sábado, noviembre 26, 2005

Parra sigue vivo, y suelto



Tiene 91 años y la intención de resucitar, aunque sea en forma de rana. El creador de anti-poesía con aires de anarquismo, Nicanor Parra, sigue vivo y suelto, como Parrita, el perro de la casa. Matemático, nacido en Chillán en 1914, con estudios en Estados Unidos e Inglaterra, autor de piezas tan fundamentales como “Poemas y antipoemas” (1954), “Artefactos” (1972), “Hojas de Parra” (1985) y “Poemas para combatir la calvicie” (1996) este antipoeta chileno vive desde hace años en Las Cruces, en la costa chilena del Pacífico.
Autor de versos tan desconcertantes como El hombre imaginario, sus escritos poseen la cualidad, la maravilla, de parecer nuevos cada vez que se los lee. Opuesto a la poesía de Neruda, basado en el habla popular, la bufonada, la risa entremezclada con las lágrimas, su “antipoesía” abunda en recursos cotidianos –sillas, mesas, ataúdes- y al decir de Hernán Miranda Casanova “ha ejercido un efecto germinador en distintos países del ámbito iberoamericano” lo que hace de él la figura más importante en la historia de la poesía hispanoamericana contemporánea.
Quizá porque la tierra costera de la que proviene es fecunda en poetas de la talla de Huidobro, Neruda, Mistral, lo que acabamos de decir parezca una enormidad. Sin embargo, hay que leerlo. Porque Parra, capaz de componer un Rap de la sagrada familia, once años después de celebrar su cumpleaños número 80 sentado sobre un ataúd; capaz de pintar con graffitis las paredes de su casa con la misma agilidad con la que crea objetos de arte a cada instante, (como esa hilera de máquinas antiguas de escribir, con el rotulito que dice “Máquina del tiempo”), es un ser que manifiesta una imaginación desbordante, innovadora, necesaria. Probablemente porque el ocaso de la poesía nos viene rondando, es bueno saber dónde encontrar, alguna vez, un verso fresco.
Más aún cuando sus “Obras Completas” se publican por fin en España, por la editorial Galaxia Gutemberg.

viernes, noviembre 25, 2005

Lista de defectos

No quiero ser ni egoísta, ni celosa, ni posesiva, ni extremista, ni testaruda. No quiero tener ideas fijas, ser inflexible, ser destructiva, ser caprichosa o ser dominante. No sé cuáles son mis defectos, a parte de exagerada, testaruda, pasional y un poco ciega. No quiero ser un monstruo que a su paso atropelle a sus congéneres, los desprecie o los ignore. Hoy, además, no siento que valga para maldita la cosa. Como cada fin de año, no encuentro mi lugar en el mundo. Sólo sé que debo volver a mis raíces y allí verme fortalecida en mis decisiones y caminos. Quiero dejarme llevar como una hoja en el viento, y no ser como esa piedra cansada, que después de rodar y avanzar decidió no moverse más y está ahí, gorda y pesada, sin que nadie sea capaz de moverla de su sitio.

jueves, noviembre 24, 2005

un hada




Una vez, alguien en Villa Gral. Belgrano –lugar de chocolate y duendes, entre las sierras de Córdoba- le sacó una foto a un hada de las verdaderas. Esas de polvo de sueño y huesitos, esas de alas de mariposa y trajes de otoños. En el rostro enmarcado por cabellos blancos, el hada miraba arriba-del bosque-el cielo.

El hada en cuestión posee más de una historia. Se nota. Es vieja: ha visto más de una mujer llorando por amor, más de un niño buscando atraparla, más de un hombre quieto, perdido en el misterio. El traje oscuro marca la belleza de sus canas... hay que haber soñado mucho para hallar un hada encanecida.

Del hada de la foto no sé el nombre, tampoco la tengo. No poseo más que su recuerdo, en brumas. Un nombre para esa hada: Laura. Quizás.

martes, noviembre 22, 2005

Esperas

Esta mañana me he levantado a preparar el desayuno, puse la leche caliente en la mesa, preparé la mantequilla dorada, saqué del horno el pan fresco, tibio y crujiente, coloqué una a una las tazas brillantes de limpias.

Sentada en la mesa no quise comer nada hasta que bajaran todos, pero la leche se entibiaba, la mantequilla pasó del dorado al amarillo, el pan se secaba, las tazas lentamente perdían su brillo.

