viernes, enero 27, 2006

eso que no puedo dilucidar

Estoy en el boliche, rodeada, atravesada por ojos y miradas, por roces y espaldas, telas y músicas. De un humor tan peligroso que al día siguiente sé que voy a tener que pesar mis palabras, calibrarlas, con la vana esperanza de que me crean borracha, incapaz de herir sobriamente a nadie. Estoy con varios vasos, aunque pronto serán sólo vasos llenos de agua, (pretendo convencer, ¿a quién? en vano, que se trata de vodka aguado o algo similar), estoy conversando con varias personas, estoy bromeando y mirando a los ojos a un escritor muy conocido. No puedo evitar pretender, desear, conocer cómo piensa éste del que se habla tanto. Le conozco a través de tantas amigas y amigos en común, de tantas situaciones próximas, que no distingo bien a la persona de los recuerdos compartidos que conforman la información, las imágenes y sonidos que poseo de él. Mi humor, ácido como el limón que acompaña los tequilas, no alcanza para cuestionarlo como verdaderamente quiero. Una sensación extraña me embarga, a ratos, sin que yo sepa porqué, mientras ella pasea y saluda en un proceso similar al nuestro, bromea en un proceso similar al nuestro, divinamente hermosa y segura de sí misma. Cuando desaparecen juntos, en primer lugar, no pareció que desaparecieron juntos y de común acuerdo. Cuando nos llamaron desde otro boliche para acompañarlos, en segundo lugar, no pareció que lo hicieron porque sabían lo que estaban haciendo. Cuando llegué yo y la vi, besándolo, (olvidada de los ojos, las miradas, los roces, las espaldas, las telas y las músicas), me pareció que no me correspondía el tercer lugar. Así que mi humor y yo partimos, junto a románticos y apasionados amigos, a mirar los puentes y la noche, a dilucidar los misterios de los recuerdos, mientras arrojábamos botellas a los ríos. Por suerte, logré que el sentimiento que me embargó al momento de verlo se diluyera, junto a mi humor, antes de que el cielo se llenara del azul de este amanecer. Y a pesar de todo lo descrito, no alcanzo a explicarme, a entender, porqué la sensación que me ronda y cuida a ésta, nuestra amiga en común, es una sensación de derrota, como si su error –besarlo, tener una relación, siendo él famoso, casado, inalcanzable- fuese mío en parte, como si mi circunstancial entrada a ese boliche tuviese algo que ver, en parte, cuando las vidas y recuerdos de los que me rodean apenas alcanzan a definirme como la que soy, con copas o sin ellas, y no permite, de ninguna manera, apresar lo que exactamente siente, desea o percibe el otro. (Apenas un temblor, unas posibilidades, me circundan).

14 comentarios:

flacazul dijo...

tu historia me trajo recuerdos de noches de roces, músicas, cervezas que van y vienen y los infaltables tequilas.
siento como si hubiera estado ahí esa noche!
(en realidad, estuve)
un abrazo,
a.

orlaK dijo...

celos......................

ORLAk

Vero Mendizabal dijo...

parece, no???

pero celos???

será pues... que se yo al final

orlaK dijo...

o deseos reprimidos....

ORLAk

Anónimo dijo...

"no me correspondía el tercer lugar"
¿No sería el cuarto?
¿Era casado, no?
Siento concidir, pero sí, parecen celos.
Tal vez debas brillar con luz propia y no arrimarte como mariposa a cualquier resplandor.

Anónimo dijo...

Si conocieras la verdad, recién serían celos y muchos. Debiste quedarte hasta el final para comprender que entre las que estaban en segundo, tercer y acaso cuarto lugar no estaba ella, esa tu amiga, coincido, hermosa y segura de sí misma. Se había robado el primer lugar hace mucho (te lo dice alguien que estuvo ahí esa noche)

Mar dijo...

hey! no sabía que me leías usuario anónimo... jeje. Lejano, interesante eso de la luz propia y las arrimadas. Sobre los celos...mmm, tipo deseo de protagonismo, perhaps... vos que dices flaca?

flacazul dijo...

agree mar... ese deseo de protagonismo
que aparece a veces. quien sabe qué
más? solo vos sabes qué más.

che, no te enojes mujer,
pero subí la fotito esa con la lupe más... además la publiqué!

es por las nostálgias estas de cueca che!
un abrazo,
a.

