Un hombre-pájaro llegó volando a mi ventana. El frío empañaba los vidrios,
así que apenas pude adivinar su sombra blanca. Venía desnudo y al principio
creí que se trataba de murciélagos buscando otro refugio, golpeando a mi
ventana.
Entró tiritando y cayó a lo largo de mi cama, los ojos enrojecidos, sin que
yo supiera muy bien qué decir o hacer. A esas horas de la noche todo puede
pasar, incluidos los espíritus. Llevaba yo días sola, sin hablar ni toparme
con nadie, ajena en mi mundo ilusorio de letras, ordenadores, cigarrillos;
lo primero que hice fue cubrirle las alas y el sexo con una manta,
abrazándolo –sólo los hombres-pájaro me inspiran ternura- luego calenté agua
para hacernos café.
“¿Vengo de lejos?”, me preguntó, venía volando entre la niebla, mi luz en
lo alto fue la primera que pudo hallar. Claramente en shock, me sonreía como
si me conociera, a pesar de mi cabello desmelenado y mis ojos ausentes. No
habló más, y no sabré yo si vino de lejos o de cerca, las ciudades impías
tienen ese gusto por ignorar a quienes las habitamos. Puse música de
tambores, pero él seguía temblando: los pies húmedos, la piel erizada, las
alas encogidas. Con un suspiro me desnudé, a estas alturas ya sé que el
cuerpo de mujer sirve para conducir calor a los hombres-pájaro.
Amanecía azul, helado, cuando pareció volver en sí. Con un grito saltó del
lecho, estirando las alas, (cuatro, rojas y leche, algo sucias en las
puntas), empezó a correr dando vueltas por el apartamento, tirando trastos y
flores al piso, desordenándome los cuadros, los libros y la vida. Se subió a
una ventana y por un momento creí que era un hombre normal, temí por su
vida, no en vano mi casa es un nido alto, lejano a los ruidos, a las calles.
Corrí hacia él -que saludaba al sol cantando- mi aspecto desnuda,
despeinada, temerosa, debió asustarle. Saltó hacia el cielo, olvidado de la
noche, del frío, de la niebla, olvidado también de mi absurdo refugio.
Cantaba mientras se dirigía al sol…cerré las ventanas suspirando, esta mi
manía de socorrer hombres-pájaro acabará por desgastarme. Volví a la cama,
pensando que el diario, que el trabajo, que el amanecer. Por suerte, mi
trabajo es a la tarde.
5 comentarios:
Me gustó tu cuento!!!
Yo también escribí de un hombre pájaro alguna vez, era un hombre que quería cruzar la cordillera (de los Andes) y se hacía alas con diario y pintura amarilla. Cuando se iba a matar, el sol que estaba enamorado de él lo alzaba jajajaja...
Como sea, disfruté leyendo tu blog.
vaya galgata, gracias, de donde saqué tu direccion?
Mar
linda madera esa del pajaro amado por el sol, fitting
siempre me sorprendio como algunas personas pueden tomar sucesos al parecer minusculos de su vida y convertirlos en hermosas u horribles manifestaciones, (lo feo como complemento de lo bello), para abrir mas candados en una conciencia colectiva que empieza a entenderse...
Yes! querida, entonces si, esta bien, puedes ser escritora, sobre todo eso de por suerte trabajo en la tarde....ja, castigale no mas. Cuando tenga $$ te comprare una brillante notebook con calcomanías y corrector de orto para q no gastes en cybers. Por otro lado como es q no escribiste nada de mi? acaso no soy un tipo q merezca unas lineas? Nos vemos pronto :)
hitchhiker of the universe y mas allá.
si el anonimo hitchicker es quien creo que es... pronto unas líneas tendrá
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