Vengo días persiguiendo una sensación determinada: un lugar preciso, similar en todo momento, constante como los retazos de ciudad que perviven a lo largo y ancho del tiempo. Mi rincón personal, por así decir, a donde puedo entrar sin previo aviso. Igual, toca, re-cordarlo, re-construirlo, cada vez: varían sus puertas, sus accesos son siempre diferentes.
Para ingresar preciso siempre de ciertos elementos, ciertos detalles: una letra susurrada en un casette, un sabor, una determinada temperatura en el cuerpo y en la habitación.
A veces, me coge de sorpresa, respiro y de súbito, estoy ahí, sonriente otra vez, como quien se descubre ante su columpio, su circuito de bicicletas preferido. Como esta mañana: granola con yogur, yerba mate, "te seguiré hasta el final" y tú, de repente, cantándome al oído.
Hermoso poder, una vez más, estirarme doblando todas las imperfecciones del tiempo.
y no digo más, porque tampoco es cuestión de delatarse...
1 comentario:
A veces el cuerpo nos delata ante las placenteras reaciones que nos porvocan situaciones conocidas. Que provocador es sentirse expuesto ante el fisgon correcto.
Saludos,
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