puntadas, fíjese. Claro que después, encima, le coloqué barniz del grueso, uno que sólo en momentos muy tibios se desprendía un poquito, pero siempre un trozo, nunca entero. Ahora, que he vuelto, la cicatriz blanca parecía tranquila. Hasta que, es un decir, llegamos a la escena del crimen. Pues nada, tragué en seco y la vi enrojecer, a la herida, temblar entera, y derramar unas gotitas de sangre. Quise huir, antes de que reviente de nuevo, pero me toca permanecer. Y estoy perdida. Heridas y ojos son bocas que nunca mienten.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

"(que no sé tampoco si voy a terminar, o cuándo)" Ese entre parentesis dijo mas que todo....

Me gustó el texto.

Solo pasaba por aquí

Mar dijo...

q bueno q pases red,ysi,ami me gusta tb esa frase