miércoles, agosto 01, 2007

esta rara convivencia


Apenas toco la almohada, para abrir los ojos de nuevo, hacia el dosel rojo que me separa de las cosas y la madera de la casa. Hace sol, con suerte, casi siempre. Aunque he tenido amaneceres grises y amarillo neón, aún soy criatura de las diez de la mañana. Ella ya se ha ido, hay fruta sobre la mesa y las plantas recién regadas aún la recuerdan. Yo limpio el baño, lavo los platos, bebo mi café, no volveré hasta la media noche. Ella ya está durmiendo, hay pan en la panera, compruebo, y acomodo los tés, yogurts y quesos que le he traido. Hago dulce temprano a la madrugada, tomará, de seguro, un par de trasnoches terminar, alcanzar el punto almibarado. Mientras hierve, lavo ropa. Dejo todo tendido, barro la casa. Vuelvo a partir, ella no se ha despertado. Esta vez, llego temprano, acomodo los enseres, bebo un litro de té, escribo en rojo y fumo un solo, delicioso, cigarrillo. Luego cierro las ventanas para evitar el frío, y me encierro en mi dosel, aún ella no ha llegado. Escucho sus pasos, veo sus fotos, agradezco con flores sus fruteros colmados, y con dulces sus panes fragantes. Pagamos juntas el alquiler. Y es un eclipse aquél raro domingo en la mañana, donde juntas, reímos, hablamos de hombres, nos pasamos el mate. Así, admirada, observo. Cómo danzamos al ritmo de los días, cómo, adivinando, construimos con detalles mudos, esta rara convivencia.

No hay comentarios.: