lunes, enero 09, 2006

Estar a tiempo

“Lo que pasa con las mujeres, es que no llegan a considerarse del todo humanas”. Caminábamos a tientas, adivinando el suelo con los pies, guiados apenas por el rumor del agua. No hacía frío, solamente las luciérnagas, jugando a disfrazar los montes de cielo, tiritaban. La noche agrisada, vivaz, atrapada por la luna -esa otra mujer, que vive tomando sol- nos imponía temas un poco borrosos, como los contornos de un recuerdo. “Muchas veces las buscas por trozos, de a pedazos. Absorben las cualidades de las cosas, a veces son sólo grandes conocedoras de música, a veces besan bien, a veces te miran y sólo quieres que la vida se te vaya correspondiendo a esa mirada”. Yo camino apoyándome en su hombro, deseando cuidar para siempre una imagen que parte sólo de mí misma (una boca tersa, humedecida, unos ojos jóvenes que envuelven, como brazos muy calientes), algo que supo ser inefable o atrayente y que va redondeándose, pulido por los días que pasan y hacen a las mujeres retratos, fijaciones, máscaras del misterio que encierran, que ya olvidaron. “¿Nunca supiste querer a alguna como ella misma, como a un ser auténtico, irrepetido e irrepetible?”. “Claro, la quise. Como a alguien que posee además, su juego propio”. Las estrellas parecen querer bajar hasta nosotros, mientras yo lamento la desaparición de aquello que supo hacerlo mío, hace tantos instantes. “Tal vez el secreto radica en mirarlas de una vez, enteras, bien al frente”, me dice, sus palabras se pierden entre los susurros del silencio . “Como antes”. “Como antes, sí, cuando nosotros fuimos a construir ciudades y ustedes se fueron a conocer los misterios de los cuerpos, de las plantas, cuando nuestra pasión era cuidarlas y el vuestro era guarecernos”. No nos miramos, una luz roja atrae a las luciérnagas, anunciando el final de un recorrido. Queremos abrazarnos, prometer, quizá absurdamente, que volveremos a ser, él y yo, humanos que supieron mirarse, cara a cara, sin caer en lo aparente. Tus ojos y mis ojos, deseando por fin lo que realmente ven. “Quizás las mujeres estemos volviendo a ser”. Sonríe como quien ha sido descubierto, en el momento exacto de pronunciar algo compartido. “Quizás su llegada resulta no ser demasiado tardía”. Entrando a la puerta roja, sin tocarnos, subimos a la luz como quienes creen, aún, estar a tiempo.

14 comentarios:

Anónimo dijo...

Quizá la mujer siempre haya estado allí, y es el hombre el que debe re-aprender a verla y a sentirla.
"Como antes", Sí, como fue una vez, antes de que el hombre se dedicara a "hacer" y -acaso por temor- dejara abandonado el "ser" entre las manos y los muslos de la hembra. Ahora el camino sólo puede recorrerse a tientas, adivinando el suelo con los pies, y dejándose guiar por el olfato y por las voces de la piel. Uno sabe que la mujer siempre ha estado esperando, pero sabe también que uno, a su vez, siempre ha esperado que el azar o la suerte traigan a una mujer a su costado. Esa que siempre hubiera debido "estar a tiempo".

Mar dijo...

te conozco, lejano? al menos tu manera de analizar mis frases es enormemente familiar...

Anónimo dijo...

Acaso nos conocemos de "ese" tiempo, cuando ni las mujeres ni los hombres habían confundido los rostros con las máscaras,
olvidando el misterio que los rasgos encierran, enmascarándose en la artificialidad de la apariencia. Si tu memoria es capaz de remontarse hasta ese tiempo, tal vez recuerdes que me conociste. Tal vez mis rasgos se asomen a tus ojos, una noche atrapada por la luna, en medio de un paisaje punteado por luciérnagas y en donde sólo se escucha el discurrir del agua.

Mar dijo...

mentira lejano, nadie llega o apaece en la naturaleza, los rostros sugen en los cuartos, en las penumbras, en los espejos... es absurdo buscarlos en la noche.

Anónimo dijo...

Me asombra que los ojos de una lectora tan fina y de tanta agudeza, no sean capaces -en este caso, al menos- de ver entre líneas y distinguir la literalidad de las metáforas. Por otra parte, los cuartos también están llenos de la noche. Hay noche en la memoria y noche en los espejos, noche en el tiempo y noche en los recuerdos. La naturaleza es y está en la noche, cada vez más velada, al menos para esos ojos que ya se han habituado a la penumbra de los
cuartos de cemento, la sombra de los muros que aprisionan y al azogue artificial de los espejos. Deberíamos volver a aprender a mirar en la noche para poder distinguir los verdaderos rasgos, para no dejarnos ganar por la manera en que las máscaras impresionan a nuestros sentidos, cada vez más civilizados y más empobrecidos. Era en la noche cuando tenían lugar los más antiguos ritos, y la mujer, la luna, era entonces la reina de la noche, y una de las cualidades de la hembra era, precisamente, su capacidad para moverse en esa noche en la que el hombre, enceguecido por el brillo de la solaridad, no se animaba a entrar, ganado por el miedo a las tinieblas, a lo desconocido y al misterio. En los puichs de mi tierra, y en las cavernas donde dormían los drachs, sólo la hembras eran soberanas, y allí sólo ingresaban ellas, para buscar y encontrar -en la noche cerrada de la piedra- esas visiones y revelaciones que nos están vedadas a los hombres.

