Echarse y desear, estar casi dormida, casi inconsciente, y aún así percibir, esperar, establecer un imaginado cordón con el futuro. El cielo todo está entrecruzado así, pleno de nuestros absurdos y mínimos antojos. Tan espesa y vaporosa su trama, la llamamos viento, masa azul, firmamento o nubes, ya que es invisible. Junto con el vapor se eleva, estableciendo uno y otro mapa indefinido, mínimo y fluctuante como nuestro anhelo.
Y ahí está. Siendo la mal llamada simetría el simple desgarro de la luz en la entretela. Y nosotros, que ignoramos, sólo sabemos respirar con desenfrenada impaciencia. Ah de aquel nuevo día ya urdido y desentrañado tantas veces, ay del previo tejer de lo que quisimos, ay del miedo, íntimo y cuidadoso de saberme, poseedora de los hilos. Dueña y cómplice de mis siempre realizados deseos.
2 comentarios:
Qué suerte tienes, Mar, de saber siempre cumplidos tus deseos. Hay hilos, en otras manos, en las mías, por ejemplo, que sólo están para no dejar de tejerse nunca: condenados a un sin final, sin final, sin final, sin...
saludos muchacha de ulyses, eres una bienvenida sorpresa
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