Mar dijo...

jajaja... ya la veré, pienso robarme alguna...

Anónimo dijo...

Hola!, hace unos cuantos días que no ingreso a tu blog, y acabo de leer el texto de marras y también los comentarios suscitados, de manera que desearía aclararte que ese tal "de lejos" que te ha escrito lo de la luz propia y de las mariposas es otro personaje, que quizá esté tan lejano como yo, que no suscribo para nada ese asuntito nimio de los celos... y en cuanto a la luz propia, ¡leches!... creo que la tienes y hasta que te sobra... y que tú no necesitas andar disputando por terceros, cuartos o segundos lugares...

Anónimo dijo...

Por una especie de -¿simple?- curiosidad, o haciendo caso a la intuición que me decía que no ibas a tardar en pasar al papel o a la pantalla las sensaciones que experimentaste al ver a tu amiga besándose con el "hombre célebre", después de escribirte esta mañana, abrí tu blog y sí, como no podía ser de otra manera, allí estaba "colgado" eso que no podés dilucidar... aunque -unas horas después- acaso lo tengas bastante más clarito... Te miro en el boliche, los ojos, las miradas, las copas, el humo sobrevolando las cabezas que se sacuden al ritmo de la música. Imagino también ese humor tuyo, peligroso, cortante e incisivo, los músculos del rostro ensayando esas ya muy sabidas expresiones que no traslucen lo que pasa por detrás del azogue de unos ojos que pueden ser muy duros, no decir nada o decir cosas de las que quizá después deban arrepentirse, aunque pienso que es en ese momento -y no recién cuando llegue el nuevo día-, en que se te ocurre fingir que estás borracha, cuando por tu cabeza pasa la idea de pesar las palabras, de calibrarlas, para que no se vea eso que tal vez ya todos saben, y que temen quizá, que sos muy capaz de herir, en plena sobriedad y sin el más mínimo cargo de conciencia, a quien tenga la mala idea de atravesarse -con frases o con gestos- en ese instante en que, más allá de lo que puedan decir las apariencias, la soledad se reconcentra y ya no admite ni la más inocente de las estupideces, ni la más bienintencionada de las banalidades... Veo los vasos ante tí, en la mesa, e imagino esa amarga lucidez que despierta al estímulo de unos breves alcoholes, que sin embargo no llegan a enturbiar esa corriente en la que la curiosidad, quizá con cada vez más melancólica ironía, se va mezclando con imágenes, sonidos, recuerdos compartidos de situaciones que no viviste o no llegaste a ver, pero que ahora reconstruyes en tu mente, ansiando desbrozar esa maleza que a la vez que parece facilitarte la visión, la determina, escamoteándola, ocultándola detrás de otras miradas, de otras ficciones que acaso nunca han de volar como las tuyas. Tu humor se va volviendo cada vez más ácido, en proporción directa a la falta de auxilio que recibe de ese vodka o tequila, de set de filmación, de utilería, con que te empeñas en llenar tu vaso. Acaso eso te falte, esa pequeña dosis de etílico cinismo que estás necesitando para decirle lo que piensas de él en ese instante. Extrañas ese impulso, y comienzas a sentir una suerte de vacío que una presencia de mujer, hermosa, segura de sí misma, y desplegando una carnalidad de animal al acecho, va transformando en arenas cada vez más movedizas. ¿Quisieras ser esa mujer, acaso?... ¿Quisiera ser tu cuerpo ése que tensa los músculos y ondula las caderas, sabiendo que es mirado, que es deseado, que va siendo invadido por una cada vez mayor sensación de poder y de dominio?... Después ya no los ves, quizá ya has comenzado a imaginar esa segunda escena, a confundir tu cuerpo con ese cuerpo de mujer que ha obtenido su presa y que, con la morosidad de un ritual largamente