sábado, marzo 04, 2006

una pequeña historia

Aquí en Alasia, en la zona liberada, hubo una aldea y un castillo sobre el muro de roca. El nombre no es importante, pero, irónicamente, era de mujer. La aldea era grande y las mujeres se levantaban a la mañana cantando –siempre supimos cantar para ocultar nuestras desventuras- tempranito, antes que los hombres. Antes que el sol. Recolectaban leña, buscaban agua lejos, rezaban oraciones, cuidaban a los chicos, preparaban la comida, soportaban los golpes. Mucho caminaban. En el castillo había un solo hombre y varias esposas. Ellas debían pelear por los derechos de sus hijos, soportar las rencillas internas, compartir al dueño de la aldea. Todas ellas eran nuestras madres y nuestras abuelas. Hace 15 años, los hombres de la aldea partieron para una de las muchas guerras absurdas que ellos hacen. Quedaron sólo algunos soldados, salvajes, y el dueño del castillo. Estos soldados comenzaron a desarrollar un gusto por la violencia, por el abuso, que desgastó la mente sumisa de nuestras mujeres. Cuando ellas querían ir a por agua, un soldado las obligaba a desnudarse, cuando una se alejaba sola por leña, tardaba más de la cuenta en regresar, y volvía llorosa y dolida. Comían a los animales, dejándolas famélicas, hasta que aprendieron a comer solamente frutos de la tierra. Así fue, no ha sido ni será la primera vez que hombres vejaron a mujeres de este modo.

Las mujeres entonces se reunieron en asamblea y pidieron una plática con el dueño del castillo. Fue la comisión a hablar con él y le plantearon, humildes, que los soldados cesaran de abusarlas. El señor nunca entró en razones ni les hizo caso. Se burló de ellas, las maltrató, las amenazó y las corrió. Al otro día los soldados las abusaron con saña renovada. No hay otra palabra para esto que explotación.
Las mujeres se reunieron otra vez e hicieron cuentas. De un lado, estaban cientos de mujeres, con unas cuantas leguas de malas tierras, llenas de piedras, secas.
Del otro lado estaban un puñado de hombres armados, y un lugar con buena agua, con animales. Hicieron cuentas, nuestras madres, y supieron que en la guerra no podrían solicitar justicia que no viniera desde ellas mismas.
Llegó entonces, a esta aldea, una anciana. Pobre como ellas, desvalida como ellas, pero algo bruja. Brujas son apenas las que saben de yuyos que curan y de palabras que salvan. Habló en noches de luna sobre rebeldía y organización, mitigando los miedos. Las mujeres reconocieron que lo que ella decía era secreto y que había que cuidarlo. Ella caminaba de noche, hablaba de noche, se aparecía de noche. Algunas temerosas creían que era una djinn, una curiosa mezcla de Lilith y demonio. Pero sólo era una mujer como nosotras, acaso más sabia, más dura. Quienes la escucharon esa vez, antes de la hora donde los hombres se despiertan, dijeron que estaban de acuerdo. Supimos que había caminado otras noches, en otras aldeas, en otras madrugadas. Supimos que la rabia y la indignación eran de muchas. Muchas, pero por una vez, decididas en colectivo. Yo la conocí, y le conté la historia de Lilith, la mujer hecha a semejanza del hombre, que decidió salirse de los planes de su dios y su paraíso. Ella se rió cuando le dije que ella se fue porque quería hacer el amor arriba. Entre sus arrugas, sus ojos brillaron como dos perlas negras, sus mejillas siempre se arrebolaban como las de una niña. "Sabes, Vocera, ya va siendo hora de que las mujeres estén arriba."
Como ella hubo entonces decenas de compañeras, de líderes naturales en sus aldeas, abandonadas de todo hombre. Ellas también decían que era la hora de las mujeres arriba. Era el año 2005, hicimos entonces una consulta, y se votó la rebelión.
El año del 2006 se nos fue en preparativos. Llegó el mes de las tormentas. Nuestras mujeres se levantaron, cantando, pero no a seguir recibiendo golpes, sino a darlos. Emborracharon a los soldados y les robaron las armas, algunas murieron, pero lograron replegarse hasta una zona segura.
Todas se replegaron entonces. Sabemos de la capacidad de estos hombres para luchar y enfrentarse, pero también sabemos del miedo que una mujer fuerte inspira. Por eso nos temen. El 2007, tomamos esa primera aldea, junto con el castillo empotrado en la roca.
Las mujeres de ese jefe nos ayudaron, y decidieron quedarse con nosotras. Después pasó lo que pasó, y vosotros sabéis, habiendo sido parte de esta nuestra lucha.
Todas las fincas en esta zona fueron recuperadas y, después del 2007, sus tierras fueron repartidas. Entonces las mujeres se reunieron y volvieron a hacer cuentas, no de justicia esta vez, sino de muertas.
Nuestros nombres no serán aquellos de la muerte, sino los de la lucha.

5 comentarios:

Oswaldo dijo...

Hola, mar.

Tu relato es muy bueno. Aborda temas de profundidad, como la injusticia, la violencia y ciertas características inherentes a mi género.

A veces uno habla de injusticias infligidas hacia los pueblos no occidentales-europeos y no se pone a pensar en la violencia de las víctimas hacia sus pares -hablo de gente como yo, claro está-.

Te felicito por abordar este tipo de temas que tienen mucho que ver con la realidad nuestra de cada día.

Ojalá y llegara esa rebelión...

Un gran abrazo para ti.

Mar dijo...

gracias oswaldo... siempre me halaga que me leas

Estepagrisa dijo...

nuestros nombres serán los de la lucha...
Ayer, como dia de la mujer trabajadora, aqui en España, decidí vestirme de negro y hacer el desayuno a todos mis compañeros.
Creo que hay tantas, tantas injusticias, al leer tu post me he sentido egoista por que yo pido que me igualen el sueldo con todos mis compañeros (claro que mis jefazos aplican eso de "contra el vicio de pedir la virtud de no dar").
Ojala podamos rebelarnos pronto contra todo y contra todos.
Al otro lado del oceano se te quiere mucho.

Oswaldo dijo...

Hola,

avísame cuando publiques nuevamente. Me gusta leer lo que escribes.Que tengas buen día.

Hasta pronto.

Mar dijo...

estepagrisa querida, a mi entender, vosotras podeís tener el privilegio de pelear por condiciones igualitarias dentro de un mínimo "marco" de comprensión. Aunque después, estamos igual, con golpes o sin ellos, tantos modos de vejar... este discurso se lo dejo a hannah que sabe más que yo ;)