La leche se enfrió, la mantequilla se hizo rancia, el pan se hizo duro, las tazas se cubrieron de una fina capa de polvo. Ellos no habían llegado, aún.

La leche se hizo cuajo, de a poco la mantequilla se volvió nada, el pan fue cubriéndose de motas verdes, las tazas no tenían ya tonos irisados.

Ya no hay leche, ni mantequilla, ni pan. Las tazas están inmóviles bajo una espesa capa de polvo y telarañas.

Cansada de mirar fijamente a la mesa, quiero observar mis manos, pero mis ojos están secos, y no me es posible.

(2002)

miércoles, noviembre 16, 2005

Pintura

Trato de pintarme
un futuro contigo

mis trazos impacientes
no van con este tipo
de pintura

¿Debo creer que no sé pintar?

harmonia

La realidad es lo más absurdo que hay, tanto es así, que creemos serias las cosas que no lo son y nos vemos incapaces de aceptar lo que hay de más maravilloso. Cuando nos roban nuestras riquezas nos enseñan a mirar a otro lado, y cuando debemos actuar, preferimos gritar -indignados, confiadísimas- "que alguien y no yo, hagan algo". La libertad empieza por casa y asume sus consecuencias en las más fantásticas utopías, la capacidad de soñar es lo único inalienable. En cuanto a nuestro país y sus injusticias, las merecemos todas. Cuando admitamos esa elemental verdad, recién, sabremos hacer y actuar en la dimensión justa. Pasen, sino, y vean las críticas que despiertan a harmonía ciertas gentes que se dicen serias.

sábado, noviembre 12, 2005

Beatriz

Beatriz y las pieles. Beatriz ojos morenos y sonrisa que no coincide, Beatriz frente al espejo. Cuando mi cuarto se inunda de selva y sucio, otra vez Beatriz. Gotas enormes que llora esta Alicia oscura o dulce: me ahogo y sobrenado entre las rosas-cachivaches que atosigan el mundo de Beatriz. Mea culpa. Desisto y paso, nunca más -me digo- inundaré de regalos a Beatriz. Caminaré desiertos polvos colores culpas preguntas tierras lenguas ojos claros, todo para volver alguna vez a merecer la sonrisa, las palabras, de mi cómplice Beatriz. Sólo entonces volveré desnuda, grande, lastimada, sin presentes, tímida, auténtica, única, mujer, pájaro, sirena, sin temores, volveré sin

jueves, noviembre 10, 2005

Meme musical

es una cosa del forastero y por ser él, I must oblige. Ojo que es por letra del alfabeto.

a: Atajo
b: Buena Vista Social Club
c: Chavela Vargas
d: Drexler Jorge
e: Elioth Gondenthal
f: Fabiana Cantilo
g: Guerra, Pedro
h: H3o
i: Illia Kuriaky and The Valderramas
j: Joaquin sabina
k: Kevin Johansen
l: La máquina de hacer pájaros
m: Milanés, Pablo
n: Norah Jones
o: Octavia
p: Pearl Jam
q: Queen
r: Rosana
s: Silvio Rodriguez Serú Girán
t: Tribalistas
u:....
v: Vaugham, Sara
x: ----
w: ...
y: ----
z: aire, los de

