“El pergamino de la seducción. Juana La Loca ¿Qué oculta su historia?”
Gioconda Belli, Seix Barral Abril 2005.
Para las mujeres, las posiciones de poder siempre fueron peligrosas. Pocas fueron las que asumieron la tarea de forma exitosa, dejando en ello, en más de una forma, la piel y los atributos femeninos. Pienso en la Reina Isabel I de Inglaterra, pienso en la peligrosa Catalina de Médicis.
En una época donde los intereses en juego inspiraban obras como la de Maquiavelo, el caso de Juana de Castilla es un ejemplo extremo de hacia dónde podía conducir la combinación ambición-poder individual-constitución femenina. Hija de los reyes unificadores de España, Isabel y Fernando, esposa de Felipe el Hermoso, madre de Carlos I, madre de tantas otras cabezas reales; fue encerrada por más de 47 años, impedida de ejercer el poder, bajo el argumento de su locura. Hija, madre-esposa, loca: cautiverios eternos de las mujeres (quedan la monja y la prostituta en los extremos). Su función en la Historia asemeja a la del comodín, sin valor por sí mismo, intercambiable de acuerdo a los intereses y demandas de su Reino.
La perspectiva de la autora, famosa poeta que ha sabido estremecer muchas fibras en obras como Sobre la Grama(1974) o De la costilla de Eva(1986), añade a la intrigante vida de Juana el horizonte de una mirada nueva, aquella de la mujer que hace Historia. Ya decía Gadamer que uno no busca en los textos históricos más que algo donde verse reflejado, algo que aporte a nuestra propia manera de ver la vida, tal es la función de la hermenéutica. Las interpretaciones que se han dado sobre la vida de Juana de Castilla supieron provenir de hombres, que hasta hace poco se abrogaron el derecho de escribir la historia con mayúscula. La locura de Juana para muchos de ellos fue “evidente”, aunque cabe preguntarse si una hubiese actuado de manera diferente, apartada de sus hijos, sin dinero, envuelta en redes de mentiras. Basta un botón de muestra: durante cuatro años se le dijo a Juana que el rey su padre estaba enfermo, instándole para que le escribiera, cuando en realidad éste había muerto tiempo atrás.
Percepciones torcidas dan pie a las leyendas, que en el caso de Juana abundan: amó a su esposo de una manera carnal impensable en esas épocas inquisitoriales, anduvo con él por España, intentando llevar su cuerpo a Granada - donde por tradición enterraban a los reyes- supo hacer terribles huelgas de hambre donde por días no probaba bocado, ni se bañaba.
Extraño el entramado que escoge Gioconda Belli para envolvernos en esta historia. Mediante un lenguaje poderosamente seductor, la inserción dentro del personaje podrá escandalizar a muchos: las escenas de seducción entre los personajes de la novela son inusitadamente fuertes. No podía esperarse menos de quien, como poeta, ha sabido situar el cuerpo femenino como un territorio a ser trazado, un arma poderosa, resguardo último de las mujeres amenazadas. Juana de Castilla fue lúcida hasta en eso.
Córdoba, 30 de junio del 2005.
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