Anónimo dijo...

Esperaba alguna respuesta
pero, para mi sorpresa, no he encontrado ninguna. Guardo entonces para otra ocasión lo que traía ya pensado. Sin embargo no resisto hablar un poco de la hermosura de estas noches de invierno, con la montaña nevada y el cielo de un azul tan helado que acaba por penetrarte el alma. ¿Qué hombre se atrevería a asomar la nariz en una noche como ésta? ¿quién, que no fuera mujer, la dueña de la noche, la que se sabe parte de la naturaleza, desafiaría hoy a esa naturaleza que se nos muestra tan poco piadosa...?

Mar dijo...

me da gracia que esperes respuesta lejano, quién soy yo para saber, para responderte?

Anónimo dijo...

Una mujer de "esas", acaso con mucho de lo que tenían y sabían las mujeres de "antes"... y con eso creo que lo estoy diciendo casi todo. Y una mujer, además, capaz de escribir como tú escribes, y de provocar la fascinación que muchos de tus textos provocan Y si espero respuestas de tu parte es porque te imagino capaz de develar unos cuantos secretos.

Mar dijo...

tb me das curiosidad... los secretos, si acaso, deberan permanecer secretos...

Anónimo dijo...

¿Te doy curiosidad? ¿Qué quieres que te cuente? ¿Qué hable de mí,de lo que soy, de mis paisatges, de la mujer, del hombre, y de sus relaciones según las antiguas tradiciones de mi terra, del culto a la mujer que aún sigue perviviendo, mal que le pese a la modernitat paternalista? Para mí también eres una desconeguda, con ese misterio que la distancia acrece, pero también con el que nace de esa profunda cercanía que despertara tu escritura. No te descubriré quién me habló de tus textos, sólo diré que tenía razón cuando escribió que iban a interesarme. Esos secretos, acaso, son los que deberán permanecer secretos, aunque los otros, los que nos hablan de esa sabiduría que viene desde lejos, deberían volver a circular entre los hombres y mujeres.

Mar dijo...

bueno hombre, me alegra que te acerques, aunque es muy pronto para saber si yo poseo algún secreto en particular...

Anónimo dijo...

En principio, te pido a tí que me disculpes, pero hay ciertas palabras que me cuesta escribir en español, que no me salen de buenas a primeras, y "desconeguda" -desconocida, como decís vosotros- es una de ellas, quizá porque la llevo asociada a un bellísimo poema de V. Foix, uno de nuestros mejores poetas del siglo XX. El poema se llama "Tots estarems en le port con la desconeguda", ("Todos estaremos en el puerto con la desconocida"). La "desconeguda" es, ni más ni menos que la muerte, y te recomiendo leer ese poema.
También me alegro de acercarme un poco, y quizá me acerque más aún dentro de un tiempo, porque proyecto viajar a Sudamérica durante este año que recién comienza.
En cuanto a tí, me parece que sí tienes las claves de unos cuantos secretos. He leído atentamente casi todo lo que has escrito en este "blog", y te voy conociendo, aunque a tí pueda parecerte pronto.

Mar dijo...

cada vez me desconciertas más, lejano, no puedo negar que este blog me depara este tipo de satisfacciones (de intrigas, se diría) especialmente con gente de otras lenguas y realidades... serás bienvenido si apareces por este Sur...

Anónimo dijo...

Muchas gracias por tu anticipada bienvenida, y me comprometo en avisarte con tiempo si es que logro concretar ese proyecto de viaje. Siempre he querido conocer ese Sur vuestro que en estos tiempos quizá existe con más vitalidad que esta mi ya desvaída y decadente Europa, aunque Girona no deja de ser una especie de ínsula, un resto de otras épocas rodeado de los mons, donde, por momentos, el tiempo pareciera haberse detenido, o negarse a avanzar, al menos no con la velocitat y la falta de tino con que lo ha hecho en Barcelona, por ejemplo. Siempre me he sentido atraído por tu país y también por el Perú, por esa cordillera que quisiera ver antes de acudir a mi encuentro con la Desconocida.
A propósito de Foix, he olvidado escribirte que era un señor muy formal y muy compuesto, dueño de una pastelería barcelonesa donde Juan Ferraté acudía, de muy niño, para que el señor Foix le regalara algún pastelillo con mucha, mucha crema... Yo he alcanzado a verlo, con su estampa de abuelo, muy menudo aunque erguido, de traje, con sombrero y bastón, entrando al café a mitad de la mañana, para leer los periódicos y, después, beberse una copita de licor de menta, y jamás he podido asociar esa imagen tan seria y tan compuesta, aunque no carente de afabilidad, de buen trato con los camareros y de un encanto muy personal, muy de "gente de antes", con los bellos y apasionados poemas que escribía.
Ya te diré algo acerca de tus textos, por ahora baste decirte que tú también me intrigas, aunque no llegas a desconcertarme. Al leerte me parece que tienes mucha más edad que la que acusa tu fotografía o tu cartilla de identitat, por lo que el desafío es llegar a relacionar, a descubrir, cómo casa la imagen con lo escrito.