y se lo paso a los depresivos a Andrea y a Mabb

lunes, noviembre 07, 2005

una escena del hombre sin nombre

Estamos en Damasco en el siglo XV, ya se mezclan a los gritos de los que llaman a la oración, los idiomas extranjeros de Europa. Entre ellos, un hombre, el Inmortal, transita las calles buscando el palacio del califa. Viene a hacer una visita al sheik Mohammed Ibin Nasir el-Din, antiguo conocido suyo. El sheik, cuando lo recibe, a pesar del fasto de las fiestas protocolares, esconde bajo su amabilidad un dejo de tristeza. Intrigado, el hombre interroga acerca de esa desidia a un europeo, prisionero en la dorada jaula de palacio: Michel Blaquière de Bonnecousse, preso confidente del príncipe Abdal. Evasivo en sus respuestas, el francés despierta la curiosidad del Inmortal, quien decide averiguar por cuenta propia lo que acontece.
Marmodé, judío, viejo, usurero y conocedor de la ciudad, le revela el secreto. La ciudad parece gris porque los fieles están tristes, ellos lo están porque los jefes de la oración están cariacontecidos, ellos a su vez reflejan el estado de ánimo de los sufis, y éstos se preocupan como el sheik, Mohammed, quien sufre porque el príncipe está agobiado por una maldición: su bella hija, tras recibir la bendición que la hizo pasar de mujer a niña, la barakha, porta en su rostro la muerte a quien lo mire. El ángel de la muerte, Sama el aparece a través del rostro de la bella, quien lo mira está condenado a la locura y al suicidio. El príncipe bordea la insania, mientras todo se
desmorona a su alrededor.
El hombre Inmortal se siente aludido, cree que la muerte puede haberse hecho
presente para obtener un encuentro con él, que siempre se le escapa. Decide ir a su encuentro. Michel le advierte que quizás, por su condición, estará condenado a ver el deseo de morir para toda la eternidad, aún así él decide arriesgarlo todo y cruzar los jardines donde está escondida Wheshika, la princesa, guardada por siete vigilantes ciegos, en un jardín dentro de los muros de palacio.
Un lugar maravilloso es ese, y el Inmortal se distrae mirando una rosa... hasta que una presencia dulce aparece a sus espaldas. “No te des la vuelta” Sama el en el cuerpo de Wheshika amenaza con matar a la princesa si él insiste en mirarla. Una casualidad les ha reunido, el ángel esta en Damasco para castigar al príncipe que ha perdido la fe y no para encontrarse con quien no muere. Hablan entonces sobre el destino del Inmortal, que nada tiene que ver con esta historia. Hablan de lo bella que es en realidad la muerte, de cómo el terror es una estrategia para no abandonarse a morir, en masa, alegremente. Hablan y en un momento la princesa le roza, otorgándole una revelación embriagadora. Traspone entonces el Inmortal, en un torbellino, el jardín, los siete guardias, los muros de palacio. Se arroja enfebrecido fuera de la ciudad y cruza el mar... sin desear regresar nunca más loco porque no ha visto la cara de la bella, enamorado de alguien que podría morir si se le acerca, incapaz de morir él mismo. En los confines del amor y de la muerte, el Inmortal navega, decidido a no volver a esta parte de la Tierra.

viernes, noviembre 04, 2005

Andrea

Andrea se despierta, abre los ojos Andrea ante el mundo y sus ojos reflejan el maravilloso mundo interno de los sueños que la agotan y desagotan en múltiples veladas. Cuando Andrea duerme, el mundo calla. Y es que la manera de dormir de Andrea no se parece, ni se asemeja, a la manera de dormir de ningún otro ser humano. Comienza cerrando los ojos a las cinco de la tarde, por el sólo hecho de que el sol a esa hora decide mirarla por el agujero negro que luego es su ventana. Parece una señal convenida, un misterioso vínculo entre ella y la noche que apenas se avecina. A las seis de la tarde, su respiración acompasada marca el ritmo de los autos y los coches que rodean la casa, la cama, de Andrea. A las siete nada, ni nadie, pueden interrumpir el vínculo que Andrea ha hecho con la noche renovada. Nada, hasta el día siguiente, se interpone entre Andrea dormida y la marea de mundos que la noche es en ella. Abre los ojos Andrea, y despiertan a la vez todos los ruidos, todas las nubes, todos los árboles. Y ella, que finge no saberlo, salta de la cama, despierta, desmemoriada, como si lo que acabara de hacer no tuviera resonancia alguna con la noche, todas las noches, pasadas.

martes, noviembre 01, 2005

nacimos

Nacimos. Primero creímos. Más luego matamos. Ahora, aunque, tal vez. Primero, luego, ahora nosotros, y después. Primero, luego, ahora nosotros, y después. Nunca aprendimos. La vida no puede ser tomada en serio.

no (me) soporto

No me permito soportar un instante de monotonía. Al mismo tiempo, no permite mi cuerpo el abandono que significa negarle una rutina de sueño, de sexo, de hambre calibrada. Torcida entre las necesidades de mi cuerpo y de mi cabeza, con el cuello sufriendo ser el nexo entre mis desidias y mis satisfacciones, me encuentro. Doblada de cerviz en una botella blanca, que mira más allá y desea su confín, me hallo. Harta de la música en lenguas extranjeras, que me susurra bienestares falsos, harta del silencio de los días con sol, llena hasta los bordes de mi propio vacío, escojo y no me arrepiento. Parto ya mismo, en este instante, hacia cualquier otra realidad. Hasta que mi sombra me dé alcance, y otra vez pelee yo conmigo misma.