lunes, julio 31, 2006

tiempo de dragones

Una entra, belicosa, consciente del sol y la calidez de afuera, irritada ante la gruta, la caverna, el marasmo fétido que se percibe aún antes de entrar, la bocanada pútrida que inmediatamente separa la realidad externa de ese desamparo, esa humedad acechante, esa batalla que la espera dentro.
Pero una entra igual, a los gritos, dando mandobles, protegiendo el estómago y el corazón con el escudo, cortando lenguas, segando cuellos, atravesando escamas y colas de tamaños varios, trozos de colmillos, jirones de piel, hasta llegar al centro y enfrentarse -con el escudo, hay miradas que congelan o matan- a él, gordo de tanto chupar huesos, pesado, lleno de bilis, de hiel, de mierda contenida. Enferma de asco, una no olvida que ha venido a matarlo, ni cómo hacerlo. La sangre gris estalla y el bicho, el monstruo, muere, furioso en su agonía, y no olvidamos tampoco revolcarnos en su muerte, protegernos de todo mal, encaminarnos victoriosas a la puerta.
Allí, al fin, una, aliviada, saca la cabeza, piensa en el amor (ahora una es capaz de pensar en el amor), y sueña: en lo lindo que será mañana escribirte, saber de ti, mirarte a los ojos y la boca, mirar tan insistentemente tu boca, poder de una vez, quererte, haberlo deseado tanto.

3 comentarios:

Briegel Busch dijo...

Me gusta mucho la escena descrita tan intensamente!

(No es la primera vez que mezclas violencia con pasión, verdad?)

Saludos,

Mar dijo...

no sería la primera briegel, ni la ultima, espera...

Anónimo dijo...

no entiendo muy bien.... no tienes un logo que dice "sin violencia y sin armas" arriba en la pagina?