lunes, agosto 15, 2005

Céspedes

Es que usted no entiende, Céspedes, no entiende y dudo que lo haga alguna vez: nunca comprenderá a una mujer corriendo tras una pelota. Menos si ésta es de cuero y anda avalada por la FIFA. Claro, usted me dice que una dama de sociedad no hace esas cosas, que el fútbol es de hombres y que, además, las mujeres deberíamos estar alejadas del deporte en general, no servimos ni de espectadoras.
En eso quizás le doy la razón, al menos en la familia no oí que alguna de nosotras hubiera visto jamás un partido. Pero que le dábamos a la pelota, a escondidas, pues es casi una tradición. Fíjese que mi abuela, aparte de fumar en el baño para que no la descubrieran, se mandaba unas campanas con la bola, entre cacerolas y guisados, que nos marcaron para siempre. Nadie lo sabe, pero mi madre tuvo que divorciarse por un gol que le hizo a su marido, de chilenita y con chinelas, en secreto entrenamiento que, a pesar de no haberlo visto nadie, lo humilló de por vida.
¿Y qué le puedo decir yo? Claro que se enojó cuando me vio correr descalza en aquel open-house, pero es que de mi madre lo aprendí todo; menos el poder esconder este imán que significa para nosotras una pelota. Menos mal que los tiempos han cambiado, y todavía puedo aspirar a un buen matrimonio a pesar de ciertos deslices sobre el césped. Fíjese, por lo menos puedo diseñar trajes claros que permiten correr sin perder el decoro, hasta pude meter alguna vez goles arriba de tacones altísimos… Lo que más nos temíamos, además, va en camino de resolverse. Quitarnos el sexo fue siempre la amenaza más potente, pero con las otras consiguiendo cada vez más derechos, nosotras podremos alcanzar esos placeres sin problemas, quizás alguna vez, sin coartadas. Y eso será pronto, así que no me recrimine más y vístase, Céspedes, que tengo un pastel en el horno, y en la mañana jugamos con las primas.

2 comentarios:

Mr. K dijo...

Hermoso Mari!

Mar dijo...

;)