sábado, abril 01, 2006

Sin permiso

Tocaban a la puerta, afuera Barcelona estaba envuelta en una niebla espesa. Por un momento a Mikele no le cupo la menor duda, era la lluvia y el batir desvencijado de la puerta. “Nada más, jotío, ni siquiera un cuervo”. Cuando el batir se hizo más insistente y se pusieron a gritar su nombre, sin ningún respeto por la hora ni los vecinos, no tuvo más remedio que apresurarse hacia la puerta, para dar paso a la mojada criatura, vestida enteramente de rosado, que le estampó un húmedo beso en la mejilla.
_¡Raspa! ¿Hace cuánto que no te afeitas?
Mikele en un gesto automático se pasó la mano por la barba, mientras intentaba dilucidar si aquella niña con botas rosa añejo, impermeable fucsia, cofia, aretes y boca rosa encendido era una aparición o un mal recuerdo. Se decidió por lo segundo.
_Preciosa, han pasado unos años –le dijo Mikele mientras la conducía adentro- aún así, te ves exactamente igual a cuando nos conocimos.
_Lamento no poder decir lo mismo- dijo ella- y Mikele sintió que sus ojos verdes le medían de pies a cabeza. Intentó ser amable.
_Adelante, linda, ponte cómoda. ¿Tequila, como siempre?
Ella se limitó a asentir con la cabeza, se había quitado el impermeable y ahora sólo mostraba un delicado vestido rosa, de esos que a Mikele le traían aún los recuerdos de tambores y velas en Brasil, en las playas, antes de asistir a los exorcismos.
_Dime que no vienes a eso, guapa. Más bien, dime que no has venido, confírmame que estoy imaginando cosas, y por sobre todo (no tomas limón ¿verdad? ¿sal?) entiende que ya hace mucho que intento no hacerlo.
_Mikele, esta vez es serio, no estamos hablando de ninguna especie conocida de condenados.
_Ya no soy cura, cariño, de qué voy a servirte. Demonios, incluso he estado casado y no...
_Estamos casi seguras de que fue ella... esta criatura, quien mató a tu esposa. Debes creerme Mikele.
Sus ojos tristes, como siempre. Una inmensa muñeca de ojos tristes (verde víbora, pensó el) y cuerpo de porcelana le miraba seriamente. “No olvides -se dijo a sí mismo Mikele- que aún así esta criatura lleva la marca de la serpiente, por más que ahora utilice esas piernas enfundadas de rosado para ayudar a nuestro bando...' Le alcanzó un segundo vaso de tequila mientras mentalmente se preparaba para abandonar el apartamento, la ciudad, este lado del Atlántico.
_Veo que estamos apelando a mi buena fe- le dijo. Y sonaron dos copas.

Cba, abril 2005

4 comentarios:

lucian de silenttio dijo...

hermoso, mi srta. quiero "saber" más.

Mar dijo...

:D ya veremos si sale... como le va?

Anónimo dijo...

a mi también me gustaría saber más (aparte de lo que pueda imaginar yo)
qué pasa al otro lado del atlántico? y el tequila queda en tequila?

Mar dijo...

prometo al menos una escena más, pronto... hay q ver si el forastero me da permiso