repetido, ya empieza a hacer girar sobre su lengua los primeros atisbos del sabor de la carne conquistada. Quizá es tu lengua ahora la que, reptante, se ofrece en ese beso... quizá por eso ahora sientes que hay un tercer lugar que no te corresponde. Afuera hay una noche y hay un río, hay amigos románticos y hay un arco de puente donde apoyar los codos, y en el cielo también hay una luna que no se cansa de alentar recuerdos, y que a veces se muestra muy benévola con esas hijas suyas que no lograron atinar el primer golpe. Y es la caricia de esa madre luna la que, poco antes de que el cielo se revista con ese azul que anuncia el nuevo día, alcanza a despejar en parte tu amargura, la que se lleva el regusto a limón que ha anidado en tu lengua. Y, sin embargo, quedan en vos sentimientos encontrados, que no te puedes explicar del todo. Acaso porque olvidas que el movimiento siempre es cacería, y prestas tus oídos a esa voz de la mente que se empecina en asimilar el error y el fracaso a la ausencia de futuro o de un después, tan necesario para tranquilizar a las cabezas bienpensantes... O quizá porque algo en vos, en lo profundo, se rebela y rechaza eso que está diciendo la cultura, y el sentir ese gusto a derrota, inexplicable, no es sino la sensación de haber errado el golpe, de no haber sido vos ese cuerpo lanzado a la carrera tras una presa a la que no pudiste herir ni siquiera con el filo, esa noche embotado, de tu lengua. Creo que estás en lo cierto cuando dices que tuviste algo que ver en ese beso, y que, más allá de lo atractivo de la presa, un animal que caza siempre despierta en quienes logran verlo la sensación amarga del cazador que retorna al cubil cansado y sin la víctima elegida... a lo que tal vez hay que añadir esa impotencia sorda del que debe conformarse con mirar y ser tan sólo espectador de lo que ocurre, sin poder intervenir y limitado a delegar la realización de su deseo en la plenitud de ese cuerpo que está actuando... Con copas o sin ellas, ese animal que llevas dentro tuyo ha querido salir de cacería y si bien retornaste con las manos vacías, y acabaste la noche acodada en el puente y mirando correr las aguas de ese río, lograste percibir ese temblor que recorrió la carne de tu amiga y, de alguna manera, participaste de sus sensaciones, y, aunque después las disfrazaras de error y de derrota, pienso que has apresado lo que sentía, deseaba y percibía ese cuerpo de mujer convertido en animal de presa... Y, por si acaso te sirve de consuelo, para atenuar esa sensación tuya de no poder penetrar lo que pasaba por las venas de tu amiga, quisiera recordarte que el corazón, desconcertada compañera, siempre ha sido y será un cazador muy solitario, y que -aunque le pese a quien mira desde afuera- jamás consentirá correr envuelto en la seguridad de la manada...

Anónimo dijo...

chitón, como diría por ahi un sociologo, en cierto libro ...

Mar dijo...

bueno lejano, ya me parecía que el comentario del de lejos era un poco fuera de tono... en cuanto a mi amigo de los whiskyes, si no publicabas tú lo hacía yo, me encantó el comment! (me conoces...)

Anónimo dijo...

Whiskys, amiga mía, y no whiskyes, que hoy hablamos de scotch y no de sucedáneos, y aunque el Jack Daniels también me guste mucho, prefiero un Glennmorangie, un Sprinbank con unos cuantos años de añejado, un Talsken, que es un poco más fuerte y más oscuro, o, si no se consiguen, un buen Glennfiddish o un Glennlivet, que siempre son parejos, y muy buenos compañeros para acabar la noche mirando las estrellas... Me alegra mucho que te gustara el comentario, acaso un poco largo, pero, en fin, ya sabes bien que soy de "largo aliento"...